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Cuarta Sección

 

 

Índice de contenidos

 

12- Fútbol y Patria: La crisis de la representación de lo nacional en el fútbol argentino. (Pablo Alabarces y Graciela Rodríguez).

13- La Nuestra. "El Hombre que está solo y espera" y la cultura futbolística de los argentinos. (Marcelo Massarino).

14- Mundial ´78: La cárcel de todos. (David Abalo y Juan S. Montes Cató).

15- Recuperar el fútbol. (Osvaldo Bayer).

 

 


 

12- Fútbol y Patria: La crisis de la representación de lo nacional en el fútbol argentino.

 

Pablo Alabarces y María Graciela Rodríguez

Instituto de Investigaciones Gino Germani, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Buenos Aires.


Este trabajo se realiza en el marco de la Programación científica 1995-97 de UBACyT (CS 503).
E-mail: mirpa@clacso.edu.ar
North American Society of Sociology of Sport (NASSS) Conference
Toronto, Canada, 5 al 8 de Noviembre, 1997.

 

Si la relación entre deporte y nacionalismo, especialmente a través de la mediación de la categoría de identidad nacional, ha sido abundantemente trabajada por la bibliografía (MacClancy, 1996; Mangan, 1996; Lanfranchi, 1992; Sugden y Tomlinson, 1995; Giulianotti y Williams, 1994, entre otros), en el caso particular del fútbol argentino los textos de Eduardo Archetti constituyen un excelente análisis de su momento fundacional. Desde ese punto de partida, este trabajo intenta caracterizar la representación de la nacionalidad a través del fútbol en un recorrido histórico que dé cuenta de los distintos modos de construcción de esa relación, y en el mismo movimiento discutir lo que entendemos como una crisis de la capacidad del fútbol para investirse de los significados de la Nación. Los nuevos escenarios globalizados-massmediatizados señalan, en la contemporaneidad, un clivaje en la representación de lo nacional a través del deporte que, según nuestra hipótesis, el fútbol argentino no puede resolver de manera eficaz, en el sentido de construir una nueva épica deportiva nacional.


La fundación mitológica


La Argentina es un país inventado. Como toda América, en la ficción de su "descubrimiento" y en la violencia de su conquista y ocupación; pero también, en una nominación que supone, imaginariamente, un territorio de riquezas y sólo la encuentra en el bautismo: "tierra de la plata". Y además, en su dificultosa construcción como Estado Moderno durante el siglo XIX, la Argentina es objeto ya no de una, sino de varias invenciones: las guerras civiles que marcan la historia entre 1810 y 1880 no son sólo intercambios bélicos, sino también furiosas y encontradas batallas discursivas donde se dirime una hegemonía; lo que las guerras deciden, finalmente, es la capacidad de un sector para imponer de manera definitiva un sentido a toda la Nación. Ese proceso es el que le permite a Nicolas Shumway hablar de la invención de la Argentina como la "historia de una idea" (Shumway, 1993); antes que el relato del establecimiento de un Estado, de un espacio geográfico, de un corpus legal, la historia argentina es un juego de discurso.

Pero además, el fin de siglo y el comienzo de la nueva centuria puso en crisis esa trabajosa construcción: la Argentina se transformó en país inmigratorio, y el aluvión de migrantes europeos supuso la fractura de un modelo económico y social, pero también narrativo. Si hasta ese momento el paradigma explicativo hegemónico hablaba del triunfo de la civilización sobre la barbarie, de la cultura europea sobre el salvajismo americano, la modernización acelerada de la sociedad argentina necesitó echar mano de nuevos discursos que, al mismo tiempo, disolvieran los peligros que acarreaban la formación de las nuevas clases populares urbanas -sensibles a la interpelación socialista y anarquista-; y constituyeran una identidad nacional unitaria que la modificación aguda del mapa demográfico ponía en suspenso, fragmentaba en identidades heterogéneas. La respuesta de las clases dominantes, con diferencias y contradicciones, tendió a trabajar en un sentido: la construcción de un nacionalismo de elites que produjo, especialmente a partir de 1910, los mitos unificadores de mayor importancia. Un panteón heroico; una narrativa histórica, oficial y coercitiva sobre todo discurso alternativo; el modelo del melting pot como política frente a la inmigración, y un subsecuente mito de unidad étnica; y un relato de origen que instituyó la figura del gaucho como modelo de argentinidad y figura épica.

Como dice Rosana Guber, "aunque no sin conflictos, el Estado argentino fue sumamente eficaz en su compulsión asimilacionista" (Guber, 1997: 61). Y la eficacia residió en dos mecanismos: la escuela pública, por un lado, como aparato fundamental del Estado, se convirtió en el principal agente de construcción de esta nueva identidad entre los sectores populares1. Por el otro, una temprana industria cultural favorecida por la modernización tecnológica argentina de comienzos de siglo y por la urbanización acelerada, que sumada a la creciente alfabetización de las clases populares construyó un público de masas ya en los primeros años del siglo XX. En esa cultura de masas, primero gráfica y desde 1920 también radial y cinematográfica, la narración de la identidad nacional encontró un amplio y eficaz territorio donde manifestarse. A pesar de su carácter privado -el Estado no intervendrá en la política de medios hasta los años cuarenta-, la cultura de masas participa de los relatos hegemónicos, especialmente en torno del peso de la mitología gauchesca.

Pero en esta producción aparecen ciertos desvíos. Aunque partícipes de la narrativa hegemónica del nacionalismo de las elites, los nuevos productores de los medios masivos, tempranamente profesionalizados, provenían de las clases medias urbanas constituidas en ese proceso modernizador. Y sus públicos, masivos y heterogéneos, presentaban otro sistema de expectativas: trabajados por la retórica nacionalista de la escuela, atienden también a otras prácticas de lo cotidiano. Junto a los arquetipos nacionalistas, las clases populares estaban construyendo otro panteón: junto a los gauchos de Leopoldo Lugones y Ricardo Rojas2, o los compadritos de Jorge Luis Borges, aparecen héroes populares y reales: los deportistas. Como señala Archetti (especialmente, 1995), en la discusión sobre la identidad nacional los periodistas deportivos, intelectuales doblemente periféricos -en el sentido de Bourdieu: periféricos en el campo periodístico, que es periférico en el campo intelectual- intervinieron con una construcción identitaria no legítima (porque el lugar legítimo es la literatura o el ensayo), pero pregnante en el universo de sus públicos. Así, el fútbol se transformó en la revista deportiva El Gráfico, soporte hegemónico de esta práctica desde los años 20, en "un texto cultural, en una narrativa que sirve para reflexionar sobre lo nacional y lo masculino" (Archetti, 1995: 440).

Ese proceso recorre, como describe Archetti, distintos caminos. Necesita de ritos de pasaje: si lo nacional se construye en el fútbol, hay que explicar el tránsito de la invención inglesa a la criollización -tránsito que se resuelve en el melting pot y en la naturalización de un proceso que combina lo cultural, lo económico y lo social-. Necesita de una práctica de diferenciación: el par nosotros/ellos encuentra su expresión imaginaria en un estilo de juego, más narrado que vivido, pero de una gran capacidad productora de sentido. Necesita del éxito deportivo (Arbena, 1996) que vuelva eficaz la representación de lo nacional: allí están la gira europea de Boca Juniors en 1925, la medalla de plata en las Olimpíadas de Amsterdam de 1928, el subcampeonato mundial de 1930 en Uruguay3. Y necesita de los héroes que soporten la épica de la fundación: Tesorieri, Monti, Orsi, Seoane, por señalar sólo algunos. Pero también, si en este caso la nación se construía desde las clases medias y no desde las dominantes, aparecen los desvíos: frente a una idea de nación que remitía a lo pastoril (en el doble juego del mito gauchesco y de la explotación de la tierra, modo de producción dominante), la nación que se construye en el fútbol asumía un tiempo y un espacio urbano. Frente a una idea de nación anclada en el panteón heroico de las familias patricias y en la tradición hispánica, el fútbol reponía una nación representada en sujetos populares. Frente a un arquetipo gauchesco construido sobre las clases populares suprimidas por la organización económica agropecuaria, los héroes nacionales que los intelectuales orgánicos del fútbol propusieron eran miembros de las clases populares realmente existentes, urbanizadas, alfabetizadas recientemente, que presionaban a través del primer populismo argentino (el partido Radical de Yrigoyen) por instalarse en la esfera cultural y política. Y allí, entonces, radicó su eficacia interpeladora.

Dice Renato Ortiz (1991) que la preocupación por la construcción de una identidad nacional fue una constante en toda América Latina "pues se trataba de construir un Estado y una nación modernos", y "que fue la tradición quien acabó proporcionando los símbolos principales con los cuales la nación terminaría identificándose" (ídem: 96), que en el caso brasileño pasaron a ser el samba, el carnaval, el fútbol. Agrega Ortiz: "No tengo dudas de que esta elección entre símbolos diversos en gran medida se produjo merced a la actuación del Estado. (...) Fue la necesidad del Estado de presentarse como popular la que implicó la revalorización de estas prácticas que comenzaban, cada vez más, a poseer características masivas. Finalmente, la formación de una nación pasaba por una cuestión preliminar: la construcción de su 'pueblo'." (ibídem)

Es el Estado el que produce este pasaje entre "memoria colectiva" -vivencial y cotidiana- y "memoria nacional" -virtual e ideológica4-. O, con más precisión, los intelectuales del Estado, mediadores que construyen ese discurso de segundo orden que es el discurso de lo nacional. En la Argentina, la temprana modernidad de su sistema de educación popular, de su industria cultural, de sus públicos masivos, permitió la aparición de un conjunto de intelectuales profesionales de los medios que elaboraron este discurso de la nacionalidad, de mayor eficacia entre las clases populares, al mismo tiempo que los intelectuales oficiales del Estado construyeron otro, en muchos sentidos divergente, pero dominante. Podemos proponer que es esa aparición temprana del discurso de la nacionalidad relacionado con el fútbol, difundido eficazmente entre las clases populares desde los años 20, lo que permitirá que dos décadas más tarde su mitología se vuelva ritual celebratorio de la patria, alcance su condición hegemónica. Para ese clímax, un escenario más propicio será suministrado por la experiencia populista del peronismo.


Patria, deporte y populismo


El período que va de 1945 a 1955 es un momento muy interesante para dar cuenta de las relaciones entre el deporte, los sectores populares y las operaciones político-culturales de un Estado que intentaba construir un nuevo marco económico. La necesidad de incorporar al proyecto de industrialización a los sectores populares requirió de mecanismos culturales para reelaborar un nuevo significado comunitario de nación. Este período puede caracterizarse como "nacionalismo oficial", en tanto "artefacto cultural de una clase particular" (Anderson, 1993: 21) que utiliza los aparatos del Estado para generar una idea de comunidad: educación elemental, obligatoria y masiva; propaganda estatal; revisión oficial de la historia (para recrear la "fundación de la patria"); militarismo; y otras acciones tendientes a la afirmación de la identidad nacional.

El populismo en la Argentina puede considerarse como un intento de reinventar la patria a través de la inclusión de las grandes masas populares en la cultura urbana, destinadas a ser beneficiarias de la redistribución del ingreso. Sectores hasta ese momento ilegítimos, que no sólo vieron ampliada la esfera de su participación política en función de la ampliación de derechos por un aumento de las demandas de la población, sino también en cuanto a la construcción social de su representación massmediática. Ambas caras de una misma moneda: una legitimación necesaria.

La importancia que tiene este período para indagar en la relación entre deporte y nacionalismo, reside en tres aspectos que aparecen como datos fuertes de estos años: la expansión deportiva -ya sea desde el punto de vista comunitario como el de alto rendimiento-; el auge y la consolidación de la industria cultural de sólido rasgo intervencionista; y la irrupción en la esfera política de un nuevo actor social, las clases populares, llamadas a ser el protagonista y el destinatario de las políticas de Estado. Esta aparición en escena de las clases populares y su nominación como "pueblo", al tiempo que define la interpelación populista como marco del período al convertir a las masas en pueblo y al pueblo en Nación, colocó al deporte como un dispositivo eficaz en la construcción de una nueva referencialidad nacional.

Al mismo tiempo el espectáculo deportivo se inaugura como un nuevo ritual nacional posible -hasta ese momento prácticamente inimaginable por la sociedad política- ampliando el repertorio simbólico común (García Canclini, 1991). El deporte operó así sobre la articulación de las modalidades y los mecanismos de consenso civil y político porque se trata de un conjunto de emociones, necesidades y subjetividades relacionadas con las modalidades narrativas de un sentimiento patriótico. Lo que nos interesa aquí es que el espectáculo deportivo aparecía por primera vez como válido para integrar el repertorio nacional y que su legitimidad estaba dada por su vínculo con lo popular.

En este sentido, el deporte fue un vehículo apto para poner en escena estas nuevas representaciones, para lo cual la política intervencionista del estado sobre las industrias culturales jugó un papel decisivo5. En la resemantización que hacían los medios de las demandas provenientes de los sectores populares puede leerse la operación de negociación entre estos dos actores y el Estado, desde la necesidad de conformar un nuevo colectivo donde ciudadanía y "pueblo" parecen ser términos equivalentes. También es significativa la interpelación, en la prensa oficialista de la época, a un recorte etario de la sociedad que parece querer desplazar semánticamente el significado de "argentinidad" a una noción de futuro, como si existiera un pasado que hubiera que olvidar6.

Sin embargo este imaginario nacional no discurría despegado de lo que efectivamente se implementaba desde el Estado. Su fortaleza derivaba también de una verdadera redistribución del Producto Bruto Interno (Ferrer, 1980) que permitía la asignación de recursos a políticas sociales en general7. Inscriptas en el marco de una participación democrática ampliada, las políticas deportivas estaban destinadas a la participación deportiva comunitaria8. Pero también a mejorar el desempeño del Alto Rendimiento, para lo cual se creó un marco regulador innovador para la época9. La confluencia de la dimensión comunitaria y de las competencias internacionales es un dato fundamental para entender la relación de un imaginario colectivo que operaba sobre la representación massmediática de un deporte exitoso y también con las experiencias intersubjetivas de la ciudadanía, tanto en su rol de participante directo como en su papel de espectador, lo que además permite hablar de un aumento del poder adquisitivo de los sectores populares y de su emergencia en tanto consumidores culturales10.

Durante un período marcado por numerosos triunfos y destacados desempeños deportivos en sede local y en el exterior11, estos resultados fueron aprovechados para ser puestos en escena como un mecanismo de reafirmación de la épica nacionalista. Uno de los medios más eficaces para esto fue Sucesos Argentinos, noticieros cinematográficos que mostraban los resultados de la gestión deportiva, ya sea en el deporte comunitario y la expansión de las obras públicas (Torneos Infantiles, inauguración de complejos polideportivos, etc.) como en la difusión de los logros de deportistas destacados. Pero por otro lado, también el imaginario operaba sobre los productos cinematográficos de ficción que permiten leer las relaciones del peronismo con las industrias y los agentes culturales. El cine se constituyó en uno de los ejes más destacados donde ilustrar las épicas nacionalistas, sobre todo por la sólida expansión de la producción cultural autóctona relacionada con el crecimiento económico del período y con el apoyo estatal que recibió.

En la relación deporte-cine, el período populista aporta un primer dato: de la escasa (escasa) serie de filmes argentinos que trabajan -directa o indirectamente- el tema del deporte, un porcentaje superior al treinta por ciento se produjeron durante este período (apenas diez años sobre más de sesenta de historia del cine argentino), lo que señala, provisoriamente, el peso de la temática en las expectativas de consumo.

Por otro lado, los filmes deportivos durante el peronismo no fueron documentales propagandísticos, inclusive escaparon a las referencias explícitas o laudatorias propias del aparato mediático estatal. En tanto operación de reinterpretación del nacionalismo algunos productos audiovisuales de ficción permiten aproximaciones interesantes. En una de las últimas escenas de Pelota de trapo (1948), quizás la más importante película de la serie tanto por su calidad como por su repercusión, se produce un diálogo curioso: el personaje central de Comeuñas (Armando Bó), futbolista estrella que debe retirarse por una afección cardíaca, es reclamado por el público presente en una final sudamericana entre Argentina-Brasil. En el vestuario, su amigo y descubridor le reprocha su presencia y se niega a autorizarlo a jugar el tiempo suplementario definitorio. Sin embargo, Comeuñas el personaje de Bó, mirando a la bandera argentina que flamea en el campo de juego, le insiste a su amigo con este argumento:

"-Hay muchas formas de dar la vida por la patria. Y ésta es una de ellas."

Frente a tamaño alegato, el amigo consiente, y Comeuñas entra a la cancha. Previsiblemente, convierte los tantos definitorios, sufre dolores en el pecho, pero resiste y no muere. ¿La patria acepta su esfuerzo pero no le exige su inmolación? Más allá de las lógicas del melodrama, el fragmento remite (por primera vez en las películas deportivas argentinas) a una interpelación que vincula, explícitamente, las actuaciones deportivas con los argumentos nacionales. En el contexto populista, la asociación pueblo-Nación permite que los sujetos populares participen en la construcción de la nacionalidad desde roles, hasta ahí, descentrados e ilegítimos.

Por su parte, Escuela de campeones (1950) relata la historia de Alexander Watson Hutton, profesor escocés considerado el gran impulsor del fútbol en la Argentina, y el club Alumni, el equipo fundador. Pero el filme se integra en una serie mayor: Escuela de campeones participa de la lista de películas producidas por la empresa Artistas Argentinos Asociados con guión de Homero Manzi (connotado intelectual orgánico del peronismo) que en esos años diseña una historia pedagógica para consumo de masas12. De este modo, podemos entender que el fútbol fue considerado un componente necesario en la narrativa de la nacionalidad, junto a, por ejemplo, la vida del prócer Domingo Sarmiento filmada en Su mejor alumno. Al interior de la serie populista, Manzi utiliza los argumentos legitimadores de la tradición histórica conservadora.

Estos productos audiovisuales de ficción, exponían las esperanzas de un sector para el cual el deporte (en especial el fútbol, ya profesionalizado) se convertía en una posible ruta hacia el éxito económico y/o la fama. Los héroes deportivos, en tanto íconos del concepto republicano de igualitarismo propio de las sociedades modernas, interpelan a los ciudadanos, en su condición de simples mortales, a reconocerse en la idea de meritocracia que supone la igualdad formal de oportunidades y de acceso a los recursos (Ehrenberg, 1992). Dicho en otras palabras y parafraseando a Gellner (1993), los "héroes populares" no son distintos a nosotros: sólo poseen más dinero13. Y los medios de comunicación son el vehículo ideal de las sociedades de masas para escenificar las epopeyas de los héroes deportivos como una reafirmación de la creencia en la igualdad. Un buen ejemplo del período es la glorificación que se hiciera de las grandes hazañas deportivas de uno de los exponentes más mitificados: el boxeador José María Gatica, el "Mono".

En esta línea la Argentina cuenta con una serie histórica que podríamos denominar "héroes deportivos mundializados", y que podría definirse como el conjunto de aquellos deportistas que condensan en sus hazañas deportivas difundidas a través de los medios globales, una especie de referencialidad nacional que descansa sobre el alto grado de adhesión de su comunidad de origen, más allá de que sea necesario articular cada actuación con un específico momento histórico en el desarrollo global de los medios.

Obviamente, esta serie está coronada por Diego Maradona.


Diego Maradona: un (¿primer?, ¿último?) héroe global


Una serie que está articulada eficazmente en torno a aquel individuo que se destaca del resto por mérito propio, reafirmando así que por esta ruta se llega al éxito individual. Y si Bromberger (1994) afirma que para llegar al éxito el mérito sólo no alcanza, que otros factores como el azar o la trampa contribuyen a alcanzar los triunfos, en 1986 Diego Maradona dio cuenta no sólo de su mérito, sino también del papel del azar y la trampa: primero la "mano de Dios", luego el mejor gol del mundo de todos los tiempos.

Esta atribución doble de sentido, este exceso de Maradona, contiene en sí su propia contradicción que es, a la vez, un inconveniente que se le plantea a la posibilidad de construir alrededor del fútbol una nueva referencialidad patriótica. Archetti lo señala correctamente cuando afirma que su performance no parece estar asociada a un 'estilo nacional' sino que es considerado único. Dice Archetti (1994a: 56:): "El problema, desde el punto de vista argentino, es no sólo que los héroes son universalizados en un contexto donde el fútbol pertenece a una especie de 'cultura global del mundo', sino que son percibidos como 'accidentes históricos', como 'productos de una naturaleza arbitraria'". También lo entendió de este modo Maradona cuando afirmó: "Dios juega conmigo". El estilo futbolístico argentino parece ser nada más que un mito: los individuos son la verdadera historia.

Lo que hace de Diego Maradona un hito insoslayable en la serie, además de su extremada habilidad deportiva, es su condición global: no sólo jugó la mayor parte de su carrera fuera de la Argentina, sino que además, sobre todo a partir de 1986, ha realizado no pocas "hazañas" en favor de la camiseta argentina frente a millones de espectadores, poniendo en circulación un símbolo de "argentinidad" que apunta hacia dos direcciones: una concéntrica, es decir, hacia el país del cual es referente, y otra excéntrica, hacia afuera, hacia el mundo: Maradona parece ser nuestro mejor embajador audiovisual. Y no se trata de un simulacro de la sociedad posindustrial (Baudrillard, 1987) porque su modelo no precede al real: lo acompaña.

Durante su etapa global, la imagen mítica de Diego Maradona conjugó los elementos que Baczko (1991) señala como las condiciones esenciales del mito: un contexto afectivo, un hecho convertible en objeto de discurso y actores que le den significación. Esta combinación permitió imaginar que, en el concierto de las naciones, en la circulación de bienes a través del mercado internacional, la Argentina podía ganarse un lugar, si ya no en términos de bienes económicos, al menos en términos de mercancías simbólicas. Lugar, por otra parte, potenciado por Maradona al agregarle el valor de la legitimidad al fútbol argentino. Porque si en 1978 la Argentina ganó el campeonato mundial, las sospechas que pesaron sobre el partido Argentina-Perú, así como el perverso escenario militarizado en que se llevó a cabo, desplazó su representación heroica y fue reemplazado por el triunfo legítimo de 1986 y el "casi" Campeonato de 1990.

Su eficacia en la cancha de fútbol ha servido también de relevo simbólico para elaborar con menos angustia el imaginario social sobre lo nacional. La "mano de Dios" frente a los ingleses en México '86 es un tema que puede ser leído (y de hecho así ha sido) como una forma oblicua de enfrentar, desde la "picardía criolla", a los viejos enemigos, y que reapareció desde la mismísima Universidad de Oxford, actualizando viejos conflictos nacionales donde no es un tema menor la derrota de Malvinas15.

Lo que pone en juego este héroe deportivo global es la referencialidad de la patria. La apoteosis maradoniana en Argentina lo colocó en el centro de una disputa por el sentido entre distintos sectores que tironeaban de él para apropiarse de su carga simbólica16. ¿Qué es la patria? ¿Puede el fútbol suplir a la política?

La Copa Mundial de 1994 significó el clímax de esta disputa. La imagen globalizada de Diego Maradona tras su tercer gol a Grecia disparó la contradicción: ¿héroe de la patria o negación del capital escritural (y, por lo tanto, legítimo)? ¿Energía positiva al servicio de nuclear emotivamente a un país o energía negativa que mostró una imagen distorsionada de la Argentina?17 Una disyuntiva que puso en conflicto la propia construcción de Maradona como símbolo, porque se trató de una disputa por congelar el sentido, por apropiárselo, por ganarlo para el propio terreno: cada nuevo evento protagonizado por Maradona estableció una tensión entre la necesidad de dirigir la decodificación de un hecho y los sentidos que la recepción efectivamente le ha atribuido. No queremos decir con esto que aquellos debates reemplazaran las discusiones sobre lo nacional, pero sí que se dieron en forma simultánea y acaso azarosa con la circulación de otros discursos sobre lo nacional generados a partir de sus actuaciones18.

En el centro de la tensión señalada se puede leer la vacilación massmediática entre incluir a Diego Maradona en la serie de "genios" de la historia, caracterizada por el conjunto de aquellos que demuestran su vocación temprana "mediante hechos y no mediante argumentaciones" (Varela, 1994a: 57) o echarlo del paraíso, esto es, excluirlo de la serie "hombres ilustres" por su inadaptación a las normas del saber escolarizado. Articulación compleja, no lineal y en conflicto, porque la dificultad de reunir los relatos que se oponen no reside, como en la forma canónica de la historia, en la reconstrucción de un suceso. Maradona no nos enfrentó con hechos pasados extraviados sino con un conjunto de emociones, necesidades y subjetividades que se relacionan con un sentimiento patriótico antes que con una verdad fáctica. La preocupación de los sectores dominantes por legitimar un modelo social nacional, pareció chocar con lo errático de las acciones y las declaraciones de Diego Maradona quien, no sólo en la cancha sino también en sus apariciones públicas, se resistió a ser modelizado. Esto dificultó la articulación de ideas-fuerza alrededor de una identidad nacional de algún modo esencialista y, a su vez, orientó las esperanzas y los sentimientos colectivos en las direcciones que su condición humana (y por lo tanto falible) iban marcando: de izquierda a derecha, en un péndulo indetenible.

Si para los medios Maradona significó dinero, también ofreció la posibilidad de apropiarse de un sentido errante: el de una sociedad que ve derrumbarse en lo político sus referencialidades más elementales. Maradona fue la (¿última?) posibilidad de otorgarle a la patria un sentido cuyo anclaje históricamente ha sido objeto de disputa. Pero una posibilidad imprevisible: en primer lugar por la propia ambigüedad de sus entradas y salidas del universo futbolístico, ya sea en su desempeño profesional como en la deriva de sus amistades y/o de sus opiniones políticas que hicieron de él un objeto codiciable. Pero también (y quizás sea éste el elemento más interesante) porque su condición errática permitió la posibilidad del ejercicio de la función compensadora de la memoria colectiva19, es decir de la actualización de los valores considerados como esenciales para la identidad y la cultura nacionales a través de mecanismos no lineales ni unificados de significación.

En la disputa entre la memoria y la historia, Diego Maradona pareció equilibrar, durante un tiempo, las cuentas a favor de la Argentina.


La fractura: fútbol tribal en épocas globales


En un reciente trabajo Archetti radica parte de la eficacia de la epicidad de Maradona en su continuidad con la tradición mitológica. Allí señala que "en una escena global donde la producción de territorios e identidades locales se supone difícil porque los mundos vividos de los sujetos locales tienden a devenir desterritorializados, diaspóricos y transnacionales" (Archetti, 1996b: 15), la continuidad del mito del estilo argentino encarnada en Maradona permitía la supervivencia de una identidad. Sin embargo, la localización en escenarios globales con la mediación del héroe, investido de representación nacional, entra en crisis con la salida de Maradona de la escena. La exclusión del Mundial '94 coincidió con la eliminación del equipo argentino en octavos de final, proponiendo una relación causa-efecto temporal que también fue leída en lo factual. Maradona, expulsado del Mundial, arrastra a la nación toda; a partir de allí, nuestra única mercancía argentina exitosa, simbólica y corporal, se deprecia en el mercado global para devolver a la Argentina a su tradicional -y poco relevante- lugar de productor de alimentos y débil exportador de bienes con bajo valor agregado. El relato mitológico del fútbol argentino, mezcla de éxitos y héroes, de estilos originales y sabias apropiaciones, se vio, de improviso, desprovisto de toda referencialidad.

Los años que siguen ejemplifican ese cuadro. Maradona se transformó en un jugador asistemático; su erraticidad semántica abandonó las líneas políticas progresistas y pareció encontrar un lugar más estable junto a los repertorios del neoconservadurismo populista; pero además, al descender a la escena local, su estatura mítica se redujo, desapareciendo como núcleo de representación de la nacionalidad (Alabarces y Rodríguez, 1996). Los jugadores argentinos, si bien continúan siendo exportados masivamente al fútbol europeo, ya no son figuras excluyentes, ni revistan, con contadas excepciones, en equipos de primera línea. El acceso masivo a la programación deportiva internacional, por la extensión explosiva de los servicios de televisión por cable, permite a los públicos argentinos constatar cotidianamente la exclusión del fútbol nacional de los nuevos estadios globales. El fútbol argentino, entonces, se coloca en una situación de crisis similar a la vivida luego del Mundial de Suecia en 1958, cuando la derrota por seis goles frente a Checoslovaquia motivara una fractura de todos los relatos míticos.

Pero, en este caso, la crisis no es sólo futbolística, no consiste únicamente en la comprobación del fracaso de un esquema táctico. Es toda la serie que hemos presentado hasta aquí la que parece fracturarse: la fundación mitológica -del fútbol y de la nación-, la asunción estatal de la relación deporte-nación en la etapa populista, su héroe máximo. Esa caída del héroe no se produce en cualquier momento, sino en la etapa global del capitalismo occidental. A la pregunta ¿cómo entrar a la globalización?, ¿cómo marcar la colocación local, cómo imprimir una marca de sentido propio al flujo de discursos transnacionalizados?, la Argentina no puede responder adecuadamente. Renato Ortiz señala que la globalización desvía el peso tradicional de los discursos (y las mercancías) basadas sobre el imaginario de lo nacional-popular, hacia la constitución de un imaginario internacional-popular. En ese nuevo marco, los símbolos tradicionales de la fundación del Estado-Nación brasileño -samba, carnaval, fútbol- dejan su lugar a las nuevas mercancías globalizadas: la publicidad, los melodramas televisivos, la Fórmula 1 (Ortiz, 1991; cfr. supra). Es interesante que en esa serie, que reemplaza bienes fuertemente marcados por las clases populares por bienes básicamente massmediáticos, reaparezca el deporte y la heroicidad: Ayrton Senna, tricampeón mundial, mártir del automovilismo global, celebrado en Brasil como héroe patrio. Héroe patrio en Brasil. La cultura brasileña parece haber hallado su modo particular de globalizarse: la continuidad de un modelo de penetración en los mercados universales a través de la producción de bienes simbólicos con ventajas comparativas: Ronaldinho, proclamado, antes que el mejor, el jugador más caro del mundo.

Por el contrario, en la Argentina se produce una colisión de discursos: un neoconservadurismo político y económico hegemónico que proclama el reingreso argentino al Primer Mundo, coexiste diariamente con la experiencia cotidiana, entre las clases populares y también en las clases medias, del deterioro agudo de las condiciones de vida, con la pauperización, con la ineficacia para incorporarse exitosamente a un mercado global, del que se reciben sus perjuicios -depreciación del valor de las mercaderías, desocupación como fenómeno mundializado, narcotráfico- pero no sus beneficios. Para colmo, bienes tradicionales como el fútbol -como saldo exportable además de capital simbólico- también desaparecen del mercado.

El fútbol argentino no puede gestar nuevos héroes globales: y en la argumentación que hemos desarrollado hasta aquí, sin héroes que lo soporten, no hay relato épico posible. El vacío post-Maradona es demasiado grande. Lo que predominan, en consecuencia, son intentos de épicas pequeñas, domésticas, de alcance latinoamericano, que generan (por la exacerbación de un nacionalismo de vuelo bajo, desprovisto del tinte antiimperialista que reponía, por ejemplo, el clásico enfrentamiento con Inglaterra) generan chauvinismos, racismos refugiados en la mítica unidad étnica argentina frente a la polietnicidad latinoamericana, paranoias massmediáticas que suponen, en cada derrota, complots planetarios. La explosión industrial de las telecomunicaciones globales y del espectáculo deportivo como mayor fenómeno de audiencias encuentra a la Argentina en condiciones de debilidad para imponer "naturalmente" sus actores, por lo que los discursos massmediáticos deben fabricarlos, deben desplazar las estrategias estrictamente deportivas por las de márketing. El caso del jugador Ariel Ortega es, en ese sentido, paradigmático: se lo celebra como un nuevo Maradona, se le concede la camiseta número 10 en el equipo nacional, se promociona su venta a España (a un equipo de segundo nivel, el Valencia) como prueba de la continuidad del relato, se remarca el juego brusco al que es sometido por las defensas contrarias (la prueba de todo héroe). Y se destaca su extracción de clase: proveniente de las clases pobres del interior de la Argentina, Ortega (llamado Orteguita, es decir, un pibe, un nuevo niño que transgrede el mundo hiperprofesionalizado del fútbol con su desparpajo) aparece como el último representante de la clásica procedencia de los jugadores argentinos. Sin origen humilde, reza el mito, no hay épica del ascenso social. Y hoy el hiperprofesionalismo del deporte global expulsa a las clases populares argentinas, sometidas a condiciones deplorables de nutrición y escolaridad en la niñez, de la práctica de alto rendimiento.

Pero al mismo tiempo que expulsa sectores de su práctica profesional, el fútbol incluye todo lo que toca. Ninguna superficie discursiva en la sociedad argentina le es ajena: la agenda cotidiana padece de futbolitis20, las minucias del fútbol doméstico inundan las primeras planas de la prensa sensacionalista, pero también de la "seria"; los discursos intelectuales profesionales también ceden al atractivo de un balón en movimiento. La tradicional sobrerrepresentación de las clases populares en el fútbol argentino ha sido desplazada por un policlasismo expansivo que disuelve (parece disolver) todo tipo de apropiación diferencial. Y en esa expansión, el fútbol practica, también, un imperialismo de género, que consiste en la incorporación acelerada de los públicos femeninos, televisivos pero también en los estadios, y en la aparición de una importante cantidad de mujeres trabajando como periodistas deportivas.

Pese a esta explosión invasiva de territorios tradicionalmente ajenos al fútbol, la ausencia de mitos unificadores deportivos no puede suplantar la debilidad de los relatos nacionales clásicos. Luego del peronismo, el progresivo deterioro de las instituciones modernas argentinas -el Estado, la escuela pública, la política, el sindicalismo-, que permitió la apoteosis del deporte como símbolo identitario nacional, no parece hallar, a corto plazo, nuevos discursos que ocupen esa función. Porque el fútbol, entre tanto, se sumerge en una etapa de tribalización exacerbada (Maffesoli, 1990), donde las oposiciones locales -enfrentamientos entre equipos rivales clásicos, el eje de oposición Buenos Aires-provincias, las rivalidades barriales al interior de una misma ciudad- se radicalizan hasta configurar identidades primarias. Más: se sobreimprimen en el equipo nacional, acusado de faccioso. La selección nacional, otrora mito de unidad, se lee ahora como atravesada por la lógica tribal. La nacionalidad se soporta en discursos parciales y segmentados, mutuamente excluyentes, donde la totalidad del relato unificador está ausente. Fuertemente dependiente del Estado, el discurso unitario de la nacionalidad se ausenta, en el mismo movimiento en que el Estado neoconservador se ausenta de la vida cotidiana.

Extraño símbolo de los tiempos, el emblema de unidad nacional es suministrado por la industria cultural. Como corolario de una agresiva campa–a publicitaria -recargada de apelaciones triunfalistas y xenófobas-, América TV, la empresa multimedial que transmitió varios de los partidos por las eliminatorias latinoamericanas para el Mundial la Copa del Mundo '98, confeccionó una bandera gigante (aproximadamente de 150 metros de ancho y a un costo de 40.000 dólares) que "donó" a una supuesta "hinchada argentina" para ser usada en el partido contra Ecuador en el estadio Monumental de Buenos Aires. La gigantesca bandera -con los colores argentinos, el logotipo del canal impreso en su parte inferior, y una leyenda que reza "Argentina es pasión" (el lema del canal es "América es pasión")- fue exhibida al comenzar el partido y en el entretiempo, ocupando una cabecera del estadio, y permitiendo un plano general publicitario a la cámara televisiva que la enfrentaba. La bandera, símbolo por excelencia de la patria, metonimia de la Nación, señalaba la unidad nacional al tiempo que se transformaba en territorio de los sponsors. Mientras tanto, amparados por la cobertura momentánea, decenas de rateros amenazaban a los espectadores que se hallaban debajo de ella para que les entregaran sus pertenencias.

Así, entre la sponsorización del patriotismo y la delincuencia, circulan nuestros argumentos nacionales.


Notas:

1 También fue un magnífico agente modernizador, en la rápida alfabetización de las clases populares y en la movilidad social que generó. Incluso, buena parte del éxito de la fundación mitológica de la nacionalidad entre esos sectores radica en el elevado prestigio que la escuela adquirió entre ellos.


2. Lugones y Rojas son las principales figuras intelectuales del nacionalismo argentino en los años '20.


3. La idea de un estilo criollo, que combina distintos elementos tácticos con prácticas individuales originales, se conjuga con la fundación de ciertos lugares míticos, como el potrero, y figuras populares, como el pibe (Archetti, 1997). Pero cierta evidencia señala que esta construcción imaginaria trabaja de manera extendida en la nueva sociedad urbana: ya en 1919, el primer número de la revista infantil Billiken presenta en su tapa la figura de "El campeón de la temporada", la imagen de un niño con vestimenta futbolística, desgreñado, con las huellas de una ardorosa batalla -un pibe-; todo lo contrario a la imagen "oficial" de un niño pulcro, obediente y escolarizado que es hegemónica en esos años (y por muchos más). De manera larvada, las imágenes alternativas a los discursos de las clases dirigentes circulan por los medios. De manera incluso contradictoria: la empresa editora de Billiken, que también lo es de El Gráfico, responde a los sectores más conservadores y católicos de la sociedad argentina. Cfr. Varela, 1994a.
4. Usamos las categorías propuestas por Ortiz, 1985.


5. El gobierno peronista intervino sobre el sistema de medios prácticamente en su totalidad, estatizando los medios radioeléctricos y algunos medios gráficos. También estableció regímenes de convivencia estado-ámbitos privados en algunos soportes gráficos donde contaba con testaferros. Para ampliar véase Mastrini, G. y Abregú, M., 1990; Rivera, 1985; Noguer, 1985; Ciria, 1983; Sirvén, 1984; Plotkin, 1994; Varela, 1994.b.


6. ¿Estamos aquí ante la operación de la que habla Renán respecto al papel del olvido en la formación de las naciones? La amnesia compartida es, para este autor, imprescindible para la formación de un imaginario colectivo de nación (Gellner, 1993).


7. Las políticas de Estado del período deben inscribirse en el marco global de la intervención estatal expresada en políticas sociales que apuntaban a operar en varias dimensiones: la salud, la educación, la promoción de la mujer, los beneficios sociales, la distribución de los bienes culturales, etc.
8. Nos referimos a la organización de los Campeonatos Infantiles "Evita", para la población de menores, y los Torneos Juveniles "Juan Perón", que cubrían la franja adolescente, competiciones que llegaban a toda la nación y que se complementaban con la acción de los clubes de la Unión de Estudiantes Secundarios y la de las confederaciones de las ramas universitaria y técnica asociadas a ella (Senén González, 1996).


9. Por un lado, a partir de la fusión de dos organismos, se creó la CADCOA, encargada de promocionar las actividades deportivas nacionales y de gestionar el otorgamiento de subsidios para aquellos que competían representando al país. Por otro, se promulgó la Ley del Deporte (Ley 20.655) la que, sin embargo, no fue sancionada hasta 1974 y comenzó a ser reglamentada recién en noviembre de 1989 (Galmarini, 1992).


10. El caso del fútbol es un caso peculiar porque en el período aumentó considerablemente el número de espectadores directos: "El quinquenio 1946-1950 arrojó un promedio de 12.755 entradas vendidas por partido, en tanto que el de 1951-1955 registró uno de 12.685. Si se toman valores anuales, 1954, con 15.056 espectadores por encuentro, estableció la marca tope de un decenio en el que el promedio de asistencia jamás se redujo a menos de 10.000 asistentes" (Scher, A. y Palomino, H., 1988: 79).


11. Entre 1945 y 1955, la Argentina vivió una época que puede considerarse de "fiesta deportiva": en la línea local puede leerse la realización de los primeros Juegos Panamericanos, en 1951, con sede en Buenos Aires, donde la Argentina consiguió 153 medallas: 66 de oro, 50 de plata y 37 de bronce. En el medio internacional pueden señalarse: la primera victoria futbolística ante Inglaterra en 1953, el triunfo en 1950 del seleccionado argentino en el Mundial de Básquet; los Campeonatos Sudamericanos de Fútbol de 1946 y 1947; la medalla de oro ganada en la maratón por Delfo Cabrera en los Juegos Olímpicos de Londres en 1948; el triunfo de Domingo Marimón en el mismo año en la competencia automovilística "América del Sur" entre Buenos Aires y Caracas; la espectacular performance de Juan Manuel Fangio en Europa, quien en 1951 y 1954 obtiene por dos veces el campeonato mundial de Automovilismo; los triunfos del "Mono" Gatica; los campeonatos de box ganados por Pascual Pérez y Rafael Iglesias en sus respectivos pesos; el torneo mundial de Ajedrez de Copenhague ganado por Oscar Panno, etc.


12. La historia argentina es narrada a través de La guerra gaucha, Su mejor alumno, El último payador.


13. Esta es una diferencia esencial observada por Vittorio Dini entre los héroes mitológicos y los modernos héroes deportivos: "Cuanto más baja es la condición social y cultural de origen, mayor es su capacidad de ser representativo como héroe" (Dini, 1991: 46).


14. Durante la dictadura militar que va de 1976 a 1983, Diego Maradona juega en dos Mundiales: el Juvenil de Japón en 1979 y el de España en 1982. El primero, fue visto en la Argentina cruzado por una banda negra en la pantalla que ocultaba carteles contrarios al gobierno. El segundo, además de una pobrísima perfomance del seleccionado nacional, se realiza en un contexto de aguda crisis política: derrota de Malvinas y posterior caída de la Junta Militar.


15. Galardonado con el diploma de "Maestro Inspirador de Sueños" por un grupo de estudiantes de la Universidad de Oxford, Diego Maradona admitió allí, aunque elípticamente, la famosa "mano de Dios".


16. Para ampliar véase Alabarces, P. y Rodríguez, M.G. (1996).


17. De hecho, mientras que Bernardo Neustadt, un periodista de neto corte conservador, calificó la imagen que congelara la televisión como extemporánea y dijo de él que "se nutre de energía negativa", en ocasión de la Marcha Federal de julio de 1994 los manifestantes coreaban un cántico que decía: "Diego no se drogó/ Diego no se drogó/ Antidóping a Menem/ la reputa madre que lo parió" (Fuente: Feinman, J.P. -1994- : "El sueño no terminó", en Página 12, Buenos Aires, del 9 de julio).


18. Decimos "azarosa" reparando en que el Mundial de Estados Unidos de 1994 que podría seleccionarse como núcleo motivador de interpretaciones en función del caso de dóping de Maradona, casi se superpuso en su finalización a la voladura de la Asociación Mutual Israelita Argentina (A.M.I.A.) el 18 de julio de ese año, en la que murieron cerca de 90 personas. La agenda de los medios desplazó el affaire Maradona para centrarse en este hecho por tratarse de un suceso de mayor envergadura, lo que confirma no sólo la aleatoriedad del contexto de debate sino también, aunque suene obvio, la capacidad comunitaria de jerarquizar los temas sociales.


19. Baczko describe dos funciones de la memoria colectiva: la función unificadora que garantiza y consolida, a través de un discurso sobre los orígenes, la identidad colectiva y la función compensadora que opera sobre "lo que no puede ser dicho franca o abiertamente en un discurso político y que es reivindicado de una manera oblicua aunque perfectamente legible" (Baczko, 1991: 188).


20. Tomamos el nombre de una obra de teatro presentada actualmente en Buenos Aires, donde el fútbol es visto como una patología psicológica, que afecta a cualquier habitante. El protagonista es un clásico miembro de las clases medias urbanas. La obra tiene una importante repercusión de crítica y público.

Bibliografía citada

· Alabarces, P. and Rodríguez, M. G. (1996): Cuestión de Pelotas. Fútbol. Deporte. Sociedad. Cultura, Atuel, Buenos Aires.
· Anderson, B. (1993): Comunidades imaginadas, FCE, Méjico.
· Archetti, E. (1994a): "Argentina and the World Cup: in search of National Identity", en Sugden, John and Tomlinson, Alan (eds.) (1994): Hosts and Champions. Soccer Cultures, National Identities and the USA World Cup, Arena-Ashgate, Aldershot-Vermont.
· ------- (1994b): "Nationalism, Football and Polo: Tradition and Creolozation in the Making Modern Argentina", paper presented at the Workshop Locating Cultural Creativity, University of Copenhague, October.
· ------- (1995): "Estilo y virtudes masculinas en El Gráfico: la creación del imaginario del fútbol argentino", en Desarrollo Económico. Revista de Ciencias Sociales, Nº 139, Vol. 35, octubre-diciembre, IDES, Buenos Aires.
· ------- (1996a): "'And Give Joy to my Heart': Ideology and Emotions in the Argentinean Cult of Maradona", en Armstrong, G. and Giulianotti, R. (eds.): Entering the Field. New Perspectives on World Football, New York, Berg.
· ------- (1996b): "The Potrero and the Pibe: Territory and Belonging in the Mythical Account of Argentinean Football", mimeo.
· Baczko, B. (1991): Los imaginarios sociales. Memorias y esperanzas colectivas, Buenos Aires, Nueva Visión.
· Baudrillard, J. (1987): "La precesión de lo real", en Cultura y Simulacro, Barcelona, Kairós.
· Bayer, Osvaldo (1990): Fútbol Argentino, Buenos Aires, Sudamericana.
· Bromberger, Ch. (1994): "La pasión futbolística y la Copa del Mundo: ¿por qué tanto ruido y tanta furia?", en Sudgen, J. and Tomlinson, A., eds. (1994): Hosts and Champions, Arena, Aldershot.
· Ciria, A. (1983): Política y cultura popular: la Argentina peronista 1946 - 1955, Ediciones de la Flor, Buenos Aires.
· Dini, V. (1991) (ed.): Te Diegum, Genio, sregolatezza & baccettoni, Milano, Leonardo.
· Ehrenberg, A. (1992): "Estadios sin dioses", en Revista de Occidente, Nº 134-135, Madrid, julio-agosto.
· Ferrer, A. (1980): Crisis y alternativas de la política económica argentina, FCE, Méjico.
· Galmarini, F. (1992): Deporte, política y cambio, Corregidor, Buenos Aires.
· García Canclini, N. (1991): Culturas híbridas: estrategias para entrar y salir de la modernidad, Méjico, Grijalbo.
· Gellner, E. (1993): Cultura, identidad y política, Gedisa, Barcelona.
· Getino, O. (1995): Las industrias culturales en la Argentina. Dimensión económica y políticas públicas, Colihue, Buenos Aires.
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· Maffesoli, M. (1990): El tiempo de las tribus, Barcelona, Icaria.
· Mastrini, G. and Abregú, M.: "Orígenes de la televisión privada argentina", mimeo, 1990.
· Noguer, R. (1985): La radiodifusión en la Argentina, Ed. Bien Común, Buenos Aires.
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· ------- (1991): "Lo actual y la modernidad", en Nueva Sociedad, Caracas, noviembre-diciembre.

· Plotkin, M. (1993): Mañana es San Perón, Espasa Calpe/Ariel, Buenos Aires.
· Rivera, J. (1985): "El auge de la industria cultural (1930-1955)", en El escritor y la industria cultural, CEAL, Buenos Aires.
· Scher, A. and Palomino, H. (1988): Fútbol: pasión de multitudes y de elites, CISEA, Buenos Aires.
· Senén González, S. (1996): "Perón y el deporte", en Todo es Historia, Nº 345, abril, Buenos Aires.
· Sirvén, P. (1984): Perón y los Medios de Comunicación, CEAL, Buenos Aires.
· Tomlinson, A. and Young, Ch. (1997): "A Time for Heroes?", mimeo.
· Varela, M. (1994a): Los hombres ilustres del Billiken. Héroes de los medios y la escuela, Buenos Aires, Colihue.
------- (1994b): "La creación de una cultura televisiva en la Argentina", mimeo, Buenos Aires.

 

 

 


 

13- La Nuestra. "El Hombre que está solo y espera" y la cultura futbolística de los argentinos.

Marcelo Massarino (Argentina)
mmassarino@mixmail.com
Periodista


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Raúl Scalabrini Ortíz escribió en 1931 "El hombre que esta solo y espera", obra con la que "comienza a construir su teoría de la idiosincrasia argentina y porteña"1 . Poco tiempo antes, el 6 de septiembre de 1930, había sido derrocado el presidente constitucional Hipólito Yrigoyen y comenzó así una larga serie de golpes militares. Scalabrini Ortíz vio con preocupación el curso de la vida política argentina: "Los conservadores manejaron durante muchos años al país como cosa propia... Cicatearon la opinión del pueblo, trampearon votaciones sin que el pueblo contuviera su voracidad y su fullería. Se enriquecieron y se entremezclaron a los terratenientes antiguos y respetados... los conservadores ensorbecidos, supusieron que el país les pertenecía, y entraron en confabulaciones con los capitales extranjeros. Se hicieron abogados de empresas, directores de ferrocarriles, accionistas de capital inconfesable... Y caducaron, lamentablemente".2

Un grupo de intelectuales (entre ellos Scalabrini Ortíz) se plantearon una salida de corte nacional que no respondiera a los intereses del capital extranjero. Posteriormente se nuclearon en el grupo de opinión F.O.R.J.A. (Fuerza de Orientación Radical de la Joven Argentina)3 .

El objetivo de este trabajo es relacionar el concepto de "espíritu de la tierra", elaborado por S. Ortiz, con la manera en que se construyó en el ámbito futbolístico un estilo de juego típicamente argentino. De esta manera vamos a relacionar dos ámbitos de singular importancia: el intelectual y el futbolístico. A lo largo de la historia los intelectuales y el fútbol tuvieron una larga serie de desencuentros. De todas maneras, aquellos hombres que estudiaron la problemática social sin disociar las manifestaciones populares vinculadas al deporte, siempre observaron en el escenario futbolístico un lugar de cultivo de tradiciones, costumbres y comportamientos que hacen a la conformación de una sociedad moderna.

 

Por qué el fútbol


La elección del deporte, concretamente fútbol, como objeto de estudio forma parte de un debate abierto en las ciencias sociales. El antropólogo Eduardo Archetti afirma que "los intelectuales de izquierda, los historiadores profesionales y los científicos sociales han tenido, por lo general, una relación problemática con el deporte, y no sólo en la Argentina. Si el deporte debía ser estudiado y analizado era para desmitificar su uso por parte del Estado y de las clases dominantes en el proceso de adoctrinamiento de las masas masculinas y la juventud con el objetivo explícito de despolitizarlas y adecuarlas al trabajo alienado, a la competencia, al fanatismo, al nacionalismo, al sexismo, a la violencia irracional a la sumisión de las jerarquías sociales existentes y al autoritarismo, al culto desmedido de los ídolos y a la aceptación sin crítica de los valores capitalistas dominantes (...) Nadie puede negar que los elementos de manipulación ideológica y de disciplinamiento son concomitantes a la practica deportiva. Pero esto implica reducir el campo social y simbólico de las prácticas deportivas y del deporte (...) El deporte no sólo revela aspectos cruciales de lo humano, no sólo refleja algunas de las estructuras de poder existentes en determinada institución, sino que es, fundamentalmente, una parte integral de la sociedad. El deporte permite reflexionar sobre lo social y los mecanismos básicos de creación de identidades."4

Por otro lado, el sociólogo Roberto Di Giano sostiene que "se ponen en juego en el fútbol muchos elementos que permiten leer algunos aspectos de la sociedad argentina y sacar conclusiones sobre ella".5

El trabajo de relacionar las elaboraciones intelectuales que hizo Raúl Scalabrini Ortiz sobre la realidad argentina en "El hombre que está solo y espera" con elementos del fútbol argentino, nos va a permitir un mayor conocimiento de nuestra sociedad. De allí que podemos visualizar como los elementos que conforman el arquetipo del porteño, del hijo de esta tierra, del criollo, descendiente biológico de inmigrantes, se reflejan en el proceso de construcción de la identidad futbolística argentina.

 

Inmigrantes y criollos


En el comienzo de su obra, Raúl Scalabrini Ortiz se dirige al lector y le enuncia lo que llama el espíritu de la tierra: "Si por ingenuidad o fantasía le es enfadoso concebirlo, ayúdeme usted y suponga que el 'espíritu de la tierra' es un hombre gigantesco. Por su tamaño desmesurado es tan invisible para nosotros, como lo somos nosotros para los microbios. Es un arquetipo enorme que se nutrió y creció con el aporte inmigratorio, devorando y asimilando millones de españoles, de italianos, de ingleses, de franceses, sin dejar de ser nunca idéntico a sí mismo (...) Ninguno de nosotros lo sabemos, aunque formamos parte de él... Solamente la muchedumbre innumera se le parece un poco. Cada vez más, cuanto más son. La conciencia de este hombre gigantesco es inaccesible para nuestra inteligencia. No nos une a él más cuerda vital que el sentimiento"6 .

La elite dominante imaginaba un país agroexportador con una sociedad forjada desde la cultura anglosajona, aunque veía con buenos ojos que llegaran al país inmigrantes de otros lugares de Europa que fueran modificando la fisonomía social de la época. Italianos y españoles desembarcaron en el puerto de Buenos Aires en busca de una América de trabajo y paz.

La confluencia de las corrientes inmigratorias que llegaron a la Argentina no hicieron del porteño una síntesis construida con cuotas dosificadas de cada una de ellas. El porteño es para Scalabrini "una combinación química de las razas que alimentan su nacimiento". El hombre de Buenos Aires tiene una idiosincrasia que va construyendo desde la tierra que lo vio nacer: "es el tipo de una sociedad individualista, formada por individuos yuxtapuestos, aglutinados por una sola veneración: la raza que están formando". La conformación del arquetipo argentino forma un "abismo" entre el hijo porteño y su progenitor porque "la continuidad de la sangre se quebró": no es su descendiente, sino que es "hijo de su tierra", "es hijo de la ciudad".7

El fútbol fue traído al Río de la Plata por los ingleses y practicado en la zona portuaria. Al mismo tiempo, los británicos lo jugaron en sus instituciones deportivas y educativas en forma restringida, sin criollos. La comunidad inglesa tenía como paradigma en la formación del sportman los preceptos del fair play. Al respecto "es interesante observar que lo 'criollo' se define a partir de la predominancia de apellidos españoles e italianos. Lo 'criollo' pasa a ser una fundación de los hijos de inmigrantes 'latinos'. Los hijos de inmigrantes 'ingleses' nunca fueron concebidos como 'criollos', no se transformaron en 'criollos' jugando al fútbol".7

Así como el porteño es hijo de la tierra argentina, aunque sus padres biológicos hayan sido los inmigrantes, el fútbol fue traído desde el otro lado del océano Atlántico pero transitó un camino diferente de la mano del criollo. José Marial señala que "Si Oscar Wilde fue el primer escritor francés nacido en Irlanda, se puede afirmar también que el fútbol es un deporte argentino practicado por primera vez en Inglaterra. No se trata por cierto de una modalidad impresa a un juego o de una adaptación. Es algo más. Es la recreación de un deporte bajo el espíritu y la personalidad de un demiurgo porteño. En el fútbol se expresa el hombre de Buenos Aires, con elocuente comodidad: allá están la sobriedad de sus recursos, la agilidad de su inteligencia y la elegancia de un estilo personalísimo. En las filigranas de un partido, está documentándose un ballet de plástica geometría, bailado en el filo de una tarde tumultuosa."8

"Todos los sistemas europeos procuran hacer de un hombre un instrumento de relojería", afirma Scalabrini Ortíz, en su "Libreta de apuntes" de "El hombre que está solo y espera". Si en el fútbol podemos mirar algo de la sociedad, el europeo trae una idea futbolística de espíritu colectivo que soslaya al futbolista en la búsqueda de un andamiaje de conjunto. Del otro lado el criollo "irresponsable ante la prudencia europea", el que tiene "facilidad para salir de apuros, para encontrar recursos en si mismo", es el que improvisa una gambeta para desairar al rival robusto y corpulento. Le muestra la pelota y lo estafa con un amague, pero no es reprobado por el engaño sino aplaudido por la multitud.

Eduardo Lorenzo, "Borocotó", fue el periodista más importante de la revista El Grafico, una publicación semanal que en la década del 20 formaba opinión, especialmente en lo que respecta al fútbol. Borocotó lo definía con las siguientes palabras: "Espectáculo moderno, de acción continuada, de belleza apasionante y de improvisación continua de situaciones, condimentado con ese granito de pimienta criolla, nuestro ingenio lo acondicionó para poder gustarlo. Lo necesitaba, y podemos asegurar que las habilidades criollas son las que decidieron ese amor que le profesamos. De por sí solo, aquel fútbol ingles muy técnico pero monótono no habría logrado ejercer la influencia requerida por el espíritu de nuestras multitudes. Carecía de ese algo t'pico que nos llega a lo hondo, que nos enronquece la voz en un grito que surge del corazón cuando la pelota es recogida por la red temblorosa; y tuvimos que adornarlo con el dribbling que encandila las pupilas que es patrimonio de estas tierras..."9

Eduardo Archetti explica la visión que Eduardo Lorenzo tenía del fenómeno social que significaba este deporte en 1928: "Borocotó acepta que el mundo rioplatense y sus equipos nacionales de fútbol están llenos de hijos de inmigrantes, hijos de europeos, pero éstos ya son bien criollos. Para Borocotó las raíces están evidentemente en la Pampa, y de esa manera presenta lo que era comúnmente aceptado en esa época: la imagen pastoral de lo nacional. Sin embargo vemos el arrabal a través del tango y muchos de sus jugadores de fútbol nacidos allí que harán famosa a la ciudad de Buenos Aires. La pampa y el arrabal aparecen unidas casi del mismo modo que en la representación de lo nacional que hace Borges. Las diferencias existen ya que Borocotó acepta el tango 'quejumbroso', o se el tango no querido por Borges, y define al fútbol como algo bien argentino y rioplatense."10

Para Arturo Pérez Peña "El fútbol es un deporte ingles, en su actual estructura, que llega a nuestras tierras, toma carta de ciudadanía y adquiere de inmediato una peculiaridad individualista que se resuelve y expresa en la 'gambeta'. La 'gambeta' es una institución porteña -la versión deportiva del tango- que consiste en una filigrana hecha con las piernas mediante la cual, un jugador determinado, prescindiendo de sus compañeros de equipo, se solaza en desconcertar a su enemigo ocasional. En Inglaterra el juego es de conjunto, hay un lugar señalado para cada jugador y cada jugador debe estar en su lugar; aquí no, un jugador se enfrenta con su adversario, mejor aun, lo chista, lo invita, y cuando el otro acepta el reto, comienza a bordar sobre el verde césped de la cancha intrincadas figuras. Va y viene sobre un metro cuadrado como un bailar'n de tango (obsérvese la similitud de la terminología: el futbolista le 'da un baile a su rival', el bailarín 'gambetea' el tango, la muchacha del tango 'gambeteaba la pobreza en la casa de pensión.')".11

 

Tango y Fútbol: Fervor de Buenos Aires


El fútbol y el tango van construyendo su identidad en forma paralela. Ambos contienen elementos que en este trabajo se entiende que conforman el espíritu de la tierra. Para Scalabrini Ortíz "las letras de tango marcan de más en más la trascendencia de una pequeña metafísica empírica del espíritu porteño". El baile y el juego es una preocupación para los intelectuales de la época que indagan en los puntos de contacto entre una danza abundante en figuras y el juego de toque, la gambeta, los cortes y quebradas.

Es interesante resaltar al respecto como Homero Guglielmini refleja el baile del tango en la forma de jugar que tiene el criollo, cuando explica: "En Parque Patricios rebrotará el tango veterano, acaso con los cortes y quebradas de los buenos viejos tiempos, y sobre la cancha de la milonga se reiterará el floreo ágil, sinuoso, compadrito, que hemos visto ejecutar alrededor de la pelota. Porque al fútbol y al tango se les ocurre a veces la pifiada compadrita que hacen resbalar la pelota y el taco en zumbón amago. Fiesta argentina por esencia en que entran a tallar su cuarto a espadas la pista de la pampa, la agachada del tango, el vistear del criollo, la travesura del porteño, el calor macizo de la hinchada, ese es el fútbol, el fútbol con sus banderolas enloquecidas en el cielo, con sus pies de danzarín en el suelo".12

 

El potrero y la calle adoquinada


La ciudad de Buenos Aires, según Scalabrini Ortiz, tiene una "facultad catalíptica de las corrientes sanguíneas". La geografía porteña es el ámbito donde el hombre de Buenos Aires "enfoca su devoción a las cosas porteñas, a su exploración y multiplicación. La ciudad es para él un ente vivo. (...) El amor del porteño a su ciudad cela su presente y se expande hasta el futuro: es un amor de padre y una pasión de amante."13

Es en la ciudad donde el "pibe" aprende a jugar al fútbol. Los ámbitos son varios: el primero y principal es el baldío, el potrero. A medida que la gran urbe crecía y los espacios verdes eran ocupados por edificios, la calle empedrada fue el espacio donde los chicos creaban una forma de jugar el fútbol y dominar la pelota.

El crecimiento urbano fue hostil para los jóvenes que buscaban una cancha donde asentar un club que representara al barrio. El profesor de Historia Julio D. Frydenberg analizó la relación entre la ciudad y el fútbol en su trabajo "Espacio urbano y práctica del fútbol, Buenos Aires 1900-1915". Allí explica que "la práctica del fútbol estuvo integrada, desde su inicio, por una serie de vivencias que lo transformaron en un escenario en el que se ponían en juego muchos de los valores básicos amasados por una buena porción de los grupos sociales. En este sentido el fútbol fue una experiencia dotada de una potencia nada común. Esa fuerza se expresó en la generación de lazos identitarios que tuvieron un correlato inmediato con el proceso de formación de la ciudad. El fútbol ayudó a armar la identidad vecinal y la porteña. A través de la participación en el drama social del fútbol, en la experiencia de la competencia, de la vivencia de las relaciones solidarias y horizontales, se fue diseñando la ciudad y las representaciones que de ella se constituyeron."14

"A pesar de la fuerte presión originada en el crecimiento urbano (loteos, propiedad de la tierra) uno de cuyos efectos fueron los traslados, la fuerza del apego simbólico del fútbol dio un novedoso resultado: la existencia en la ciudad de una enorme cantidad de clubes con sus canchas. Se produjo así, un extraño fenómeno y una de las peculiaridades de la asimilación del fenómeno del deporte moderno a la ciudad moderna". Después de señalar las numerosas mudanzas y traslados, Frydenberg sostiene: "Todo este movimiento es incomprensible si no se atiende al aspecto generacional que muestra a aquellos jóvenes buscando un lugar propio en una sociedad volátil. Una generación -en muchos casos hijos de inmigrantes- que deseaban mostrarse, distinguirse, en este caso expresado abiertamente en lucha por un terreno (espacial y simbólico), y mediante prácticas y valores propios".15

En Scalabrini Ortíz notamos una preocupación por los lazos fraternos entre la ciudad y sus habitantes que crecen y se alimentan unos a otros. En el medio, aparece el fútbol como el deporte que abrazan los criollos con un sentimiento popular que polariza su sensibilidad y es imán de sus emociones.

En ese contexto, Eduardo Archetti afirma que "del baldío y del potrero saldrán los jugadores de fútbol argentinos. No salen ni de los patios de los colegios primarios o secundarios, ni de los clubes, es decir de espacios controlados por maestros y directores técnicos. Es baldío, es como la pampa y el arrabal, un espacio de libertad. Los grandes jugadores serán, en consecuencia, productos puros de esa libertad que les permite improvisar y crear sin las normas o reglas impuestas por los expertos o pedagogos".16

El periodista Julio César Pasquato, Juvenal, afirma que del estilo impuesto por el potrero la identidad futbolística nacional hay sólo un paso. El alimento básico para el futuro crack era el potrero, "pero esa nutrición es básica para conocer lo mas importante que tiene este juego: los secretos de esa pelota saltarina y casquivana, que sólo obedece a quien sabe domar sus piques y rebotes inesperados, a quien sabe amasarla sobre el colchón del empeine sutil o ponerla bajo a suela del botín dominante. Los pibes que tienen potrero se acostumbran a competir con los más grandotes, por edad y por físico, saben ganarles por vivos, escurridizos y veloces. Tienen lo más importante: mamaron desde chicos la esencia de este juego que obliga a luchar pero que, fundamentalmente, exige jugar".17

El otro espacio lúdico era la calle empedrada, donde los chicos de la cuadra comenzaban a dibujar un lugar de pertenencia con el barrio, allí defenderían el honor barrial en los picados. El periodista y escritor Juan Sasturain describe el ámbito de la calle porteña y su importancia en el tallado del espíritu del juego: "Del potrero universal al pasillo dialectal, equidistante y contiguo de ambos ámbitos, se extiende la zona definitiva donde se cruzan lo natural y lo cultural, el lugar de paso cotidiano, la localización histórica de las grandes creaciones populares de nuestra cultura: la vereda, la calle que es su extensión natural, la esquina. El fútbol argentino se define en la vereda, donde se baila el tango primitivo, se juega la política de los partidos populares, se engendra la lengua viva que nos alimenta. En la vereda, con sus arcos naturales y sus posibilidades múltiples -un cabeza, un arco a arco, un mete gol entra, además del partido en sí de sábado a la tarde- no faltan las limitaciones del terreno que imponen la disciplina del dominio de pelota, la represión policial, la necesidad de resolver sobre la marcha ante la ausencia ocasional de uno que se va y la entrada de otro que se prende un rato para volver a partir. El fútbol argentino tiene potrero en la extracción social de los mejores, tiene zaguán y pasillo en el virtuosismo excesivo e improductivo del pisador que puede encontrar el arco como un lebrel, sin levantar la cabeza, pero tiene vereda y calle en lo que es definitivamente nuestro: la improvisación."18

 

El estilo argentino: la nuestra


Hasta aquí se enumeraron las características individuales del jugador nacido al calor del potrero, la calle y la pelota de trapo: la gambeta, el toque preciso -rasante y al pie-, pisada y pique. Así los equipos criollos forjaron un estilo de juego que renegaba del juego largo, el shot potente y el choque físico de ascendencia inglesa, "un juego algo más brusco, pero viril, hermoso, pujante"19 , según Jorge Brown, quien fue capitán de Alumni.

El espíritu de equipo entre los once jugadores de un colectivo debía conciliar con las características individualistas del futbolista argentino. El chico que se divertía gambeteando rivales sin largar la pelota, ante las exigencias de una competición de Liga, debía integrarse a un andamiaje que incluyera a sus compañeros. Al criollo le cuesta adaptarse a un sentido colectivo. "El porteño es el tipo de una sociedad individualista, formada por individuos yuxtapuestos, aglutinados por una sola veneración: la raza que están formando", decía Scalabrini Ortiz. La irresponsabilidad, "encerrado en si mismo, como en una cueva", hace que el porteño sufra cuando tiene que resignar en algún punto su libertad en función de un logro en conjunto.20

Los elementos citados por Scalabrini Ortiz como la amistad, el trabajo, la responsabilidad y el instinto entran en juego en la conformación de la personalidad del arquetipo del porteño, el mismo porteño que es el jugador que nació en los potreros y las calles de Buenos Aires. Una química especial hará que, respetando la destreza individual del futbolista, se conforme una amalgama entre los integrantes del equipo. Hay una figura que Archetti utiliza al respecto que nos ayudará a comprender el fenómeno: "...Se dirá que los argentinos no 'juegan al fútbol' sino que 'tocan fútbol', ya que son como virtuosos que tocan el piano o el violín. Por ello, un gran equipo de fútbol será como una orquesta compuesta por grandes individualidades. Lo típico del fútbol argentino pasará a ser el toque de pelota, el toque corto y veloz".21

Juvenal defiende la continuidad entre el potrero y el estilo criollo que fundó una escuela conocida como "la nuestra": "Los equipos que ganan, los que dejan una huella profunda en el alma del espectador y en la estadística, siguen siendo los que mejor manejan la pelota. Tocándola con precisión, con claro sentido de tiempo y distancia. Haciéndolo circular en sentido cambiante, tratando de sorprender a cada paso. Administrándola con fina técnica y exquisito buen gusto. Agregándole un toque de pimienta y picardía, mintiéndole constantemente al adversario. Toda esa nutrición futbolera que el jugador mamó desde pibe en el potrero."22

 

Consideraciones finales


Raúl Scalabrini Ortíz indaga el espíritu porteño y traza las líneas del ser nacional, un ser colectivo que no es tangible pero existe en el arquetipo del porteño, en el hombre de Corrientes y Esmeralda. Ese hombre que también piensa la ciudad, la política y la sociedad. En consecuencia, los fenómenos populares como el tango y el fútbol no le resultan ajenos. Todo lo contrario. Son parte esencial de la vida del hombre común que palpita el pulso de la ciudad desde el barrio, los amigos, el bar, la tertulia... y el fútbol. Hay intelectuales que se preguntan cómo se moldea el arquetipo del hijo de la tierra, cuales son las características del criollo, cómo se construye una identidad argentina que emerge de las aguas del Río de la Plata, el mismo río que transitaron los barcos que trajeron a miles de inmigrantes. Ellos poseían una idiosincrasia. Pero sus hijos forjaron una identidad propia.

En este trabajo pretendemos demostrar que la historia del fútbol argentino nos ofrece un lugar privilegiado para analizar cómo el espíritu de la tierra se ve en cada paso de la construcción de una forma de juego típicamente criolla: la nuestra.
Buenos Aires, noviembre de 1999

 

Notas:

1. Califa, Oche. "Raúl Scalabrini Ortíz. Hombre parado en Corrientes y Esmeralda". Diario Clarín, domingo 16 de octubre de 1988, pág. 16.


2. Scalabrini Ortíz, Raúl. El Hombre que está solo y espera. Buenos Aires. Plus Ultra, 1991, pág. 88


3. F.O.R.J.A fue fundada en 1935 por Raúl Scalabrini Ortiz, Arturo Jauretche y Homero Manzi, entre otros. Su consigna era: "Por el radicalismo a la soberanía popular. Por la soberanía popular a la soberanía nacional. Por la soberanía nacional a la emancipación del pueblo argentino".


4. Archetti, Eduardo. Prólogo. En Deporte y Sociedad, compilado por Pablo Alabarces y otros, Buenos Aires, Eudeba, 1998, págs. 9 a 13.


5. Di Giano, Roberto. "El fútbol como objeto de estudio de la sociología". Revista El Ojo Furioso. Otoño 1999. Año VII nro. 7, Buenos Aires, pág. 73. La cita pertenece al siguiente párrafo: "La riqueza interpretativa en este marco deberá alcanzarse rechazando, en principio, esa postura mecanicista que toma al fútbol como un mero reflejo social, pues esta manifestación cultural de carácter masivo tiene su propia especificidad que hay que tener muy en cuenta para no caer en argumentaciones simplistas. Y a partir de la aceptación de esta autonomía del ámbito futbolístico (que es ciertamente muy frágil por estar cruzado este deporte, en nuestro país, por pesados intereses políticos y económicos) podrá reconocerse que se ponen en juego en el fútbol muchos elementos que permiten leer algunos aspectos de la sociedad argentina y sacar conclusiones sobre ella."


6. Scalabrini Ortíz, Raúl. Op. cit.


7. Archetti, Eduardo. "Estilo y virtudes masculinas en El Grafico: la creación del imaginario del fútbol argentino", Desarrollo Económico, volumen 35, nro. 139, Buenos Aires, IDES, octubre-diciembre, 1995.


8. Marial, José. "El fútbol". En Literatura de la Pelota, compilado por Roberto Santoro, Buenos Aires, Papeles de Buenos Aires, 1971, págs. 218-222.


9. Lorenzo, Eduardo. "Borocotó". "Tres cosas nuestras: el fútbol, el tango y el alma criolla". En Homenaje al Fútbol Argentino. Revista La Maga, Buenos Aires, enero/febrero 1994, pág. 19.


10. Archetti, Eduardo. Op. cit.


11. Pérez Peña. "Presencia del porteño. El signo del fútbol". En Literatura de la Pelota, compilado por Roberto Santoro, Buenos Aires, Papeles de Buenos Aires, 1971, págs. 242-245.


12. Homero Guglielmini. "Una visión del fútbol". En Literatura de la Pelota, compilado por Roberto Santoro, Buenos Aires, Papeles de Buenos Aires, 1971, págs. 218-222.


13. Scalabrini Ortíz, Raúl. Op. cit.


14. Frydenberg, Julio D. "Espacio urbano y práctica del fútbol, Buenos Aires 1900-1915". En Ponencias presentadas en el 1er. Encuentro: Deporte y Sociedad, Buenos Aires, Area Interdisciplinaria de Estudios del Deporte-Universidad de Buenos Aires, octubre 1999, págs. 45-76.


15. Frydenberg, Julio D. Op. cit.


16. 16 Archetti, Eduardo. Op. cit.


17. Pasquato, Julio César. Juvenal. Fútbol en el alma. El jugador, la pelota y la cancha, Buenos Aires, Biblioteca El Grafico, Editorial Atlántida, 1997.


18. Sasturain, Juan. "Patear en la Argentina: potrero, vereda y pasillo". En Homenaje al fútbol argentino, Revista La Maga, Buenos Aires, enero-febrero 1994, págs. 20-21.


19. Brown, Jorge. "En 1921, Jorge Brown hablaba de fútbol antiguo y moderno". En Homenaje al fútbol argentino, Revista La Maga, Buenos Aires, enero-febrero 1994, pág. 6.


20. Al respecto, el escritor Ernesto Sábato incluye en su libro "Sobre héroes y tumbas" el siguiente párrafo: "... Y al final, pibe, se diga lo que se diga, lo que se persigue en el fóbal es el escore. Y te advierto que yo soy de los que piensan que un juego espectacular es algo que enllena el corazón y que la hinchada agradece, qué joder. Pero el mundo es así y a la final todo es cuestión de goles. Y pa demostrarte lo que eran esas dos modalidades de juego te voy a contar una anécdota ilustrativa. Una tarde, al intervalo, la Chancha le decía a Lalín: crúzamela viejo, que entro y hago gol. Empieza el segundo jastain. Lalín se la cruza, en efeto, y el negro a agarra, entra y hace gol, tal como se lo había dicho. Volvió Seoane con los brazos abiertos, corriendo hacia Lalín, gritándole: viste, Lalín, viste, y Lalín contestó sí pero yo no me divierto. Ahí tenés, si se quiere, todo el problema del fóbal criollo."


21. 21 Archetti, Eduardo. Op. cit.


22. 22 Pasquato, Julio César. Juvenal. Op. cit.

 

Bibliografía

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· SCALABRINI ORTÍZ, Raúl. (1991) El Hombre que está solo y espera, Buenos Aires, Plus Ultra.
Periódicos y Revistas
· Diario Clarín
· Homenaje al Fútbol Argentino. Revista La Maga, Buenos Aires, enero/febrero 1994.
· Revista El Ojo Furioso. Otoño 1999. Año VII nro. 7, Buenos Aires.

 

 

 


14- Mundial ´78: La cárcel de todos.

 

Eduardo David Abalo
Juan S. Montes Cató

Porque el mundial, para nosotros, es un desafío donde el fútbol no tenía nada que ver”
Roberto Maidana (periodista)

 


A través del proceso de reorganización nacional, lo que verdaderamente se proponían los militares en el poder era producir una refundación de la sociedad que abarcara tanto el plano económico como el político y el social. Esa refundación planteaba la existencia de un inicio, que estaría dado a partir del 24 de Marzo de 1976. A partir de ese momento, y de acuerdo al discurso de los militares, se produciría un punto de inflexión en el camino que llevaba del caos al orden. Ese caos se asimilaba al régimen democrático depuesto. como en otros momentos de la historia argentina, los militares se arrogaban ser la reserva moral de la nación.

Dos años después del golpe, en Junio de 1978, se lleva a cabo el mundial de fútbol en nuestro país. Este será utilizado para que el gobierno se legitime hacia dentro y hacia afuera. Hacia dentro, debemos tener en cuenta que un régimen no solo se basa en la coerción sino que debe tener al menos un mínimo de consenso, para lo cual apela a una serie de políticas y dispositivos que lo lleven a lograr esto último. En este sentido resulta importante el aspecto simbólico sobre todo si tenemos en cuenta que a través de el circulan valores, creencias e identificaciones.

Las imágenes de los medios masivos resultan de importancia para este objetivo ya que reúnen una serie de características que lo diferencian de otros campos donde circulan los imaginarios . En efecto, tienen la particularidad de llegar en un mismo momento a un número cuantitativamente importante de la población. Esto sumado, por un lado a la importancia que tiene el fútbol en nuestro país como fenómeno social y cultural, más los procesos de censura y autocensura que se manifiestan en un régimen autoritario que impide la libre circulación de mensajes alternativos, hacen que aquellas imágenes se tornen en ámbito privilegiado a través del cual se busca la legitimación de determinado orden.

Hacia fuera, esas imágenes son de vital de importancia en la medida que permiten emitir en gran parte del mundo. Con ellas se buscaba mostrar que la imagen crítica que en esos momentos circulaba en los países democráticos acerca de la situación imperante en el país resultaba equivocada cuando no parcial y maliciosa.

Teniendo en cuenta lo anterior, intentamos captar los objetivos que se plantean a través de una determinada "puesta en escena", partiendo del supuesto de que no existe una inocencia de las imágenes sino que, por el contrario, la selección de ciertas imágenes en lugar de otras, sumado a lo que ellas dicen y a lo que callan, lo que muestran y ocultan y la forma en que son presentadas, hacen que estas conlleven una carga valorativa y una intencionalidad ideológica a partir de lo cual se pretende que solo sea una la lectura legítima que se haga sobre determinado acontecimiento.

Para cumplimentar dicho objetivo analizamos el film-documental "La fiesta de todos" dirigido por Sergio Renán, noticieros de la época que tenían como referente el mundial de fútbol y propagandas producidas por el propio gobierno. Haremos hincapié en los aspectos sonoro-auditivos y lumínico-visuales, integrando no solo una pluralidad de sentidos perceptivos (vista y oído) sino también una pluralidad de lenguajes asociados a cada uno de ellos (imagen, sonido fonético, sonido musical, ruidos y diversidad de grafismos u otras señales inscritas en la imagen) que mas allá de las estructuras estrictamente perceptivas ponen en juego una amplia gama de sistemas culturales: reconocimiento, identificación y enumeración de objetos, conjuntos de simbolismos y connotaciones.

 

Orden y éxito

La película "La fiesta de todos" posee un relato de tipo épico, en el del cual los héroes, en este caso el conjunto nacional y por que no su extensión en el público que vive las diversas instancias como si estuviesen ellos mismos disputando cada partido, deben recorrer el camino mas dificultoso para llegar al éxito final. El relato apela a los componentes que constituyen las grandes relatos: esfuerzo sobrehumanos, desaliento, conquista, son algunos de ellos.

El comienzo del film marca claramente cuales serán los objetivos que se plantea. Un toma aérea del estadio de River Plate colmado de público momentos antes de la fiesta de inauguración otorgan una imagen de majestuosidad y de objetividad, en la medida en que se presenta como el ojo que todo lo ve.

La primer toma en primer plano es la del general Videla observando la ceremonia , para realizarla se utiliza el recurso del contrapicado, mediante el cual se logra el doble objetivo de mostrar al presidente como un simpatizante mas -se encuentra parado en la tribuna-, pero nunca deja el lugar central de la imagen, ubicandose por encima de todos ellos, inclusive de Massera que aparece a un lado.

La secuencia se complementa con la afirmación del locutor expresando que el éxito se ha logrado gracias al esfuerzo de todos. Sin embargo, simultáneamente se afirma que se ha logrado a través del trabajo y capacidad de los hombres que lo organizaron. Esto se encuentra reforzado por las imágenes de Lacoste -presidente del Ente Autárquico Mundial ‘78- y de Merlo. En este sentido, el significado denotado es que si bien el mundial congregó a todo el país eso fue logrado bajo la dirección de las autoridades militares; aquella toma contrapicado no deja lugar a duda acerca de la analogía planteada entre la organización del mundial y la de la sociedad.

A lo largo del film aparece constantemente apelaciones al orden, a un determinado orden. Las imágenes de la fiesta con ejercicios marciales, acompañadas del desfile de las bandas militares, además de las permanentes imágenes de numeroso público festejando pacíficamente, entre otras, hacen referencia a ese valor. Inclusive cuando se realizan los cánticos en los estadios la sensación transmitida es la de tranquilidad, de un entusiasmo controlado, sin desmanes ni excesos. En el único momento del film en donde el orden aparece perturbado es cuando el humilde poseedor de una verdulería canjea su fuente de sustento por seis entradas para final del mundial a pesar del ruego desesperado de su esposa e hijos. Es interesante destacar que esto último va de la mano de una concepción acerca de que los sectores mas desfavorecidos requieren de un tutelaje que guíe sus actos y controle las pasiones irracionales a las que se encuentran sometidos.

Como hemos visto el valor del orden aparece identificado a lo estrictamente militar, asimismo se impone una terminología con una impronta belicista para referirse y explicar lo social: “centro de operaciones”, “pleito”, “estaba resuelto, faltaba la última batalla”.

La idea de éxito también se encuentra permanentemente presente en el film y en las propagandas televisivas. No solo se hace referencia al triunfo deportivo, sino también a la posibilidad de haber podido realizar el mundial, lo cual es prueba que el país se encuentra a la altura de la grandes potencias. Esta idea de éxito se encuentra asociada en todos los casos al ímpetu en las construcciones de infraestructura: imágenes de los estadios remodelados o íntegramente construidos, el edificio de ATC (Argentina Televisora a Color), el aeroparque internacional Ezeiza, o las autopistas son algunas de las imágenes que predominan en el relato.


Fútbol y argentinidad

Luego de los fracasos acumulados por la selección en los últimos mundiales, se planteaba la necesidad de un cambio en el estilo de juego del equipo nacional. Esos fracasos no se referían solo al ámbito deportivo sino que se asimilaban a una continuidad de frustraciones recientes y profundas en el plano político y económico. Por dicha época va tomando cuerpo un discurso que apela a volver a las fuentes del verdadero fútbol argentino, dejando de lado técnicas, estilos y variantes ajenos a nuestro sentir. Será la figura del director Cesar L. Menotti quien encarne esa revalorización del fútbol argentino. Esta tendencia va a entroncar con las apelaciones militares a volver hacia aquellos valores patrióticos, cristianos y occidentales que hacían a nuestro ser nacional y que eran atacados por tendencias foráneas; identificadas con el marxismo internacional. Una propaganda de la época apela a terminar con los extremismos y se pregunta:

¿En nombre de qué cayeron los mártires de esta lucha: en nombre de Dios, de la patria que nos brinda todo para vivir en la paz del trabajo y el hogar”

Dios, patria y hogar, tríada esta que constituye los valores fundamentales del ejército.

Las palabras del propio técnico nacional contribuían a acentuar esa relación, ya que en un reportaje concedido, afirma que:

“Es necesario manifestar a través del fútbol una forma de vida propia de los argentinos”

En numerosos pasajes del film se utiliza la dicotomía fútbol nacional bonito y elegante, y el fútbol extranjero como uno basado en la fortaleza física. Estas referencias se encuentran complementadas con imágenes en donde jugadores de los equipos europeos cometen duras infracciones a los jugadores del equipo nacional y de otros conjuntos latinoamericanos.

Esta recuperación de lo argentino se hacía evidente en la elección de la imagen emblemática del certamen: Mundialito estaba asociado a una vuelta a la Pampa, al “inconmensurable territorio”, la tierra, el trigo, las vacas, la “reconstrucción” de país “ladrillo a ladrillo”, “la pureza de la naturaleza”, “las cosas nuestras”...

Paradójicamente, a la vez que se plantea una vuelta hacia los "orígenes" nacionales, esto queda circunscrito solo para el plano político-social, porque en relación al plano económico se comienza a instaurar un sistema que apunta a desarticular la industria nacional que en alianza con los obreros industriales serían los causantes de gran parte de los "males" que el gobierno militar pretendía erradicar. La reforma financiera de 1977, la política de levantamiento de barreras arancelarias, de eficientización de la economía y de transferencia de recursos de la industria hacia otros sectores que implementaron los militares apuntaban a ese objetivo.

Nosotros y los otros

Para aquellos objetivos que se planteaban tanto hacia fuera del país como hacia dentro, era necesario mostrar una imagen de cohesión, aunque la lectura que se hiciera de ella fuera diferente en cada uno.

Hacia fuera circulaban básicamente las imágenes transmitidas a través de la televisación de los partidos del certamen. Durante las transmisiones, y sobre todo cuando jugaba el seleccionado argentino, se realizaban frecuentes paneos aéreos de las tribunas repletas de los estadios, seguidas en su mayor parte, por planos del público presente. Los cánticos de los simpatizantes, el agitar de innumerables banderas celestes y blancas, la infinidad de papelitos arrojados en cada presentación del equipo local, la alegría y la preocupación reflejada en los rostros de los espectadores según las alternativas de encuentro, expresaban el apoyo de todos y cada uno. Ello era coherente con un discurso oficial que apelaba a la unión de todos los argentinos y que se oponía a las denuncias que desde el exterior se lanzaban contra la situación política y social imperante en el país. La suelta de globos y de palomas ayudaban, en el caso de la fiesta de inauguración, a completar el cuadro: todos unidos y en paz.

Hacia el frente interno el objetivo era el de mostrar unidad, a la vez que se buscaba crear un mínimo de consenso así como advertir a los opositores sobre lo equivocado de su posición. Cuando no de lo peligrosa de esta.

La película “La fiesta de todos”, filmada con una finalidad de consumo interno, se refería a estos objetivos. A través de las imágenes de los diferentes partidos disputados se le sumaban los festejos del público argentino en las calles, aún en la adversidad. Todo esto era articulado mostrando como diferentes hombres y mujeres vivía el desarrollo del torneo.

Todo era festejo, todo era fútbol, todo era argentina y triunfalismo. Esa unanimidad se expresaba en diferentes momentos del film.

No solo los hombres adultos eran los protagonistas de esa fiesta, todas las generaciones se hacían presentes. La imagen del abuelo italiano, su hijo y nieto siguiendo atentos las alternativas de los partidos de Argentina son indicadores de ello.

Inclusive las mujeres estaban comprometidas, tal como los mostraban los variados planos que de ellas se tomaban en las tribunas de los estadios. Como decía una de las protagonistas, ellas ingresaron con sus propios argumentos, aunque reproduciendo el papel que tenían asignado en la familia tradicional: cuando se jugaban los partidos, los platos no se lavaban; sus comentarios acerca de los encuentros se limitaban a factores tales como la elegancia y la belleza de ciertos jugadores, sobre todo de la selección nacional.

La importancia de la familia era destacado en numerosas oportunidades. El único de los protagonistas que se encontraba solo y que no hacía referencia a su parentesco era precisamente el único que se oponía a la corriente triunfalista, aunque con argumentos prácticamente indefendibles.

Será ese mismo personaje quien, luego de dudar de la calidad del equipo argentino, será golpeado por sus interlocutores, seguros del avance incontenible de los colores celeste y blanco. Ese ataque sumado a las varias situaciones en los que estuvo a punto de ser golpeado incluso por sus amigos, evidenciaba el peligro a que se enfrentaban todos aquellos que se oponían a la “voluntad de todos”. Luego de la golpiza recibida, aquel saca su banderita y, solitario, comienza a saltar al grito de Argentina, Argentina.

La ciencia, representada en la figura del historiador Félix Luna, comentando acerca de las bondades de aquella unanimidad contribuía:

“Estas multitudes delirantes, limpias, unánimes, es lo mas parecido que he visto en mi vida a un pueblo maduro, realizado, vibrando con un sentimiento común y sin que nadie se sienta derrotado o marginado; y tal vez por primera vez en este país, sin que la alegría de algunos signifique la tristeza de otros”

La ubicación de la cámara, situada por debajo de la escalera en la que esta parado el historiador, busca connotar que los acontecimientos y las pasiones no influyen en sus interpretaciones porque el historiador se encuentra por encima de estas; por ende, toda afirmación sustentada por el “científico” adquiere rasgos de objetividad y verdad. Y la verdad no se discute.

Esta concepción acerca de la conducta de la gente lleva a una estigmatización de la diferencia, tal como aparece con las actitudes que provoca la oposición de aquel solitario a la realización del mundial y a las posibilidades de ganarlo. En la misma línea, dentro del interés y la pasión que el mundial despertaba en cada uno y en todos, la única excepción la constituye un peluquero, quien, con una voz y gestos que harían dudar de su virilidad, afirma que el fútbol es “un juego de brutos”, y que prefiere ver una novela. No obstante ello, un grupo de mujeres, sus clientas, lo obligan a que ponga el partido.

Podría sostenerse que detrás de estos ejemplos de no respeto a las diferencias habría una crítica al sistema que las institucionaliza, al menos formalmente: la democracia.


Cuando el contenido desborda el film

Las sociedades no son del todo homogéneas y por ello nunca los imaginarios se establecen o se legitiman totalmente. A cada momento surgen versiones renovadas, divergentes, heréticas que lo cuestionan y ante los cuales el poder hegemónica desarrolla mecanismos para sofocarlos . En este sentido, nuestra mirada no se ha centrado solamente en los aspectos de continuidad de los imaginarios hegemónicos presentes, sino que intenta captar las zonas de tensión, de conflicto; aquellas zonas en donde el mensaje no adopta una linealidad en su sentido, sino que deja lugar a la ambigüedad. En el film, se entrevén ciertas “fisuras” en el mensaje que pretende ser hermético.

Como hemos destacado, las primeras secuencias del film transcurren en un marco de mucha luminosidad natural, de tomas panorámicas y en el exterior , estos recursos congregados tienden a generar una imagen de serenidad y de cierto optimismo por el hecho de haber llegado a completar las obras y demás tareas para que el mundial se presente adecuadamente. La contraposición aparece cuando a través del relato se hace referencia a la presentación del conjunto Argentino en el Mundial. Las tomas presentan una avenida desierta, por donde no circulan personas, ni automóviles, acompañado de una tenue luz artificial , casi a oscuras; a diferencia de otros pasajes del film, aquí no se oye la música festiva que acompaña otras instancias, de hecho la toma de la avenida carece de sonido alguno. Una voz en off del director del plantel de fútbol expresa:

“Nosotros fuimos el centro, de un país detenido”

En ese marco la frase suena por demás sugestiva. Desde el punto de vista deportivo la frase “un país detenido” hace referencia al gran interés que despierta en los argentinos el desarrollo del mundial, sin embargo no puede pasarse por alto un sentido que lo subyace, un sentido político que hoy a través de una mirada retrospectiva resulta evidente: el país se encontraba encarcelado en sus propias fronteras.

 

A modo de reflexión final

A través de este trabajo hemos querido evidenciar que detrás de los objetivos de una determinada puesta en escena de un acontecimiento deportivo, subsisten intereses que exceden lo estrictamente futbolístico. Dichos objetivos asumen características políticas e ideológicas que no pueden desprenderse del contexto en el cual se desarrollan.

Como plantea Bronislaw Baczko “todo poder se rodea de representaciones, símbolos y emblemas, que lo legitiman, lo engrandecen, y que necesita para asegurar su protección”, es por esto que nos ha parecido pertinente indagar los dispositivos que el régimen militar utilizó para imponer al campo simbólico un determinado sentido.

El análisis de las imágenes seleccionadas nos han develado que quizás el principal objetivo consistió en presentar y apelar a una supuestas unanimidad tanto de sentimientos, creencias y valores. Esta unanimidad que se manifiesta tanto a nivel argumentativo como desde los aspectos técnicos (sonoros y visuales) a la ves ocultó lo distinto.

La diferencia no se manifiesta y cuando excepcionalmente lo hace es profundamente estigmatizada. En este sentido, todo el mundial actúa como un velo de ocultamiento.

Cada estadio ocultaba una sala de tortura; River ocultaba la E.S.M.A.; el Chateau Carrera ocultaba la Perla; Velez el Olimpo; Mar del Plata la Unidad Regional; Mendoza el, Liceo Militar y Rosario el Segundo Cuerpo del Ejército. Las miles de presencias en los estadios a otros tanto desaparecidos .

Finalmente esta pretendida unidad nacional, solo hacía referencia a lo que Villareal a denominado homogeneización por arriba, la contra cara de este fenómeno es un violento proceso de heterogeneización por abajo.

 


BIBLIOGRAFÍA

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15- Recuperar el fútbol. (Osvaldo Bayer).

 

Osvaldo Bayer

Publicado en la Revista Lote número 13

 

"¿Cómo hacer para terminar con la perversión del más hermoso juego colectivo de los humanos? ¿Cómo hacer que lo bello quede bello por sí mismo sin que pueda venderse? En el principio fue la nobleza del desinterés, el afán de jugar por el juego mismo. Volver entonces a las fuentes, a la utopía."

¿Para qué vamos a intentar más explicaciones sociológicas? Las botellas de 2,25 litros de Coca Cola lo dicen todo: "Viví fútbol, soñá fútbol, tomá Coca Cola". El dedo de Sensini ocupó más espacio que la ola de depredación en las escuelas bonaerenses. Un signo más que singular de violencia en la decadencia. No es ya la Biblia y el calefón, es el calefón en el altar y nada más. Pero no es un tema sólo argentino: en el primer mundo, Alemania, por ejemplo, el fútbol tuvo diez veces más espacio en los medios que el problema de la desocupación. Una desocupación de millones de desocupados, para hablar con propiedad. En Europa hay más desocupados que todos los espectadores juntos que concurrieron a las canchas del mundial de fútbol. Para qué hacer una sesuda interpretación sociológica o preocuparse por las posibles consecuencias en la sensibilidad humana: viví fútbol, soñá fútbol, tomá Coca Cola. Y decí siempre sí y sí y sí. Re-re-reelección.

Y sin embargo. Fútbol es juego. Jugar. Maravilloso. Pero le ha pasado como al hogareño entretenimiento de los naipes. De pronto, asomó el dinero y se estropeó todo. Havelange, millonario truhán amigo de dictadores de picana y capucha tomó a su cargo la prostitución del esférico; Samaranch, funcionario del tristemente célebre Francisco Franco –fusilador fascista de las más hermosas criaturas humanas de un pueblo– negocia los juegos olímpicos. El negocio es perfecto. Negocio con inmoralidad política. Soñá fútbol y tomá Coca Cola.

En la transmisión televisiva del match Escocia-Noruega, los locutores televisivos informaban entusiasmados que el seleccionado escocés cambia las camisetas en cada nuevo partido. De manera que los hinchas, incentivados, para no perderse una sola camiseta, compran y compran, y así el treinta por ciento del presupuesto de la selección es sostenido con la venta de camisetas. (¿Cómo era aquello antes de "la camiseta es sagrada", o "los colores no se venden"?). Pero eso no es nada, tal vez peor es la jeringonza estúpida de radios y televisoras sobre lo que dijo el muñeco y lo que no dijo el piojo. Estupidización. La mejor arma para capar la protesta, someter al rebelde, tapar el lodo de las villas miserias, negar la humillación del viejo jubilado. Viví fútbol y si no te alcanza para comprar Coca Cola, soñá fútbol.

Pero no han podido quitarle belleza al fútbol como concepción. Lo han prostituido, sí, y con él nos hemos prostituidos todos. Hoy, Miguel Angel estaría pintando para Coca Cola y su representante sería Havelange. Pero los cuadros de Miguel Angel pintados antes estarán siempre en toda su belleza; a esos sí que es imposible de prostituir. En un librillo que escribí titulado "Fútbol Argentino", que prologó el querido amigo Osvaldo Soriano, hice esta definición del juego de los once: "Todo fue una leyenda, un magnífico cuento de magos, volatineros, malabaristas y hasta clowns. De titiriteros de gran proscenio. Un teatro inigualable para niños y grandes, y para niños grandes".

"Un encuentro humano con alegrías y lágrimas, con ruidos y espantos. El circo de la gente pobre, la misa de campaña de los solitarios que quieren sentirse acompañados por una vez. Pero también el circo de los ricos y aprovechados, de los eufóricos y de los aburridos. Es la humanidad en el pequeñísimo cosmos de un cuadrilátero verde. El juego, tan humano como la risa, el llanto, el amor. Jugar, ver fútbol es también jugarlo.

"Un juego capitalista porque se requiere rendimiento, afán de ganar, de ser superior. Un juego socialista porque necesita el esfuerzo de todo el equipo, de la ayuda mutua para obtener el triunfo, que es una vida mejor. El gol es de todos cuando todos trabajamos para él. El sueño, la esperanza, el gol. El gol es la felicidad.

"Pero también es el miedo. El miedo del arquero ante el penal, el fracaso, la derrota. Lo imprevisto. Todo demasiado humano. La vida.

"Dijeron del fútbol que es la banalidad más hermosa del mundo. O también que es un escapismo que trabaja con nuestras fuerzas y debilidades. En fin.

Al entrenador alemán Sepp Herberger le pidieron que definiera el fútbol. Luego de mucho cavilar respondió: "La pelota es redonda".

¿Un humorista ? ¿Un sabio ? ¿Un posmoderno? ¿Un resignado? ¿Un socrático? ¿O meramente un superficial?

"Sócrates y Discépolo hubieran contestado: "La vida es una pelota".

"Bien, de acuerdo. Pero por lo menos pateémosla con alegría y hacia adelante".

A esto lo escribí hace una década como base del filme que se llamó "Fútbol Argentino". Hoy, ante el tristísimo y obsceno espectáculo del mundial de Francia, agregaría las armas que tenemos que ejercitar para recobrar la dignidad del fútbol, para que el fútbol nos ayude a ser más humanos y nos acompañe a emprender por fin el camino al paraíso.

¿Cómo hacer para terminar con la perversión del más hermoso juego colectivo de los humanos? ¿Cómo hacer que lo bello quede bello por sí mismo sin que pueda venderse? En el principio fue la nobleza del desinterés, el afán de jugar por el juego mismo. Volver entonces a las fuentes, a la utopía. Lo amateur, el deporte por el cuerpo y por la belleza y no por el interés del dinero. Regresar las olimpíadas de antes donde quedaba descalificado quien representaba a una empresa o recogía el billete en su cuenta bancaria, y donde no había calificación por nacionalidad. Si no hace muchas décadas se pudo llevar a cabo este concepto, ¿por qué no se puede regresar a él ? Poner la denominada "profesión" del deportista en el mismo plano que la droga. El que recibe dinero debe pasar al plano del desprecio ciudadano como quien se droga para obtener mayores resultados.

Todo tiene que comenzar con el ejemplo que se convierta en ejemplo: el boicot a concurrir a todo espectáculo deportivo en el cual los intervinientes tengan alguna marca comercial en la camiseta. Promover entre la juventud el amateurismo. Los docentes tienen que ser la columna del nuevo edificio que eleve a la nobleza al juego por el juego mismo. Antes todo deportista, entre ellos los futbolistas, tenían el oficio o la profesión del resto de la población y el juego era como el recreo para después del trabajo o para los sábados a la tarde y los domingos. ¿Que todo es una utopía ? Pues sí, y déjesenos seguir soñando. Pero es utopía basada en un pasado que existió y que también fue muy bello como espectáculo.

Claro, para eso hay que insuflarle desde chico al ser humano que el deporte no se hace para ganar si no para gozar. Un torneo deportivo no tiene que terminar con un millón de dólares para los vencedores sino con una copa para escanciar el sorbo de vino de la solidaridad y la concordia. Vencer no significa vencer sino regocijarnos todos en el abrazo de los noventa minutos de la amistad bordada por los goles.

¿Pasos? Espacios verdes para que los niños y los jóvenes puedan ser todos protagonistas en el césped y no vayan a los estadios a matarse a palos o agredirse como bestias acorraladas por el egoísmo y la violencia.

Enseñar a despreciar a quienes se drogan con la pelota televisiva. Al vencedor, la corona de rosas y no los dólares para que termine drogado o borracho frente a sus propias hijas.

Entonces, basta de psicologismos y maldiciones sociológicas. El fútbol es demasiado hermoso como para que todo se centre en la eterna discusión de si Pasarella debe recibir o no el porcentaje de Coca Cola cuando en las conferencias de prensa se ponga el cartel de la bebida. No sigamos en eso y no hagamos víctimas a nuestros hijos y nietos arrimándolos al televisor en vez de abrirles la puerta para que correteen bajo el sol o la lluvia. Que las organizaciones comunales inicien campeonatos donde todos se sientan protagonistas y le hagan un corte de manga a las barras bravas y a los Havelange y Grondona.

No es tan utópico pensar que el asco va a ir ganando adeptos y la pantalla se va a convertir en aquello que llamábamos baldíos para hacer "picados" y los campeonatos mundiales de fútbol de mil millones de dólares financiados por los más poderosos massmedia de la historia se transformarán en juegos florales donde saldrán campeones los jamaiquinos y nigerianos por la belleza de sus movimientos.

Será el momento en que podamos repudiar a aquél Pasarella a quien se lo vio sonreír una sola vez: cuando levantó la copa mundial mirando al dictador Videla como asegurándole que la habían ganado juntos. O al actual entrenador alemán Berti Vogts que fue jugador en el mundial de los comandantes de la desaparición y que declaró que él se había sentido muy bien en Buenos Aires porque todo era muy tranquilo y sin signos de violencia, a pesar de todos los informes de los organismos internacionales de derechos humanos. Y también al señor entrenador Griguol, quien fue a rendir su homenaje al desaparecedor Viola, en su entierro, mostrando todo su necio corazón totalitario.(Yo hincha de Rosario Central cúanto me alegré cuando salimos campeones con Griguol, pero, después de haber hecho su camino de alcahuete póstumo del sanguinario desaparecedor, ya ni siquiera siento un ápice de nostalgia por aquellos momentos felices.)

Ni el dinero, ni el vasallaje a los intereses políticos tienen que ensombrecer a un deporte tan querido. Tratemos de purificarlo cada uno en el lugar donde se sienta responsable ante la sociedad por la grandeza del alma y la belleza de las formas.

 

 

 

 

 

 

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