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Primera Sección

 

 

Índice de Contenidos

 

1- Las contradicciones del fútbol brasileño. (Dr. Jocimar Daolio).

2- Fútbol y modernidad en Brasil: La geografía histórica de una novedad. (Gilmar M. de Jesús).

 

 


 

1- Las contradicciones del fútbol brasileño.

 

Prof. Dr. Jocimar Daolio (Brasil)
Facultad de Educación Física - Universidade Estadual de Campinas

 


Otra vez nos encontramos frente a una Copa del Mundo de Fútbol y el país se prepara para este evento de una forma más intensa de lo que haría ante cualquier competición de otra modalidad deportiva. En ese momento, podemos afirmar la importancia que el fútbol tiene en el país, ocupando el lugar de deporte número 1, la pasión nacional. Es el llamado deporte bretón que más sacude a las masas, movilizando la energía enfervorizante de cada uno de los brasileños. En época de la Copa del Mundo, el fútbol es lo que termina actualizando y renovando el espíritu de nación, a pesar de que es algo poco practicado últimamente por el sufrido pueblo brasileño.

Ahí surge la pregunta que intriga a todos los estudiosos y simpatizantes de este deporte: cómo fue posible que una modalidad deportiva surgida en Inglaterra, traída a Brasil en 1885, se haya vuelto ya desde los primeros años del siglo XX una práctica extremadamente popular?. Esa popularización es todavía más impresionante cuando recordamos que la divulgación de eventos deportivos era muy limitada, ya que la televisión, que hoy es la gran responsable de la transmisión de los espectáculos deportivos, en aquel momento no existía.

De hecho, el fútbol es el principal deporte nacional, su estilo de juego es una referencia mundial y los principales jugadores brasileños son ídolos en todas los rincones del planeta, siendo solicitados por equipos de distintos países. Ronaldinho quizás sea el principal atleta del mundo en la actualidad. De la misma forma como lo fueron, retrospectivamente Romario, Zico y Pelé.

Como todos sabemos, el fútbol llegó a Brasil por medio de jóvenes de clase alta y los primeros equipos aparecieron en los clubes cuyos socios representaban la élite de la sociedad de la época. Mientras tanto, ya en los primeros años de este siglo, comenzaron a surgir equipos de fútbol no pertenecientes a colegios, fábricas o clubes sociales de élite, tales como Ponte Petra, en 1900, o Corinthians, en 1910, además de otros. Era el inicio de la conquista del fútbol por parte de la población brasileña, no sólo los representantes de la clase alta. En 1923, en Río de Janeiro, el Vasco da Gama logró el campeonato estatal con un equipo integrado por negros y mulatos -pobres-, hecho que incomodó a los dirigentes e hinchas que todavía intentaban sostener el fútbol como un deporte blanco y de élite. Era la victoria de la técnica de los jugadores populares sobre la imposición elitista todavía ligada a la tradición británica. En 1933, fue adoptado el profesionalismo, con gran resistencia por parte de aquellos que todavía pretendían un cierto purismo en el fútbol brasileño.

El fútbol brasileño alcanzaba en esa época un estruendoso suceso nacional, escapando al control de los dirigentes de clubes o directores de escuelas extranjeras o dueños de fábricas, para ser practicado en las playas, potreros, en fin, por todo el país. Ya se veía gran cantidad de público asistiendo a los partidos de fútbol. La tercera Copa del Mundo de Fútbol, realizada en Francia, consagró el estilo de juego brasileño, llevando al país a la tercera ubicación en la competencia, y destacándose jugadores negros como Domingos da Guia y Leonidas da Silva, estrellas principales de ese equipo.

Se pueden dar diversas explicaciones a esa popularización del fútbol brasileño. Una de ellas es el alto porcentaje negro en la población nacional y la facilidad de esta raza en una modalidad deportiva que tiene en los pies su principal instrumento de acción. De esta manera, sería propio de los negros una disponibilidad corporal que los llevaría a practicar actividades físicas rítmicas en forma más coordinada. Siguiendo esa línea de pensamiento, se explica también la práctica de la capoeira, de la samba y de otras danzas originarias del continente africano. Los defensores de esa teoría defienden las ventajas atléticas de los negros en competencias deportivas, siendo ejemplo de ésto varios jugadores negros, destacándose en especial, Pelé.

El problema de esa teoría es que se limita a explicar la popularización del fútbol en Brasil a partir del componente biológico de la población negra, como si existiera un gen para el fútbol. La relación entre la población negra y la práctica del fútbol existe, pero obviamente se debe, no a la dimensión congénita, sino al mayor porcentaje de negros y mulatos en los sectores populares. Fue éso lo que se comprobó con el Vasco da Gama, que tuvo que admitir jugadores negros para conquistar el campeonato de Río de Janeiro de 1923. Es ilustrativo aquí el recuerdo que, por esa época, algunos negros tenían que ser blanqueados con polvo de arroz a fin de parecer no tan negros y, de esta manera, ser aceptados por los socios blancos de los clubes.

Otra posible explicación para la popularización del fútbol brasileño sería la facilidad para la práctica de ese deporte, tanto en cuanto a reglas, como en cuanto a espacio y equipamiento. De hecho, las reglas del fútbol son de fácil comprensión en relación a las de los otros deportes. Su práctica se puede llevar a cabo en cualquier lugar -campo, playa, terreno baldío, calle- y la pelota, el único material obligatorio, puede ser reemplazada por una pelota hecha con una media, plástico, lata, chapita, etc. Con vestimenta completa o no, con pelota de cuero o no, en un terreno demarcado o no, todos juegan al fútbol.

Entretanto, esa facilidad para la práctica del fútbol, que puede ser considerada facilitadora para la población, no parece ser absoluta para que podamos comprender la enorme popularidad de este deporte en el país, toda vez que otras modalidades deportivas habrían llegado al país para la misma época que el fútbol, exigiendo también pocos implementos y reglas de fácil comprensión. De todas maneras, no parece satisfactorio explicar el fútbol por lo que lo diferencia de otras modalidades.

Ni la explicación biológica (las ventajas de la raza negra), ni la explicación funcionalista (la facilidad para la práctica del fútbol) alcanzan para dar una explicación. Sin que incursionemos en el mérito de ambas teorías, parece haber existido una combinación entre el código del fútbol y el contexto cultural brasileño. En otras palabras, el fútbol demandaría un estilo de juego, una exigencia técnica y una eficiencia, que se adecuaron a las características culturales del pueblo brasileño. Así, el nuevo deporte que provenía de Inglaterra no ofrecía simplemente momentos lúdicos de diversión a sus practicantes, sino que permitía principalmente la vivencia de una serie de situaciones y emociones típicas del hombre brasileño. Eso explicaría el alto poder simbólico que el fútbol fue adquiriendo a lo largo de este siglo, pasando a representar al ser brasileño, de la misma manera que lo hacen otros fenómenos nacionales, como por ejemplo, el carnaval.

Basta que observemos hasta qué punto el fútbol está presente en nuestras vidas. Cuántas músicas reflejaron al fútbol; cuántas películas, piezas de teatro y novelas tuvieron al fútbol como personaje principal o como escenario para sus argumentos; cuántas horas diarias la prensa televisiva y radiofónica se ocupan del fútbol; cuánto espacio diario del periódico se dedica a este deporte, en detrimento de la cobertura de otros; cuántas emisoras de radio transmiten el mismo partido la tardes de domingo. La final del campeonato brasileño de fútbol de 1997 entre Vasco da Gama y Palmeiras llevó al Maracaná más de 100.000 simpatizantes, además de muchos otros que siguieron el juego por televisión, en vivo o en las transmisiones posteriores. Regularmente muchos hinchas acompañan a su equipo, llegando a viajar para apoya a sus jugadores.

Un dato de la dimensión de los números del fútbol brasileño es la reiterada afirmación de que un estadio con 10.000 espectadores se vería vacío. Sin embargo, en qué otro deporte un conjunto de simpatizantes como éste sería considerado pequeño?. Esa afirmación parece ir de la mano de la dimensión de los estadios de fútbol esparcidos por Brasil, muchos de ellos, de tan inmensos que son, jamás agotan su capacidad.

Es interesante considerar como nuestro lenguaje cotidiano está impregnado de términos futbolísticos, tales como "parar la pelota", "hacer la media cancha", "dar un puntapié", "hacer una zancadilla", "hacer un gol olímpico" y muchos más. Estas expresiones son utilizadas por todos, inclusive por aquellos que no son hinchas fanáticos. El hecho es que esas expresiones fueron incorporadas por la sociedad brasileña, teniendo un preciso significado en la vida cotidiana de todas las personas.

Otro ejemplo de la popularidad del fútbol es la fidelidad de los hinchas hacia sus equipos. Aunque no esté pasando por una buena racha o que el equipo descienda a segunda división, el hincha nunca se cambia de equipo. Sufre con él, justificando cuando ésto ocurre, volviéndose todavía más fanático. En Brasil, esa fidelidad viene desde el día del nacimiento, cuando el niño recibe un nombre, una religión y un equipo de fútbol del cual va a ser simpatizante por el resto de su vida. Fidelidad que está expresada en la habitación de la maternidad, cuando los padres cuelgan un par de botines y un uniforme en miniatura, representando al equipo de fútbol de la familia. A lo largo de la infancia, hay un continuo proceso de inculcación de valores y hábitos positivos sobre el equipo de la familia y negativos en relación a equipos adversarios. De esta manera se aprende en nuestro país a hinchar por un determinado equipo de fútbol, a diferencia de los equipos de voleibol o basquetbol que, representando a empresas, cambian de nombre cada temporada.

Para explicar el papel que el fútbol juega en Brasil, estamos sosteniendo que existió una combinación entre las exigencias técnicas del fútbol y las características socio-culturales del pueblo brasileño. El fútbol sería, al mismo tiempo, un modelo de la sociedad brasileña y un ejemplo en donde ella se representa. En otras palabras, el fútbol se constituiría, por un lado, en una imagen de la sociedad brasileña y, por otro, en un ejemplo que le permitiría expresarse. El hombre brasileño se conduce en la vida como en un partido de fútbol, con chances de ganar o perder -y algunas veces empatar-, teniéndose que confrontar con adversarios, teniendo que respetar ciertas reglas, manteniendo el respeto por una autoridad constituida, jugando dentro de un tiempo y un espacio, marcando y sufriendo goles, haciendo jugadas de categoría y cometiendo errores fatales. Luego de una derrota, existiría siempre la chance de recuperarse en el próximo partido.

Es en ese sentido que Roberto DaMata -un estudioso del fútbol como fenómeno cultural brasileño- afirma que cada sociedad tiene el fútbol que merece, pues deposita en él una serie de cuestiones y demandas que le son relevantes. De esta manera, el fútbol brasileño no es simplemente una modalidad deportiva con reglas propias, técnicas determinadas y tácticas específicas; no es simplemente la manifestación lúdica del hombre brasileño; ni tampoco es el opio del pueblo, como prefieren considerarlo algunos. Más que todo éso, el fútbol es una forma que encontró la sociedad brasileña para expresarse. Es una manera que tienen los brasileños de expresar sus características emocionales profundas, tales como pasión, odio, felicidad, tristeza, placer, dolor, fidelidad, resignación, coraje, debilidad y muchas otras.

Pero no es en el fútbol que el viril hincha llega hasta las lágrimas, tanto de alegría como de tristeza?. ¿No es en el fútbol que la gente aprende que después de una serie de derrotas llegará una redentora victoria?. ¿No es en el fútbol que se aprende que no se puede festejar antes que el juez anuncie el final del juego?. ¿No es en el fútbol que se aprende que no se debe subestimar al adversario?.. ¿No es en el fútbol que muchas veces todas las emociones se mezclan caóticamente llevando a enfrentamientos físicos entre hinchas contrarios?.

Con todas las contradicciones posibles, el fútbol brasileño es una forma de ciudadanía. En este sentido no es ni bueno ni malo, verdadero o equivocado, expresión generosa del pueblo brasileño o su opio. Constituye una forma de expresión de la identidad nacional. Es, por lo tanto, dinámico, al reflejar a la propia sociedad brasileña. Las manifestaciones dentro de un estadio de fútbol, ya sea de la hinchada, ya sea de los jugadores, o de los dirigentes y periodistas, no pueden ser analizadas desvinculadas de todas las demás cuestiones nacionales. En este sentido, la violencias de los hinchas, muchas veces exacerbada, no puede ser explicada en forma simplista como manifestación de algunos marginales, como quieren algunos periodistas deportivos. Ella se constituye en expresión de la violencia de la sociedad brasileña muchas veces reprimida en diversas ocasiones. En ese sentido la cuestión más pertinente parece ser: qué es lo que sucede con la sociedad brasileña últimamente que genera tantas expresiones de violencia en los estadios de fútbol?.

Partiendo del marco teórico que entiende al fútbol como expresión de la sociedad brasileña, es posible comprender las contradicciones presentes en este deporte. Contradicciones que en un análisis apresurado y descontextualizado reflejarían la pobreza o la falencia del fútbol brasileño, llevando a posturas extremas de que se debe terminar con el fútbol o reemplazarlo por modalidades consideradas más civilizadas. De hecho, algunas personas se refieren al fútbol como un deporte arcaico, primitivo, oponiéndolo a modalidades más modernas. Ahora, el fútbol brasileño, como cualquier otro fenómeno nacional es y siempre será aquello que la sociedad haga de él, aquéllo que los actores involucrados -simpatizantes, dirigentes, prensa, etc.- vayan constantemente actualizando en él y con él. El fútbol no es diferente de la sociedad brasileña, sino que está junto a ella, expresándola y actualizándola, tal vez mostrando algunos aspectos que nosotros tenemos dificultad de enfrentar y preferiríamos ocultar.

Brasil es el único país que participó en todas las Copas del Mundo y el único tetra-campeón. Su fútbol es respetado y temido por otras selecciones. Somos el principal exportador de jugadores del mundo, jugadores que han ganado reconocimiento en varios países. Tenemos los más grandes estadios del mundo. Entretanto, esas grandiosas cifras contrastan con campeonatos internos extremadamente desorganizados, con equipos que llegan a jugar hasta tres veces en la misma semana. El salario promedio de los jugadores brasileños es bajo, contrastando las enorme sumas que perciben los jugadores de los equipos grandes con los salarios ridículos de la gran mayoría de los profesionales diseminados por todo el país. La gran mayoría de los equipos brasileños está endeudada, retrasando permanentemente el pago a los jugadores. Muchos equipos no consiguen mantener a su plantel de profesionales durante un año, cesando todos los jugadores y el técnico al final del campeonato. Muchos políticos utilizan el fútbol para conseguir votos, invirtiendo en algunos equipos en períodos electorales y dejándolos desmantelados luego de las elecciones.

La evasión de impuestos se vuelve práctica común en casi todos los estadios, provocando burlas y abucheos cada vez que se anuncia en los partidos la cantidad de público que abonó su entrada, que siempre es menor que los que nuestros ojos pueden ver. No son extraños los casos de sobornos a árbitros, jueces de línea y hasta jugadores para "fabricar" resultados.

La selección brasileña es el blanco de importantes emprendimientos, en el intento de conquistar el inédito título de pentacampeón de fútbol. Los métodos científicos de entrenamiento físico, técnico y táctico, de apoyo psicológico a los atletas, de cuidados médicos y odontológicos, de atención nutricional a los atletas, son contradictorios con un director técnico extremadamente supersticioso, que se considera predestinado al éxito y se burla de las contribuciones científicas al deporte. Lo más interesante es que el componente supersticioso en el fútbol está reforzado por la propia prensa y es practicado constantemente por los jugadores e hinchas. En ese sentido un director técnico como Zagalo combina más con la hinchada brasileña que Parreira, técnico campeón del mundo en 1994 y partidario de los métodos científicos en el entrenamiento. Además, es importante recordar que Claudio Coutinho, director técnico de la selección brasileña en la Copa del Mundo de 1978, en Argentina, fue incomprendido por intentar dar cientificidad al fútbol brasileño, integrando la técnica de nuestros atletas con los aportes de la fisiología y de investigaciones en el área del deporte.

Tal vez la principal característica del fútbol brasileño sea la rica combinación entre el juego colectivo y el individualismo de nuestros atletas. El fútbol, como deporte colectivo, exige una táctica grupal para que un equipo obtenga ventaja sobre otro. Para éso es necesario que un equipo mantenga la posesión de la pelota y la haga circular, intentando engañar al adversario, ubicándose ventajosamente para conseguir llegar al objetivo. Pero éso no garantiza que el equipo convierta goles y gane el partido. De hecho, en muchos partidos se produce un claro dominio por parte de uno de los dos equipos sin que ésto resulte una ventaja en término de puntos. Puede también acontecer que un equipo que disponga menos tiempo la pelota triunfe en el partido. Esto es porque, además de una dinámica táctica de equipo, es necesario el individualismo de los jugadores para vencer a la defensa adversaria. Ahora, si los dos equipos juegan rígidamente dentro de patrones tácticos exhaustivamente entrenados, los partidos finalizan siempre empatados. Por lo tanto, es necesario que uno o más jugadores, en algún momento del partido, se liberen del esquema táctico de equipo y realicen alguna jugada individual. Esa osadía puede resultar en fracaso y hasta en derrota, pero también puede tener éxito y resultar una jugada de gran belleza plástica y hasta en gol y victoria para el propio equipo.

¿Será que la característica principal del fútbol brasileño no se debe a la feliz combinación entre táctica colectiva y táctica individual?. O, dicho de otra manera, no hay relación entre el individuo y el grupo, sino atrevimiento individual para liberarse de las imposiciones del juego colectivo?. Es obvio que éso puede llevar al modelo del "jugador morfón", aquél que sólo piensa en sí mismo y no se preocupa por el éxito del equipo. Sería una distorsión, una exacerbación de la necesidad de conciliación entre el juego individual y colectivo. Si éso fuera cierto, podríamos suponer que esa característica del fútbol brasileño, contrastando virtuosismo técnico individual con la anarquía táctica colectiva, se debe a la propia forma del brasileño de manejarse en el mundo, transgrediendo y logrando ventaja de la expresión individual sobre el plano colectivo. Podemos aquí recordar el aspecto pícaro típicamente brasileño. Como una gambeta en el fútbol, el pícaro es aquel que tiene que buscar la forma de conseguir dinero, para lograr alguna ventaja, para sobrevivir a pesar de las adversidades, para conseguir, al fin, marcar goles. Es obvio que él precisa del grupo, pero él no anula su expresión individual frente al colectivo. Si éso puede no ser siempre beneficioso, tanto en el fútbol como en la vida en la sociedad, termina dando la idiosincracia del propio estilo de juego brasileño: osado, individualista, poco afecto a las tácticas colectivas y, muchas veces, fascinante, toda vez que genera jugadas y jugadores interesantes.

Ya que estamos hablando de aparentes contradicciones en el fútbol brasileño, no podemos dejar de hablar de los ídolos que el fútbol genera. Un deporte con esta popularidad, que ocupa un enorme espacio en los medios de comunicación de masas, crea continuamente nuevos héroes, que serán endiosados por las personas, envidiados, imitados por los niños y servirán como modelo de conducta. Pelé fue y todavía es un ídolo producido por el fútbol, como lo fueron también Zico, Roberto Dinamita, Rivelino, Sócrates, Toninho Cerezo... y, hoy, Ronaldinho. Pero también son ídolos creados por el fútbol Edmundo y Romario, jugadores que, a pesar de su indudable capacidad técnica, son personas polémicas, que se implican en peleas, dentro y fuera del campo, discusiones con periodistas, escándalos y actitudes, en su gran mayoría polémicas. Edmundo es conocido como "animal", apodo que se debe no tanto a su categoría como jugador, sino por sus actitudes intempestivas. Es interesante recordar que la carrera de Edmundo, que siempre estuvo marcada por conductas polémicas, no impidió su transferencia a otros equipos. Por el contrario, siempre fue aclamado e idolatrado por los hinchas, hecho que sugiere una identificación con el crack.

Hay una contradicción apenas aparente en el hecho de que el fútbol brasileño genera ídolos como Ronaldinho, por un lado, y Edmundo, por el otro. Representan las dos caras de la misma moneda de los deseos humanos: ser al mismo tiempo, tranquilo y rebelde, dócil y feroz, bueno y malo, humano y animal. Eso es posible en el fútbol, que, como fenómeno cultural brasileño, es construido y actualizado justamente para servir de soporte a esas demandas de la población brasileña. Es en este sentido que decimos que el fútbol es la expresión de la sociedad y que cada sociedad tiene al fútbol como un espejo de sí misma.

Otro tema del fútbol digno de análisis es su dificultad para aceptar cambios en las reglas, generando también lo que llamamos una falsa contradicción. Porque, al mismo tiempo que algunas transformaciones son necesarias para mejorar el desarrollo del juego, ellas no se realizan de hecho, existiendo resistencias de la hinchada, de los dirigentes, de los jugadores, de técnicos y periodistas.

¿Alguien recuerda el basquetbol sin la anotación de los tres puntos?. ¿O el voleibol y el tenis sin el "tie break"?. Estas fueron nuevas reglas que hicieron que la dinámica del juego de esos deportes fuese cambiada para mejor. En relación a ésto, el viejo deporte bretón continúa básicamente con las mismas reglas de cuando fue creado hace más de cien años. Durante la realización del torneo Río-Sao Paulo de 1997 se experimentó con limitar el número de faltas de cada equipo, reglamentándose, a partir de ésto, con la pena de un tiro libre sin barrera. Ya hubo propuestas de aumentar el valor del gol, de utilizar dos árbitros, de modificar para más o para menos la duración del tiempo de juego, además de otras ideas.

Si aceptamos, una vez más, que el fútbol es el depositario de características culturales de la sociedad brasileña, todavía inconscientemente, podemos proponer que un cambio en las reglas reconociendo la modernidad en el fútbol, haría que perdiera el carácter incierto, casual, irreverente, improbable. ¿No será que justamente eso lo que la sociedad desea e imagina en el fútbol?.

Un equipo técnicamente inferior, con un poco de suerte y una buena defensa, puede ganarle a un equipo superior, hecho que difícilmente suceda en el voleibol, por ejemplo, donde un equipo mejor preparado impone su superioridad técnica. Un jugador sin virtuosismo consigue superar su carencia técnica por medio del esfuerzo físico y escogiendo una posición correcta para jugar. En el fútbol, las reglas permiten a los jugadores la posesión de la pelota por un tiempo indeterminado, favoreciendo la habilidad del jugador y permitiendo que sea irrespetuoso con el equipo adversario, desmoralizándolo. La hinchada conoce de estas cosas y comienza a gritar "ole". Esa característica de posesión de la pelota permite a la vez, a diferencia de otros deportes, la "especulación". O sea, el llamado anti-juego en otras modalidades, en el fútbol es incorporado por las reglas, mientras acontezca con la pelota en juego.

El papel del árbitro de fútbol también presenta características interesantes. A diferencia de otras modalidades, que incluyen dos o más árbitros y mesa de control con responsabilidades en la administración del tiempo de juego y de las faltas, en el fútbol el árbitro es el dueño y señor del juego, con plenos poderes para marcar faltas, prohibiciones, dando o no descuento en el tiempo de juego, decidir rápidamente si hubo ventaja en una acción por parte de un jugador que sufrió una infracción, pudiendo desatender las señas de sus auxiliares. Ese poder absoluto del árbitro de fútbol contrasta con la dificultad que él tiene para marcar todo correctamente y, frecuentemente, comete errores. Errores que perturbar a los jugadores y a la hinchada, provocan altercados, expulsiones y agresiones, a la vez que, al mismo tiempo, vuelven al árbitro humano y falible. A la postre, él podrá también equivocarse favoreciendo a nuestro equipo, y en ese momento será perdonado por los errores anteriores.

El debate que hemos planteado a lo largo de este texto intenta comprender al fútbol como impregnado en la sociedad y la cultura brasileñas, expresando características y deseos de identidad nacional, más que implícitamente. Las tradicionales reglas del fútbol, que los brasileños y la FIFA -además, dirigida hace más de veinte años por un brasileño- se resisten a modificar parecen reflejar la idiosincracia brasileña de jugar y vivir, permitiendo la osadía, la irrespetuosidad, la picardía, el carácter incierto de las acciones, la superstición, la imprevisibilidad, la voluntad y la ambigüedad.

Es en ese sentido que hablamos de las contradicciones del fútbol brasileño, apenas aparentes si intentamos comprender la lógica cultural de este importante fenómeno nacional. No es Brasil el país de los contrastes y las ambigüedades?. Un país que, en el decir de Roberto DaMata, mezcló todas las razas y erigió a la mulata a la condición de modelo nacional de belleza. Un país cuyo pueblo consigue conciliar creativamente la superstición con la religiosidad y la ciencia. Un país que, entre el no y el si, entre el puedo y no puedo, descubrió el estilo brasileño como forma de vida. Un país que encontró en el fútbol su mejor interpretación, haciendo de él una de sus más genuinas expresiones.

 

Referencias bibliográficas

· DAMATTA, R. et al. (1982) Universo do futebol: esporte e sociedade brasileira. Rio de Janeiro: Pinakotheke.
· DAMATTA, R. (1997) O que faz o brasil, Brasil?. 8ed. Rio de Janeiro: Rocco, 1997.
· DAOLIO, J. (1997) Cultura: educação física e futebol. Campinas: Editora da UNICAMP.
· DOSSIER FUTEBOL (col.). (1994) Revista USP. São Paulo: Coordenadoria de Comunicação Social, n.22, junho-agosto.
FILHO, M. (1964) O negro no futebol brasileiro. 2ª ed. Rio de Janeiro: Civilização

 

 

 


2- Fútbol y modernidad en Brasil: La geografía histórica de una novedad. (Gilmar M. de Jesús).

 

Gilmar Mascarenhas de Jesús (Brasil)
Profesor Asistente del Departamento de Geografía
de la Universidade do Estado do Rio de Janeiro (UERJ)

 

Introducción


El ascenso de la figura del sportman en la segunda mitad del siglo pasado está vinculada a un contexto más amplio, en el cual uno de los aspectos centrales es la configuración de un ambiente urbano inédito en la historia de las ciudades. Un nuevo modo de vida se va introduciendo abrupta y festivamente en las principales capitales europeas, y Marshall Berman (1986:18) lo definió como marcado en la exacerbación de los placeres mundanos, atmósfera de agitación y turbulencia, desorientación psíquica y embriaguez, expansión de las posibilidades de experiencia y destrucción de barreras morales.

La industrialización y la revolución en los transportes (desarrollado particularmente por la expansión de los rieles del ferrocarril) impulsaron en gran medida el crecimiento de las ciudades. Pero el principal efecto de estos vectores tal vez no sea tanto la tan mentada explosión urbana, reflejada en gráficos dramáticos (para algunos apocalípticos) de curvas exponenciales de crecimiento. Una importante transformación se dio en el plano cualitativo, en la profunda alteración de los modos de existencia en el ámbito de la vida social urbana. En este ámbito propenso en demasía a nuevas experiencias es que los ejercicios corporales en general y los deportes en particular tuvieron su impulso definitivo, imprimiendo a la vida cotidiana ingredientes y marcas indelebles. Tal escenario es definido por muchos autores como modernidad urbana.

No nos vamos a extender sobre un debate amplio y ya tan bien delineado (por caminos diversos) por autores como ELIAS (1985), DUNNING & SHEARD (1979), BARTH (1980), HABSBAWN (1984), entre otros. Lo que nos interesa en este momento es reflexionar sobre la repercusión en los países periféricos de este movimiento oriundo del centro del capitalismo mundial. En Brasil, la fuerte vinculación con el capitalismo industrial y mercantil inglés hizo viable entre nosotros la introducción de substanciales alteraciones conductuales (FREYRE, 1948, GRAHAM, 1973; MANCHESTER, 1973). Entre ellas la adhesión a la formación de clubes para la práctica deportiva, tomada como una de las más importantes contribuciones británicas civilizadoras.

Es evidente que los ingleses introdujeron el fútbol en Brasil a través de las zonas portuarias y de sus empresas aquí instaladas en diversos ramos (comercio, construcción de vías de ferrocarril u otras infraestructuras, industria, etc.). Entre tanto, la presencia inglesa, por sí sola, no explica la adhesión a nuevas formas de comportamiento social. Es preciso que haya un ambiente local abierto y propicio para las transformaciones. El capital inglés se hizo presente en numerosas zonas del territorio brasileño, sin que esto signifique promover simultáneamente el mismo cuadro de efectos. El fútbol, en tanto novedad del mundo llamado civilizado, llegó para la misma época a diversas ciudades brasileñas. Entre tanto, solamente se incorporó efectivamente al cotidiano urbano en los lugares que cumplían con determinados requisitos, que conformaban un ambiente que podemos denominar, a pesar de forzar y simplificar el término, de modernidad urbana.

El objetivo de este trabajo es evaluar y calificar en la medida de lo posible, el papel de nuestra base territorial urbana en el proceso de introducción y difusión de una novedad: el fútbol. La literatura académica existente, además de ser muy limitada (aunque actualmente en un período de expansión), olvida completamente el contexto geográfico de este movimiento. Pretendemos demostrar que la base territorial, con su profunda diferenciación interna, condicionó el proceso de introducción y consolidación del fútbol como espectáculo de entretenimiento urbano.

Comparamos, en este sentido, los momentos iniciales del fútbol en algunas de las principales ciudades brasileñas de principios de siglo: Río de Janeiro, Sao Paulo, Salvador, Recife, Porto Alegre, Belo Horizonte y Belén. Cada ciudad, dotada de una dinámica y ritmo propios, imprimió al fútbol sus marcas características. El deporte en sí era el mismo, pero el significado social y la magnitud alcanzada variaron de lugar en lugar, y no por casualidad.


Algunas dimensiones de la Geografía del Fútbol en Brasil


Para apreciar la importancia y omnipresencia que el fútbol alcanzó en Brasil basta recorrer breve y panorámicamente el vasto territorio nacional. En cada aglomeración humana, incluso en las más inhóspitas regiones, hay dos objetos en el paisaje que caracterizan nuestro universo: una pequeña iglesia y una canchita de fútbol. Se acostumbra decir que la iglesia hasta puede faltar (pués habrá siempre alguna otra en el poblado más próximo), pero la canchita, no.

No hay manera de ignorar la presencia impregnante del fútbol en la vida cotidiano de nuestro país. Se ve en los inmensos estadios desparramados por las ciudades de mediana y enorme densidad de población, que se apasionan solidariamente en las tardes de domingo, en las charlas en la mesa de café, pasando por la radio portátil a los oidos del agricultor lejano, y derramándose espaciosamente por las páginas e imágenes de la gran prensa, Brasil respira fútbol. El calendario futbolístico delimita los tiempos y los horizontes de la vidad cotidiana. Y de esta manera la metrópoli se hace efectivamente presente y repercute en cada ondulación discreta del inmenso territorio: ella es el escenario de los grandes clubes e ídolos nacionales (JESUS, 1996).

Obviamente, el poder del fútbol brasileño en cuanto hecho social, es una construcción histórica. La construcción de este enorme escenario es fruto de dos procesos articulados de formación de una nación (y toda su carga simbólica) y de estructuración de un territorio en rápido proceso de urbanización. Inicialmente funcionando apenas como una costumbre importada por los ingleses, práctica restringida a pocos jóvenes de la élite republicana, el fútbol se popularizó rápidamente. Su difusión espacial expresiva permitió que se volviese una poderosa institución nacional (CALDAS, 1990; WITTER & MEIHY, 1979).

A pesar de tan evidente expresión espacial de esta realidad, no existe en Brasil esbozo alguno de una geografía del fútbol. Las pocas referencias existentes no pasan de breves comentarios, aunque muy valiosos, como en SEABRA (1987). Tal omisión adquiere contornos inquietantes cuando se toma en cuenta, por un lado, la pujanza del fútbol en el país, y por otro, la existencia de varias referencias producidas por geógrafos en el exterior (BALE, 1982, 1989, 1993; ROONEY, 1974; AUGUSTIN, 1995 y GASPAR, 1982).

Los vacíos no se limitan al ámbito de la geografía. Mayoritariamente, la historiografía del fútbol brasileño se restringe a escala local. Incluso los autores que proponen operar a nivel nacional (MAZZONI, 1950; y RODRIGUEZ FILHO, 1994, para citar apenas los clásicos), se terminan restringiendo al tradicional eje Río-Sao Paulo. La historia del fútbol en el resto de las ciudades (a excepción de Porto Alegre) permanece poco documentada y sobre todo poco conocida. También Janet Lever (1983), que indudablemente se refiere a un área geográficamente más extensa, deja enormes huecos.

Para destacar la necesidad de fundar un abordaje geográfico, conviene recordar que la difusión del fútbol en Brasil, como cualquier otro movimiento en el interior de una determinada sociedad, no se realiza independientemente de la base territorial. El espacio geográfico no es apenas el escenario pasivo de desarrollo de los hechos históricos. Por el contrario, juega un papel crucial en el devenir de las estructuras sociales. Es, como dice Milton SANTOS (1996: 257), al mismo tiempo, una condición para la acción, una estructura de control, un límite a la acción, una invitación a la acción. Producto de esta premisa es nuestra intención de examinar la configuración territorial de la red urbana brasileña en el proceso de introducción del fútbol en nuestra vida cotidiana.


La introducción y difusión del fútbol en Brasil


Al final del siglo XIX, cuando son creados los primeros clubes de fútbol en Brasil, nuestro sistema de ciudades era bastante reducido y desintegrado en el mapa interno. La incipiente industrialización no tenía mucho tiempo y fuerza para conformar un densa base territorial urbana. El modelo agro-exportador dirigía la economía nacional, resultado de lo cual se daba una formación espacial estructurada en forma de islas productivas, orientadas hacia el exterior (SINGER, 1974; GEIGER, 1963). Nuestras principales ciudades no estaban articuladas entre sí. Más que éso, eran el hilo mercantil entre un territorio interior agro-pastoril-minero-monocultivado y el mercado internacional.

Y en este orden espacial en forma de archipiélago es que Brasil va a vivenciar la introducción del fútbol, que nace entre nosotros completamente regionalizado (AUDINHO & KLEIN, 1996: 25). La inexistencia de una efectiva metrópoli nacional, que dirija las acciones sobre el vasto (y poco poblado) territorio, permitirá una experiencia peculiar en cuanto al advenimiento del fútbol. Esto no se llevará a cabo a partir de una polo principal de difusión, sino a través de diversas incursiones independientes y territorialmente desconectadas entre sí. La jerarquía urbana, por consiguiente, no inspiraba la moda del descubrimiento, que podía corresponder a ciudades menos importantes, mismo antes de ser conocida en la capital federal.

Mientras tanto, si examinamos la introducción del fútbol como un proceso y no como un conjunto de hechos aislados, podremos notar la supremacía de las ciudades más grandes o las más modernas. En éstas, la consolidación de esta novedad se hizo de forma más efectiva y anticipada, por contener tales ciudades los elementos necesarios para la incorporación plena de la modernidad.

No existe certeza absoluta en cuanto a eventos del tipo primera pelota, primer partido, primer equipo, y sobre todo considerando que los hechos efímeros y aislados no construyen procesos sociales de mayor relevancia, circunscribimos nuestra investigación a clubes y ligas que permanecieron en el tiempo. Intentamos así estudiar en cada ciudad lo que llamamos la fase gestacional del fútbol: período que transcurre entre la fundación (donde apenas había integrantes nacionales) de la primera asociación permanente y la posterior constitución de una liga local de carácter perenne, capaz de organizar y mantener regularmente los campeonatos anuales, congregando clubes de una misma ciudad o región.

La opción por delimitar esta fase gestacional se explica por la simple existencia de una asociación deportiva, conformada por actas, comisión directiva, sede propia, y con el expreso objetivo de practicar football, aunque no siempre es una garantía de continuidad local de esta asociación. Muchas iniciativas aisladas no van a trascender por falta de un ambiente local propicio, dejarán de existir, sin dejar registros. Es el caso del fútbol en Rondonia (otrora Guaporé): el Ypiranga E. C. fue creado en 1919, pero recién a partir de 1944 en el entonces recién creado territorio tendrá una federación con campeonatos anuales (PINHEIRO, 1982: 15). Evidentemente, el mero acto jurídico de creación de una asociación no significa la inmediata constitución de una vida social urbana en la cual el fúbol exista como un hecho cotidiano.

El resultado de nuestra investigación fue el siguiente cuadro, que demarca en el período de 1898 a 1915 la fase gestacional de cada una de las ciudades estudiadas.

Se puede observar que cada ciudad presenta un ritmo y un momento particular de incorporación del fútbol en su vida cotidiana. En el afán de contextualizar cada uno de estos procesos gestacionales, intentamos marcar un breve cuadro comparativo general de las ciudades estudiadas. Los principales elementos tomados en cuenta fueron: cantidad de habitantes, velocidad de crecimiento (demográfico y económico), nivel de industrialización, nivel de vínculo con el exterior, presencia de capitales ingleses, disponibilidad de los medios de transporte intraurbano y de áreas libres para recreación, además de elementos palpables como el potencial de consumo de servicios de la naciente industria de entretenimiento y receptividad de las novedades.

Algunas ciudades completan en pocos años el período gestacional, como Río de Janeiro, Sao Paulo y Salvador. Las dos primeras presentan condiciones muy ventajosas para las innovaciones civilizadoras. La capital federal (Río de Janeiro) se impone en la red urbana nacional por su presencia demográfica-industrial, contando con setecientos mil habitantes en 1900, y el mayor parque fabril del País. Disponía también de una importante clase pudiente y muchos establecimientos de enseñanza donde la práctica del fúbol entre adolescentes de la misma clase social generaba clubes como el Botafogo F. C. (1904), el mismo año en que ya el extenso mundo fabril carioca creaba el Bangu A. C. Hay mercado de consumo suficiente para sostener varios deportes como espectáculo: los deportes náuticos, el turf, y otras modalidades bastante desarrolladas en la sociedad (MELO, 1997; NEEDELL, 1993) no precisaron ser abandonadas para que el fútbol conquistase rápidamente un público razonable, o un gran número de practicantes (ARAUJO, 1995).

El Fluminense Football Club es fundado en 1902, siendo el primer club carioca específicamente creado para la práctica del fútbol. Se trata de una asociación deportiva altamente clasista, compuesta y financiada por miembros de poderosas familias, entre las cuales se destaca especialmente la familia Guinle, no sólo por las obras materiales esenciales en el club, sino sobre todo por la fortuna que le valía la condición de uno de los dos apellidos más ilustres de la belle époque carioca (MATTOS, 1997: 47).

Ya en 1904 el Fluminense F. C. comienza, con gran éxito, a cobrar entrada en los animados encuentros con el Paulistano (COELHO NETO, 1952: 41). Tal éxito, como vimos ciertamente animó la iniciativa para la creación de otros clubes a partir de ese año, hasta que en 1906 se organizó el primer campeonato carioca de fútbol, desde entonces jamás interrumpido en su realización anual, superando crisis profundas como la que ocurrió en 1907, cuando Botafogo y Fluminense terminaron empatados y no hubo acuerdo en cuanto a cual era el vencedor del certamen.

Sao Paulo, con su pujanza y velocidad urbanizadora, se agitaba al ritmo de la fricción alucinante de las diferentes etnias. Un crecimiento urbano impresionante casi cuadruplicó la población paulistana en la última década del siglo XIX. El fúbol germina en un ambiente de vacío emocional e inestabilidad psicológica (SEVCENKO, 1992 y 1994), y adquiere sorprendente precocidad: los ingleses allí practican el fúbol desde 1894, el C. A. Paulistano existe desde 19002 , y en 1910 el popular fútbol de potrero ya era un gran fenómeno en la ciudad (MAZZONI, 1950). Además, todo parece indicar que la ciudad de Sao Paulo promueve la popularización de la práctica futbolística antes y en grado más acentuado que cualquier otra ciudad brasileña. Ya en las últimas décadas del siglo XIX era muy intensa la vida deportiva paulistana, con énfasis en el ciclismo (REIS FILHO, 1994). También la ciudad es pionera en esta modalidad deportiva, contando con un velódromo desde 1875, lugar que será utilizado también por el fúbol, 25 años más tarde (MAXIMO, 1968: 53). La ciudad devora novedades con una voracidad única, sedienta de nuevos formatos identitarios. Vale recordar a SANTOS (1994: 71):

"La historia de cada ciudad se produce a través de un urbano que ella incorpora o deja de incorporar; ese urbano que en otros lugares puede tardar en llegar, en Sao Paulo siempre llegó casi inmediatamente".

Con todas estas prerrogativas, la ciudad de Sao Paulo va a ser sede del primer campeonato de fúbol en Brasil, en el año 1902, reuniendo cinco clubes, donde prevalecía la presencia de la colonia inglesa (FONTENELLE & STORTI, 1997, e ROSSI, 1989). Tal característica señala la intensa presencia de capitales británicos en los diversos frentes de instalación y expansión de obras de infraestructura en una ciudad que crece rápidamente y dispone de enormes recursos materiales. No podemos dejar de mencionar la fuerte presencia de inmigrantes europeos en la ciudad, un flujo intenso que, en la última década del siglo XIX, podria estar trayendo vivencias o por lo menos informaciones favorables para la adhesión al deporte bretón.

En cuanto al caso de Salvador, éste merece un recorrido más cuidadoso, para develar las razones de la excelente performance futbolística en una gran ciudad (200 mil habitantes) pero más inserta en pleno contexto de atraso de la sociedad y de la economía local. El E. C. Vitória (originalmente dedicado al cricket) adhiere al fúbol en 1901, y en 1903 se funda el primero de los clubes dedicado específicamente al fúbol (MAIA, 1944). En 1904 se logra reunir cuatro clubes para fundar una liga y realizar un torneo al año siguiente que consiste nada menos que en el segundo campeonato local de fúbol en todo Brasil. Sin duda, la condición portuaria y la fuerte presencia de emprendimientos ingleses influyeron en este sentido (no por nada, el primer club campeón bahiano, el Internacional, esta formado íntegramente por ingleses, y el primer presidente de la Liga Bahiana de Sports Terrestres se llama Frank Gordon May). Vale recalcar una ligera suerte de industrialización y modernización que vivió la ciudad justamente en los inicios de este siglo, cuando se vuelve residencia de ricos estancieros (SINGER, 1974; FERNANDES & GOMES, 1990), como un posible contexto propicio para la adopción del fúbol por parte de la élite local.

Porto Alegre, por su parte, se muestra relativamente muy propicia, lo que se puede relacionar con su dinamismo industrial y portuario, por la presencia significativa de inmigrantes alemanes (SINGER, 1974), inductores de nuevos hábitos culturales, entre los cuales se encuentran los deportes. El ciclismo, el remo, las carreras de caballos, y otras variadas modalidades deportivas eran practicadas intensamente, sobre todo por la colonia alemana. Es digno de mención el hecho que la ciudad ya disponía de cuatro hipódromos al final del siglo XIX (MONTEIRO, 1995: 32). El Gremio F.B.P.A. y el totalmente germánico Fussball (ambos de 1903), monopolizaron el futbol portoalegrense por seis años, enfrentándose regularmente cada seis meses (DIENSTMANN, 1987; PIRES, 1967:134). Porto Alegre era entonces el centro de la próspera zona colonial gaúcha, y en rápido crecimiento, se acercaba a la cifra de cien mil habitantes. En este contexto de crecimiento urbano nuevos clubes son creados y en 1910 se disputa el primer torneo metropolitano contando con siete instituciones.

Belo Horizonte es aquí la ciudad que más tardíamente acogió la práctica sistemática del fútbol, hecho que ciertamente está asociado al aspecto incipiente de una ciudad todavía en plena construcción, con apenas 13 mil habitantes en 1900, pero alcanzando rápidamente la cifra de 40 mil en 1912 (SINGER, 1974). Algunos clubes tuvieron una existencia efímera antes de 1908 (fundación del C. Atlético Mineiro), y hay referencias de un importante desarrollo deportivo en los considerables espacios libres de la ciudad de antaño (ZILLER, 1974). Considerando su limitada expansión demográfica, no podemos considerar que el fúbol local haya tenido poco auge.

Belém presenta por su parte una fase gestacional más lenta, entre las ciudades estudiadas. Varios clubes fueron creados luego del Pará F.C. (1898), pero ninguno perduró. Existen inclusive referencias en la prensa local sobre la práctica de matchs (partidos de fúbol) desde 1896 (LUZ, 1970: 19). Una liga fue creada en 1906, llegando a organizar e iniciar un campeonato con siete equipos participantes, que tampoco prosperó (MAXIMO, 1968). Una evaluación inicial sugiere que su condición privilegiada como puerta de entrada de la Amazonia en plena época del caucho le permitió el acceso precoz a las novedades europeas. Por otro lado, el carácter limitado o la ausencia de sus élites urbanas no evitó que clubes y ligas que fueron creadas en el período desapareciesen, sin encontrar la forma de subsistir.

La ciudad de Recife no presenta sorpresas: su fuerte conexión con el exterior suscita la rápida introducción del fúbol, aunque su consolidación es relativamente lenta, por presentar un panorama urbano más próximo al de Belém que al de ciudades dinámicas y mas modernas como Río de Janeiro, Sao Paulo o mismo Porto Alegre. La decadencia de la exportación del azúcar y la pobreza de su amplia zona suburbana, configuraron un escenario urbano aletargado (SINGER, 1974). En esta situación, el Sport Club de Recife (de 1905) tendrá que esperar diez años hasta que las condiciones locales maduren para que que ciudad pueda consolidar una liga y su campeonato (ALVES, 1978; FERREIRA, 1995).


Breve conclusión


Ante el estado actual de la investigación, y su carácter pionero en la geografía brasileña, no pretendemos por el momento ir más allá de unas breves reflexiones sobre la difusión del fúbol en Brasil y su relación con la estructura territorial. En principio, se percibe que el fúbol en cuanto información llega al territorio brasileño casi simultáneamente en diversos puntos y desconectados entre sí, lo que rescata el viejo debate acerca de la estructura territorial en archipiélago y sobresale la presencia profusa de los capitales ingleses, pues estos son los principales agentes de introducción de ésta y de tantas otras modalidades deportivas en Brasil. Las metrópolis nacionales, en este sentido, solamente pasan a ejercer su dominio e influencia en el proceso de difusión espacial del fúbol en un segundo momento, lo cual preferimos, por prudencia, no precisar. Discutimos parcialmente la tesis de T. Mazzoni (1968), que sugiere al paulistano como agente privilegiado de difusión del fúbol en el territorio nacional, ya en la primera década de nuestro siglo.

Otro aspecto a resaltar es la velocidad diferenciada con la cual diversos lugares reciben y asimilan una determinada innovación, ya se trate de ciudades con semejantes inserciones en la jerarquía y red urbana de entonces. Las ciudades más populosas y/o más modernas, demostraron mayor capacidad de absorver una nueva información y transformarla en un sistema de acciones que incorporase a la vida local nuevos objetos geográficos articulados a nuevas prácticas socioculturales. Por lo tanto, existe una expansión espacialmente diferenciada del fúbol en Brasil, también si se comparan ciudades de semejante posición en la jerarquía urbana nacional y semejante papel en la estructura agro-exportadora (Belo Horizonte sería la excepción).

Cuando fue fundado en 1872 en la ciudad portuaria de Le Havre, el primer club de fúbol de Francia, sus practicantes eran llamados por la comunidad local payasos de circo. El uso de trajes extraños en la vida cotidiana de entonces, el acto de saltar, correr detrás de una pelota, tropezar y caer, como niños, provocaba reacciones de sorpresa y diversión (MERCIER, 1966: 10). La asimilación y aceptación de este nuevo deporte, como tantos otros en aquel momento, requiere adaptaciones en el plano de la rígida moral provinciana. En las ciudades donde la modernidad urbana ya estaba instalada tal aceptación fue mucho más rápida. Como también era más rápida la asimilación a un amplio abanico de nuevas técnicas y prácticas socioculturales.

La conexión con el mundo exterior, sobre todo a través de la vida portuaria, fue fundamental. El caso gaúcho es un ejemplo: la ciudad de Río Grande tenía el puerto meridional más importante de entonces, llegando a tener un movimiento comercial cuatro veces mayor que el de Porto Alegre en 1861, en el auge del Ciclo del Charque (SINGER, 1974). En 1900, cuando surge el Sport Club de Río Grande (el más antiguo club de fúbol brasileño todavía en funcionamiento), el puerto local todavía movía el doble de su vecino portoalegrense. La capital gaúcha solamente sobrepasará a su rival en el comercio exterior en 1908, aproximadamente en la misma época en que surge como referente mayor del fúbol gaúcho. Por lo tanto, existen varias correlaciones entre la evolución del fúbol y las transformaciones territoriales. Ciertamente, existen otros indicadores a considerar, como la evolución de los equipamientos territoriales (estadios) y del público espectador, para dimensionar mejor el ritmo de consolidación del fúbol en cada ciudad. Considerando los límites de la ya comentada literatura existente, este trabajo tiene el mérito de reunir y confrontar elementos oriundos de realidades diferentes, dentro de un archipiélago Brasil en la evolución del siglo.

Pretendemos todavía avanzar en muchos otros aspectos, y quedan muchas más dudas que certezas en este campo. Lo que no dudamos es de la viabilidad y necesidad de que los geógrafos brasileños deben dar finalmente su contribución esencial a la peculiar comprensión de una realidad fascinante.


Notas:

1 . Investigación desarrollada en el ámbito del doctorado en Geografía Humana en la Universidad de Sao Paulo, bajo la orientación de la Prof. Dra. Odette Carvalho de Lima Seabra.

2 . Además consta que en 1898, el Mackenzie College estaba formado mayoritariamente por brasileños, rompiendo la tradición de la exclusividad de practicantes de origen británico en Sao Paulo (ALLISON, 1978: 219).

 

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