Cuarta
Sección
Índice
de contenidos
13-
Los limites del asociacionismo deportivo en Uruguay. (Rafael Bordabehere)
14-
Fútbol, pasión identitaria. (Rosalba Oxandabarat)
13-
Los limites del asociacionismo deportivo en Uruguay.
Rafael
Bordabehere
ururafa@adinet.com.uy
1 / 1 Introducción
El análisis presente se fundamenta en la idea que los colectivos deportivos
asociacionistas de Uruguay se mantienen agrupados gracias a los oficios de
su identidad colectiva.
Esta identidad sería el elemento intangible que oficia de sustancia
aglutinadora de sus asociados. La etnia, la cercanía del barrio, la
relación laboral, los colores de las proezas deportivas, la tradición
familiar, por ejemplo, representan elementos constitutivos de esa identidad
colectiva que ayuda a la cohesión del grupo.
Aquí la racionalidad capitalista parecería quedar relegada a
un segundo plano ante el deseo colectivo de continuar la actividad asociativa.
¿Cómo se interpreta que el Club Atlético Tito Borjas,
de la ciudad de San José de Mayo (a 100 kilómetros de la capital),
con 130 afiliados pueda abonar un sueldo mensual de US$ 5.000 por un jugador
de fútbol de renombre internacional? (1). En este caso la racionalidad
capitalista pierde fuerza ante el deseo colectivo de un objetivo distinto
y, tal vez, superior.
¿Desde qué punto de vista es posible equiparar las instituciones
asociacionistas con las empresas capitalistas para darles igual trato académico?
¿Podemos medir de igual manera los réditos económicos,
los beneficios sociales, el capital humano, la materia de exportación,
la dedicación, las necesidades humanas del personal, la infraestructura,
etc. para una u otra empresa?
¿Hasta dónde son equiparables ambas realidades más allá
del mero lenguaje?
Toda empresa que desee expandirse, sea ésta capitalista o no, deberá
lidiar con sus propios límites para abrirlos, modificarlos o adaptarlos.
Los límites de las agrupaciones deportivas asociacionistas en Uruguay
están marcados por
• su identidad como colectivo social,
• la homogeneidad creciente del 'producto deportivo' (antes: prácticas
deportivas),
• la administración de los espacios de deporte,
• el cúmulo de conocimientos a disposición de las instituciones
asociativas y
• las nuevas costumbres deportivas
Es cierto que estas agrupaciones son parte de un colectivo mayor, la sociedad
nacional, que las condiciona con su política, su economía, sus
procesos sociales y hasta sus debilidades culturales. Pero debemos pensar
que ellas son capaces de poder manejar sus propios límites de forma
tal de navegar exitosamente dentro de esa realidad nacional que les toca vivir
en cada momento.
También es verdad que cada colectivo asociacionista tiene una percepción
diferente de sus propios límites y de su naturaleza. La forma de gestión,
los objetivos a los cuales apunta, las carencias y muchos otros aspectos son
percibidos de una u otra forma por los diversos colectivos. Sin embargo, se
ha querido interpretar estos límites como condiciones generales, de
un entorno común, para la misma rama de actividad.
El alcance
de la identidad
Si aceptamos la idea de considerar a la identidad como el elemento más
importante para la existencia y sobrevivencia de los grupos deportivos asociativos
tradicionales, deberíamos preguntarnos: ¿Cuán lejos puede
viajar la identidad para expandir su alcance, de la misma manera que una moto
es Honda en Japón o en Venezuela?
La identidad es un elemento que no se adquiere en el negocio de la esquina
ni se encarga por correo ni se toma prestado. Ni siquiera es igual de un momento
al otro. Es un acervo personal que se alimenta con el tiempo, con las costumbres
aprehendidas, con la interrelación de unos con otros, con la retroalimentación
permanente entre pares y con rivales, con la aceptación de sus valores
intrínsecos. Es decir, con la vivencia real y palpable de cada día.
Quizás podríamos extender este criterio y argumentar que coexisten
una identidad media del colectivo con otra identidad personal de cada miembro
que corresponde a la percepción de la realidad social que se tenga
en un momento dado. Ambas identidades son muy similares en significado pero
una prevalece sobre la otra en cada oportunidad que han de tomarse decisiones.
En última instancia, siempre pesarán consideraciones de orden
político-personal para optar por un apoyo a la visión colectiva
o a la individual.
No existe identidad ahí donde la relación es meramente instrumental.
Debe prevalecer un motivo aleccionante, alejado de utilidades prácticas
tales como el comercio o el interés pecuniario, para que fecunde.
La identidad debe ostentarse, ofrecerse y convencer. No alcanza con representarla
sino que debe trascender hasta el hombre para conquistarlo. Es decir, debe
trasmitir pertenencia útil de alguna manera.
"La identidad es, por encima de todo, un dilema. Un dilema entre la singularidad
de uno mismo y la similitud con nuestros congéneres, entre la especificidad
de la propia persona y la semejanza con los otros, entre las peculiaridades
de nuestra forma de ser o sentir y la homogeneidad del comportamiento, entre
el uno y lo múltiple. Pero la identidad es también un constructo
relativo al contexto sociohistórico en el que se produce, un constructo
problemático en su conceptualización y de muy difícil
aprehensión desde nuestras diferentes formas de teorizar la realidad
social. .... aquello que denominamos identidad, individual o social, es algo
más que una realidad natural, biológica y/o psicológica,
es más bien algo relacionado con la elaboración conjunta de
cada sociedad particular a lo largo de su historia, alguna cosa que tiene
que ver con las reglas y normas sociales, con el lenguaje, con el control
social, con las relaciones de poder en definitiva, es decir, con la producción
de subjetividades (Cabruja, 1996,1998; Pujal, 1996)" (3).
¿Se puede 'exportar' esa identidad así como los frigoríficos
comercian sus carnes, los laboratorios sus medicinas o el fútbol profesional
sus varios productos? Es decir: ¿los grupos deportivos asociacionistas
podrán trasmitir su identidad con la misma lógica capitalista
que parecen estar utilizando para su administración interna?
El único estudio que he encontrado respecto a la relación entre
identidades locales y lejanas a nivel de los "fandom" (reinos de
los hinchas) es un trabajo del año 2000 titulado "Globalised Football
Fandom: Scandinavian Liverpool FC Supporters" (2). Si bien sus consideraciones
se aplican al fútbol, un deporte que utiliza otros medios masivos de
comunicación y tiene un claro fin comercial, algunas de sus conclusiones
son útiles para clarificar el alcance de la identidad.
El término 'fandom' proviene de la acepción inglesa 'fan' (fanático)
que es utilizado para designar a los seguidores locales de un equipo. El calificador
'dom' (que alude a reino) es utilizado ahora para designar al espacio de todos
los seguidores, sean locales o distantes, y también a sus integrantes.
En el análisis de Nash, dos son los elementos constitutivos de la existencia
y mantenimiento de esa identidad a distancia (es decir, en el 'fandom'): atmósfera
y participación. La 'atmósfera' se lograría gracias a
la distribución comercial de elementos distintivos del Club (ropas,
informaciones periodísticas, artículos varios como jarras y
gorras, insignias y hasta fanzines). La 'participación' a distancia
se manifestaría en visitas permanentes a la fuente (el estadio del
club, su ciudad, su museo, el bar de los fanáticos originales) o la
posibilidad de utilizar la red mundial Internet para conectarse con los fanáticos,
entre los más importantes. Es decir, debe existir una conexión
abierta con el origen.
Esta 'participación a distancia' es concurrente con la local aunque
estarían a diferentes niveles: "Rather than parallel, or colliding,
social worlds, these fans have a hierarchy of social worlds, their support
for Liverpool Football Club providing participation, glamour and history,
compared to an interest in local football that involved markedly less interest,
money and time". Luego, la identidad a distancia se elige en función
del honor que deviene de ella mientras que la local no se elige sino que se
adscribe por tradición, participación u otros concursos sociales.
La reprobación social de la comunidad local es un elemento fundamental
a la hora de mostrar comportamientos, según Nash. La identidad a distancia
no ofrece tales reparos y es más fácilmente manipulable y exteriorizable
debido a la ausencia de reprobación de los fanáticos originales.
La identidad debe ser exteriorizable en algún grado.
Sin embargo, todo este proceso de asimilación de identidades no parece
ser equitativo. En realidad funciona en un solo sentido. Como lo dice Nash:
"English fandom takes nothing from its 'cultural encounter' with Scandinavian
fans and values". La fuente no adquiere nada del grupo distante.
Lo más destacable del proceso descrito por este investigador es que
la asimilación del gusto por todo lo relacionado con Liverpool Football
Club se produjo por casualidad cuando, en 1960, la televisión escandinava
comenzó a trasmitir los partidos ingleses. Es decir: no hubo una penetración
deliberada y orientada de parte de los clubes ingleses sino que existió
aceptación previa de los fans escandinavos que, para 1980 ya tenían
formado el Liverpool Scandinavian Supporters' Club con 21.634 fanáticos.
Volviendo a la cuestión principal: ¿es posible exportar, trasladar
o comunicar la identidad desde los centros asociacionistas deportivos tradicionales
de igual o similar forma que sucede en el fútbol para lograr ampliar
los 'mercados consumidores' (antes 'colectivo social') al estilo de la empresa
capitalista actual?
Comparativamente hablando, estos colectivos asociacionistas no manejan los
mismos medios de comunicación ni tienen la misma trascendencia que
el fútbol. Ni su producto se asimila a la utilidad de un electrodoméstico
o de un jugador de fútbol totalmente 'commoditizado'.
Sus identidades locales están fuertemente reforzadas por la idea de
ser "agrupaciones de barrio" (la palabra barrio puede ser fácilmente
sustituida por etnia o grupo de afinidad). Su forma principal de comunicación
son los afiches, los folletos, la televisión nacional, alguna actividad
barrial (como los tablados de carnaval o un baile popular) y hasta el boca
a boca. Es decir, todos medios de alcance limitado.
La distancia entre el centro asociativo y el asociado parece ser cada día
menor y más importante. Los avatares de la vida ciudadana (violencia,
disminución del rendimiento del dinero, aumento de los costos de vida
fundamentalmente del transporte, aumento de la competencia) hacen que los
posibles 'consumidores' (antes 'asociados') estén radicados cada día
más cerca de la sede social.
En el ejemplo de Nash la identidad inglesa ya estaba presente ahí donde
finalmente se consolidó una forma nueva de exportación del capital
cultural de Liverpool Football Club. En el caso de los centros asociacionistas
uruguayos no se ve nada sembrado fuera de su ámbito social de ingerencia.
Si, como parece ser verdad, la identidad necesita de algún antecedente
en la comunidad objetivo para fermentar, nuestros grupos asociacionistas aún
no han empezado la tarea.
Si la identidad social, así entendida, es consonante con la territorialidad,
con las similitudes políticas y sociales, con los valores culturales
del colectivo entonces para 'exportar' con éxito su 'producto deportivo'
deberían estirarse los límites identitarios hasta alcanzar a
los grupos destino. En otras palabras, si la identidad social está
unida a las bases materiales de la sociedad y ella es producto de las circunstancias
histórico-sociales que la modelan (4), la ampliación de los
límites implica una extensión del comportamiento de la identidad
dentro del colectivo mismo.
Repasemos los procedimientos conocidos para lograr 'estirar' esos límites.
La participación directa (traslado de los simpatizantes lejanos hacia
la fuente) parece ser la más eficiente pues comunica la identidad social
de la forma más completa posible. Pero aún tiene la desventaja
de perder efectividad al volver esos simpatizantes a su entorno de origen
o al hacer interpretaciones en función de códigos y costumbres
personales. La red internacional es rápida y ubicua pero es demasiado
homogénea (todas las páginas lucen igual aunque son confeccionadas
con criterios diferentes) como para trasmitir identidades sociales particulares.
La televisión es práctica y manejable pero la interpretación
de los hechos que se ven se realiza siempre con criterios localistas y no
con los criterios que se pretenden trasmitir desde la fuente. En todos estos
procedimientos está influyendo la identidad local del receptor por
sobre la identidad social que se quiere trasmitir. No puede ser de otra manera.
Dejando de lado el hecho que las actividades asociacionistas conforman una
práctica que no tiene al presente una relevancia tan exuberante como
la del fútbol, los grupos deportivos asociacionistas no parecen estar
ejercitando una política orientada a ampliar los límites físicos
del alcance de su identidad colectiva. Antes bien, están tratando de
incluir en sus límites sociales a otros ámbitos o estratos de
la misma comunidad uruguaya. Esto no significa 'estirar' los límites
sino 'acomodarlos'.
Queda por responder una pregunta fundamental: ¿aún cuando se
logre exportar la identidad asociativa con éxito: hasta dónde
se estaría dispuesto a soportar que esa identidad sufra o se desvirtúe
en función de las interpretaciones que pueda adquirir a distancia,
de manera de no perder control sobre la identidad propia?
Los grandes equipos de fútbol (como Real Madrid, Liverpool, Manchester
United e inclusive el Dínamo de Kiev) está recurriendo a las
grandes figuras de todo el mundo en una forma de atraer 'consumidores' (antes
'simpatizantes') desde todo el 'fandom' a través de la identificación
con sus congéneres exitosos. ¿Acaso este cosmopolitismo instrumental
no significa perder algo de la identidad colectiva como institución?
O quizás estemos en presencia del proceso inverso: en lugar de colonizar
por extensión de los límites se coloniza por inclusión
dentro de los límites.
Pierre Lanfranchi (6), en un texto donde discute la validez de la identidad
devenida de un equipo de fútbol multinacional (de muchos extranjeros),
escribe:
"In the perspective of the 'national-romantic' sporting social science,
football is too urban, to permeable to minorities: sons of inmigrants, sons
of the colonies, mercenaries from all parts of the world are unable 'to reflect
the soul of a population, its moral and physical qualities, its sense of individualism
and community sociability (or) preserve traditions saving the originality
and virtues of the race' (Eché 1984)".... "The rejection
of football could be the reaction against a game characterized by the razionalization
of the organization, deterritorialization, cosmopolitism, mass recreation
(Laurens, 1985)".
La homogeneidad
creciente del 'producto deportivo' (antes 'práctica deportiva')
Se denomina 'producto deportivo' a esos valores intangibles (el know-how,
la idiosincrasia propia del deporte, las diferentes escuelas deportivas) que
ofrecen las instituciones asociacionistas y que, hasta hace poco tiempo atrás,
las diferenciaba entre sí. Por ejemplo, todos sabemos que antes la
mejor forma de 'hacer pesas' estaba en Club L'Avenir, se disfrutaban las más
completas actividades campamentiles en Asociación Cristiana de Jóvenes,
se practicaba el tenis más pulido en Carrasco Lawn Tenis y un gran
etcétera. Si bien esas actividades se destacaban de entre otras muchas
que ofrecían cada una de esas instituciones (en esencia, oficiaban
de referente distintivo de cada una), hoy la homogeneidad a la cual se llegó
hace imperceptibles tales diferencias fuera del ideario tradicional de los
mayores.
Exportar valores intangibles (know-how, estilos, etc.), como forma de ampliar
los límites del asociacionismo, parece ser una opción más
realista en comparación con la extensión de los valores tangibles
(gimnasios, piscinas) que veremos más adelante. Trasladar el beneficio
de las diversas formas de practicar karate o voleibol o natación a
otros confines deportivos no es una tarea fácil aunque tampoco suena
tan imposible como trasladar un trinquete.
Tomemos un ejemplo: el Pilates, método de educación corporal
por ejercicios lentos y controlados que se realizan en aparatos sobre el piso.
Ésta ha sido una práctica que se ha exportado con éxito,
no solo por sus aparatos específicos sino porque conlleva una filosofía
integral de cuerpo y espíritu. Otro tanto podría decirse de
las disciplinas orientales, como el Tai Chi, que comporta no solo una práctica
diferente sino una identidad muy bien definida.
Ahora bien: ¿hasta dónde puede haber variaciones de una gimnasia
clásica o de un estilo de natación, por ejemplo, que permita
no solo exportar su forma de práctica sino la identidad social de donde
se generó?. ¿Tienen las agrupaciones asociacionistas tradicionales
un acervo deportivo tan importante como para poder generar prácticas
impregnadas de gran identidad colectiva?
La base de la aceptación de las prácticas posmodernistas radica
no solo en su simplicidad (8) sino en su homogeneidad a través de los
diferentes lugares de práctica. Crear un estilo nuevo de ejercitación,
para promover junto a él una identidad asociativa particular, suena
a ir contra la corriente de la posmodernidad.
En otras palabras, el hecho de querer exportar un estilo para generar identidad
va en contra de las tendencias actuales de homogenización y está
llamada a ser su propio verdugo. La cultura posmodernista del deporte no admite
la existencia de la identidad deportiva en la misma medida que lo plantea
las actividades más tradicionales sino que adscribe a un principio
de 'practicidad individual para todos, en cualquier lugar'. Es justamente
esa ausencia de identidad, fundamentalmente, la que ha conquistado a los grandes
públicos practicantes.
Los límites a la exportación de los valores intangibles del
asociacionismo deportivo radican en la forma en que la sociedad posmoderna
administra el ethos individual, desligado del colectivo de referencia. Y esa
individualidad es cada vez es más instantánea. Parafraseando
a Sumo, el grupo de música argentino, "no sé lo que quiero
pero lo quiero ya". Y yo agregaría, al final, un "aquí".
La administración
del espacio deportivo
Hasta hace poco tiempo no estábamos en condiciones de comparar la forma
de administrar los espacios deportivos por parte de los centros asociacionistas
dado que, literalmente, no teníamos puntos de comparación. Sin
embargo, con la llegada de los gimnasios posmodernos (spas, salas de musculación,
etc.) tenemos algún elemento de referencia.
Exportar los valores tangibles parece ser una tarea imposible. ¿Cómo
extender los gimnasios, las piscinas, las salas de musculación a otros
espacios? Son tipos de instalaciones en donde el practicante debe trasladarse
hasta ahí y no a la inversa. Pero esto no es todo.
Estos espacios inamovibles generan una identidad, un medio ambiente, un sistema
para-urbano particular. No es lo mismo practicar en el gimnasio del Club Atléticos
Bohemios (en pleno Pocitos) que en el de Club Atlético Atenas (en la
rambla de Parque Rodó). Ambos tienen diferencias a favor y en contra.
Si pudiésemos imaginar, por ejemplo, al ventilado, iluminado y amplio
gimnasio de Olimpia, a las afueras de Montevideo, entre los edificios del
centro de la ciudad, las condiciones sería unas muy diferentes. Es
decir, el gimnasio, la pileta, el frontón y demás instalaciones
tradicionales no solo dependen de sus materiales sino del entorno en el cual
están insertos.
Vistas desde otro ángulo, estas instalaciones tradicionales ostentan
su 'paisaje' propio y singular. Generalmente están cubiertos de espacios
publicitarios, gradas con separaciones, materiales específicos (como
el cemento), colores identificatorios de la institución, cantina in
situ y otras particularidades que agregan un valor patrimonial muy personal
a cada colectivo. Por ejemplo, hay auspiciantes que solo publican en algún
gimnasio y no en otros; o existe más publicidad donde se instala la
televisión que donde no intervienen los medios de comunicación.
Algunos estadios o gimnasios tienen los accesos para deportistas y público
más protegidos que otros (por razones de seguridad), otros son más
silenciosos y muchas otras variaciones.
Todos estos elementos hacen las diferencias y las preferencias de los asistentes,
ya sea por la identidad que trasmite, la organización de los espacios
o sus comodidades.
En contrapartida, desde finales del siglo XX se ha instalado la nueva forma
de practicar deporte, una forma que cada vez parece tener menos forma.
Este posmodernismo nos ha enseñado que las prácticas deportivas
no son exclusividad de los recintos diseñados a tales fines (como los
tradicionalistas) sino, por el contrario, pueden ejecutarse indiferentemente
del lugar físico. Gracias a este criterio más amplio de apertura,
el concepto de práctica se ha trasladado a espacios tan dispares como
una acera, la playa, un gimnasio en un hotel de gran categoría, una
sala de aparatos exclusiva para los residentes de un edificio y hasta el domicilio
particular. Es decir, el posmodernismo ha 'exportado' con éxito los
espacios tradicionalmente inamovibles hasta diversos lugares, a expensas de
modificar, ampliar o complementar su significación como deporte.
Los centros deportivos posmodernistas han salvado este problema de la inamovilidad
gracias a la invención de equipamiento ad hoc de fácil traslado.
La tendencia a encerrarlos en ambientes altamente controlados y homogéneos
hace que las instalaciones sean muy parecidas unas a otras. Este hecho ha
permitido llevar íntegramente los servicios deportivos más allá
de las fronteras originales aunque hayan perdido la relación identitaria
con su fuente. Ello no es necesariamente contraproducente para las instalaciones
posmodernistas que ya tienen su perfil funcional definido pero sí puede
serlo para las asociacionistas porque modifica el concepto de identidad, entendido
tradicionalmente.
Las instalaciones deportivas tradicionales son verdaderamente un límite
en la medida en que no fueron pensadas para la multifunción (que les
asigna el posmodernismo) ni son fácilmente adaptables a otras tareas
(por los costos que se deben asumir), ni quieren perder su 'paisaje' distintivo.
El posmodernismo ha aportado imaginación, creatividad y solución
para el aprovechamiento de los espacios mientras que las instalaciones tradicionales
no han variado ni siquiera las formas de juego de los diversos deportes más
allá de una instrumentalidad forzada por la comercialización
del deporte (como el cambio en las reglas de juego del voleibol para que el
partido tenga una duración definible en términos de espacio
televisivo al aire).
Desde un punto de vista edilicio, las empresas capitalistas deportivas de
fines de siglo XX han asignado un nuevo papel a la práctica deportiva
y es esa resignificación más liberal la que ha ayudado a un
aprovechamiento más integral y ubicuo del beneficio del deporte.
Para una empresa capitalista, producir un electrodoméstico en una punta
u otra del mundo es un problema de costos. Para un grupo asociacionista deportivo
tradicional trasladarse un par de kilómetros significa modificar su
relación de inmediatez con sus 'clientes' (antes 'socios'). (Me pregunto
¿cuánto tardarán en sufrir este mismo efecto los gimnasios
posmodernistas establecidos que deben edificar una relación 'cliente-empresa'
tan comprometida como la de los grupos asociacionistas tradicionales?).
Evidentemente, existen diferencias entre las empresas capitalista y los grupos
asociacionistas a la hora de analizar sus instalaciones respectivas.
El cúmulo
de conocimientos a disposición de las instituciones asociativas
Las instituciones asociacionistas de Uruguay han generado un cúmulo
importante de conocimiento a través de su actividad de casi un siglo
(o más en algunos casos).
Ese conocimiento, que se presume un patrimonio de cada colectividad, no ha
trascendido las fronteras institucionales. De hecho, se utiliza como 'receta'
del quehacer de cada una pero no se ha sistematizado en sabiduría popular
ni académica.
Tan importante es este detalle que no existe una literatura, un foro u otro
medio idóneo en donde se resuma, discuta o aprenda sobre la cultura
del devenir asociacionista deportivo.
Algunos elementos aislados pueden encontrarse en los cursos autorizados oficialmente
para profesores de educación física pero su bagaje es tan reducido
y su utilidad tan genérica que peca de conocimiento de 'administración
de empresa' antes que de 'administración para la identidad cultural
del grupo'.
Como complemento a esta carencia, tampoco existen cursos de formación
de profesionales de administración del deporte cuya vocación
o meta exceda los límites impuestos por la tecnocracia administrativa.
Los médicos salen de las universidades sabiendo medicina, los arquitectos
otro tanto y los estudiantes de educación física solo saben
practicar educación física, no asociacionismo deportivo.
Los pocos cursos pioneros conocidos parecen poner su énfasis en tecnicismos
particulares del deporte antes bien que en la vocación de servicio
propia de los cuadros administrativos asociacionistas que funcionan en esas
instituciones. No juzgo su orientación; juzgo que no exista una orientación
más 'asociacionista' además de la técnica. Dicho de otra
manera, si partimos de la base de considerar al asociacionismo deportivo como
la suma de técnica + identidad social, la crítica está
orientada a mostrar que la meta de los cursos es la técnica y no la
forma uruguaya de crear deporte asociacionista.
En otras palabras, no hay una 'forma oficial de servir' de las instituciones
asociacionistas uruguayas que las identifique. Cuando se requiere personal,
se acude a los administradores de empresa, a los técnicos contables,
a los ejecutivos de marketing que están todos aleccionados por la misma
escuela genérica. Así como existe un asesor contable para los
números, un asesor letrado para las cuestiones legales o un asesor
arquitecto para los menesteres edilicios, también debería existir
un asesor social-deportivo que planifique posibles alternativas y participe.
Después de todo, ni los números ni las leyes ni el edificio
son más importantes que los seres humanos.
¿Qué se pretende decir con esto? Que el conocimiento de los
grupos asociacionistas es tan fragmentario, atomizado y celosamente custodiado
que les resulta imposible organizar una acción conjunta para paliar
un posible déficit social ciudadano como lo son, sin duda, la declinación
en la identidad del ser posmodernista, el avance del deporte de marcas sobre
las actividades lúdicas o una redefinición del deporte tradicional
en franca competencia con el posmodernismo.
No hay cuadros académicos experimentados en el 'quehacer asociacionista
uruguayo'. Tampoco parece haber esfuerzos para tratar de comprender la situación
de las instituciones asociacionistas más allá de los números
fríos que proporcionan los ejecutivos del marketing. Pensar que el
problema asociacionista se circunscribe a una caída en el caudal de
socios por causas de una coyuntura económica es similar a no reconocer
que el ser humano es más complejo que la moneda misma.
Por tanto, en lo que refiere a los límites del asociacionismo, el escaso
conocimiento de la realidad socio-identitaria de los diferentes colectivos
asociacionistas conspira contra los propios colectivos que ni se benefician
de la experiencia de los otros ni participan en la creación de una
sabiduría uruguaya.
Este autodidactismo no proporciona soluciones porque no puede reconocer sus
propias fallas y tampoco deja espacio para apreciar el futuro con otra óptica
más que la suya misma. Si pudiese reconocer sus propias fallas y salvarlas,
estaríamos en presencia de una institución autopoiética
de indiscutible valor sociológico.
Las empresas comerciales que manufacturan productos cuantificables tienen
una base perfecta de medición de su performance. Tan importante es
este conocimiento que de ello se desprende que han logrado sistematizar su
cúmulo de conocimientos al punto de convertirlo en cuasi-ciencia (porque
está estructurado para ser transmisible). De todo ello se nutre el
ejecutivo de marketing o el asesor contable. El capitalismo ha sido tan inteligente
que ha podido sobrevivir gracias a que todos los agentes involucrados han
aprendido las reglas estandarizadas del juego que el mismo sistema propone
y comparte. Este es un desarrollo que ha tomado siglos en madurar y se generó
en beneficio exclusivo de los participantes mismos.
Los grupos asociacionistas, por su parte, no han logrado cuantificar su actividad
por otro patrón que no sea el impuesto por el sistema capitalista (cantidad
de socios, balances de caja, déficit presupuestal), desestimando la
repercusión que han tenido a nivel de la modelación de la personalidad
y las formas de convivencia. Tampoco han sistematizado su conocimiento y mucho
menos trasmitido sus experiencias de una manera educativa para el sistema
todo, de forma tal de contribuir a moldear y ampliar el capital social uruguayo.
Parece existir una diferencia de sustancia entre quienes administran los dineros
del colectivo (que se rigen por preceptos tecnocráticos) y quienes
deben administrar el patrimonio social y cultural asociacionista, que muchas
veces recae sobre la misma persona. Esta es una divergencia que no se aprecia
en la esencia capitalista.
El conocimiento sin diseminar se vuelve adminículo de estantería,
estancado en sus propios límites. La gran diferencia entre el conocimiento
del quehacer capitalista y el del quehacer asociacionista deportivo es la
transmisiblidad instrumental del primero en beneficio del conocimiento mismo.
Las nuevas
costumbres deportivas
Todos quienes escriben sobre deporte destacan el aumento general en el deseo
de practicar 'deporte' en alguna de sus formas. Ya sea retomando la actividad
preferida (fútbol, básquetbol) o asumiendo una práctica
nueva (musculación, bicicleta, yoga), hay consenso en decir que el
deporte, en alguna de sus muchas formas, está tomando auge en la rutina
diaria de la mayoría de las personas.
Y si, por el otro lado, se toma en cuenta que los logros (o marcas) de los
deportistas profesionales cada día están más alejados
de las posibilidades reales de los deportistas comunes, llegamos a la conclusión
que cada vez más gente intenta ser más lúdica y menos
competitiva al estilo tradicional.
Quizás la 'competencia' ahora no sea por marcas sino por estética
e imagen. Y quizás, también, los practicantes comunes de hoy
se estén preguntando si es tan necesario medir todo: desde la mejor
carrera hasta el bíceps más llamativo.
En una tercera vía de convergencia aparecen aquellos autores (5) que
sostienen que el deporte mundial está transitando una senda que cada
día lo ata más al 'deporte de marcas'. Es decir, que este deporte,
tan apoyado por el cientificismo tecnocrático al que se ha llegado,
permea toda las consideraciones sobre práctica deportiva. Inclusive
las asociacionistas.
Todos estos puntos parecen confluir, de alguna manera, en las prácticas
asociacionistas deportivas de Uruguay. Sus actividades tradicionales (como
fútbol, básquetbol y natación, por ejemplo) están
fuertemente impregnadas de consideraciones de marcas. Inclusive juegos tan
lúdicos como la Búsqueda del Tesoro (6), que están orientados
al esparcimiento, se hallan fuertemente inducidos por ánimos de competencia
cuantificables (El equipo 'A' ganó 2 veces y el 'B' 3). Según
estos criterios, para todo debería existir una regla de medición,
una forma de cuantificar y validar la acción de unos en relación
a la de otros.
La actividad general de los centros asociacionistas de Uruguay parece estar
sesgada hacia la competencia. Recordemos que estas formas de práctica
deportiva nacieron en épocas (principios de siglo XX) en que el deporte
era más una solución higienista a los problemas de la juventud
que una necesidad de distensión ante las exigencias de las nuevas formas
de trabajo del siglo XXI. Y que la competencia surge, básicamente,
de consideraciones transnacionales de mediados del siglo XX como instrumento
de exaltación de los valores nacionales en las arenas deportiva internacionales.
Las instalaciones de los centros asociacionistas deportivos están orientadas
técnicamente a la producción de marcas. Los pisos están
diseñados para saltar más adecuadamente (pisos flotantes), los
gimnasios tiene estructuras que ayudan a fortalecer la diversas partes del
cuerpo (espaldares. Los nuevos gimnasios de musculación son una concentración
de esas técnicas de fortalecimiento), tanto las piscinas como los gimnasios
deben tener dimensiones estándar para ser aptas para competencia (que
se resuelve gracias a la registración de marcas), etc.
Tanto esas instalaciones tradicionales como las prácticas que en ellas
se llevan a cabo parecerían estar definidas de antemano por la necesidad
compulsiva de generar marcas, establecer récordes y fomentar comparaciones
entre personas. Y muchas veces la comparación aflora entre deportistas
que no pueden ser comparables a través de sus cualidades físicas
(un delgado con un obeso, por ejemplo).
Poniendo todo esto junto puede llegarse a argumentar que el deporte de los
'comunes' uruguayos se está dividiendo en dos facetas netamente observables:
a. por un lado como practicantes, una actividad ejercitable, lúdica,
disfrutable cuyo objetivo final es la salud y una estética de la imagen
b. por otro lado como espectadores, una actividad altamente profesionalizada
cuya finalidad es el entretenimiento y la asimilación de una identidad
a través de terceros.
Los centros asociacionista parecerían estar a medio camino entre lo
lúdico posmodernista y lo netamente profesional. Sus instalaciones
aún tienen una orientación a marcas, sus actividades están
siendo llevadas a la práctica disfrutable dentro de esas instalaciones
y su profesionalismo ha quedado lejos de los estándares internacionales.
En lo que respecta a la cultura deportiva actual, los verdaderos límites
del asociacionismo deportivo en Uruguay surgen de la lentitud con que se asimilan
las prácticas posmodernistas, fruto del cambio tan intenso que hay
que generar en las estructuras tradicionales.
En síntesis...
El asociacionismo deportivo en Uruguay parece estar en una encrucijada: por
un lado se considera a sí mismo una asociación colectiva que
debe brindar servicios culturales, sociales y deportivos insustituibles a
su masa de seguidores/buscadores de identidad pero, por el otro, se reinterpreta
cada día a sí mismo como una empresa advenida a la lógica
capitalista. Y lo que agrava la situación, es que muchas veces esta
dicotomía interpretativa se produce en la mente de la misma persona,
donde no hay posibilidad para el intercambio fructífero de opiniones.
En su conjunto, no tiene un cúmulo de conocimientos a su disposición
que le ayude a reaccionar como frente común ante las adversidades que
provienen del devenir social, de la misma manera que el capitalismo sí
cuenta con él.
De ello se deduce que los límites que acorralan a ese asociacionismo
en Uruguay no parecen ser los mismos que atan a las empresas inmersas en la
filosofía capitalista. Es esa visión doble de sí mismos,
en que en un momento prevalece el aspecto económico y en otro el social,
que les impide plantear objetivos claros en uno u otro sentido.
Aún no ha aparecido el organismo, institución, grupo de estudio
o entidad que ayude a sistematizar el conocimiento asociacionista, que promueva
acciones claras hacia el objetivo de mejorar la economía de esas instituciones
y, a la vez, mantener la identidad propia que ha colaborado tanto en crear
el estilo uruguayo asociacionista de ser.
Parecería que la lógica del 'mercado libre' llevara a cada entidad
asociacionista hacia la autopercepción de ser 'empresas' que compiten
individualmente por un 'cliente' sin otra identidad que la de consumidor (esto
se ve claramente reflejado en la homogeneidad que ostenta toda la publicidad
del sector deportivo). El acervo social que se ha consolidado a partir de
la importantísima función que han desempeñado estas instituciones
por más de un siglo parece desvanecerse ante la homogeneidad promovida
por el proceso de globalización de las diversas formas culturales.
Quizás debamos reinterpretar este último párrafo y pensar
que se está transitando "desde movimientos colectivos de masas
a un individualismo organizado" (9) en donde el deporte ha tomado un
auge insospechado.
Referencias
bibliográficas
1. "Uno de los cracks mejor
pagos del país en un club de 130 socios", Deportivo El País,
Diario El País de 15 de marzo de 2004.
2. "Globalised Football Fandom: Scandinavian Liverpool FC Supporters".
Rex Nash (Universidad de Liverpool, Inglaterra).
3. Identidad: de lo personal a lo social. Un recorrido conceptual". Lupicinio
Íñiguez, Universidad Autónoma de Barcelona, año
2001.
4. Concepto extraído de "Algunas tesis sobre la producción
social de identidades nacionales" de Iñaki Gil de San Vicente,
Euskal Erría 2002.
5. Por ejemplo: Joseph Maguire y Alan Ingham.
6. Actividad para acampantes que consiste en seguir pistas hasta descubrir
un Tesoro.
7. 'The Migration of Footballers: the case of France, 1932-1982'. Incluido
en el libro 'The Global Sports Arena - Athletic Talent Migration in an Interdependent
World'.
8. Ver "SIMPLICIDAD: un aspecto que hace la diferencia entre lo tradicional
y lo moderno en el asociacionismo deportivo uruguayo.", Rafael Bordabehere.
http://www.efdeportes.com.
9. "Frivillig organisering og demokrati", Seller and Oymyr, publicado
en "Social Capital in the Social Democratic Wefare State" por Bo
Rothstein.
14- Fútbol,
pasión identitaria.
Rosalba
Oxandabarat
Los gozos y las sombras
Con la Sub 20 tocamos el cielo, con los mayores nos hundimos en el infierno.
Entre la alegría y el encono, Uruguay hace sus cuentas futboleras,
que siempre van más allá del fútbol.
Tanto la euforia como la tristeza desataron la verborragia, las definiciones,
los veredictos. Diablos, ¿es el fútbol, como decía una
canción que se puso de moda durante la Copa América del 95,
"el" arte de este país? ¿El factor privilegiado de
la mentada identidad nacional?
Es fantástico, el fútbol. Perdida o bastardeada, la épica
que alentó la imaginación de los antiguos pueblos, once tipos
enfrentando a otros once tipos detrás de una pelota, concentran la
fuerza, la habilidad y el acuerdo capaces de revivir esas olvidadas pasiones
de grupo.
Ahora, arte, identidad y épica están para el país pequeño
en menguada situación. La frustración acarreada por la selección
"mayor" sucedió casi inmediatamente a la fiesta que trajeron
los chicos. El país racionalista que sin embargo cree en los milagros
tuvo la oportunidad de verificar qué poco duran. A veces, la Virgen
no aparece. Pero los uruguayos siempre esperan, no una joven milagrosa en
una gruta, sino una pierna sólida que surgiendo inesperada en el entrevero
lance el tiro salvador.
"¿Por qué va a ser sólo nuestra identidad?",
dice Soledad, desde sus 21 años. "Todos los países se fanatizan
igual por el fútbol. Acá se festejó tanto porque aunque
se pasen diciendo que los uruguayos son grises, tristes, no es verdad. No
festejamos porque nunca hay nada que festejar, pero apenas hay algo, zas,
salimos a la calle. Lo que pasa es que éste es un país carente
de alegrías nacionales."
TESORO ESCONDIDO
El historiador Gerardo Caetano recuerda el cuidado que hay que tener con la
palabra "identidad". Cuando se la nombra surge la perspectiva esencialista,
se busca un conjunto de referentes idiosincrásicos para referir una
identidad que apela a la cohesión, al inmovilismo. Los estudios culturales
y de ciencias sociales tienden ahora a percibir la idea de identidad como
un construc-to inacabado e inacabable, que para permanecer debe ser apto para
cambiar, agrega.
"Con esos recelos la idea de asociar una actividad como un rasgo esencial
de la identidad de un pueblo tiende a ser peligrosa y a generar equívocos.
Por cierto que desde fines del siglo xix y sobre todo en el xx -ya el británico
Eric Hobsbawm lo ha señalado- el fútbol ha sido muchas veces
un escenario de afirmación nacionalista. En el caso uruguayo, por muchas
razones, se ha constituido en una manifestación muy central de esta
sociedad. Un pasado de gloria, que da al país una posición de
privilegio en el mundo, vinculado a la idea de una sociedad con un pasado
de oro en términos políticos, sociales y económicos",
piensa Caetano.
Tiempo hubo, no tantas décadas atrás, en que el uruguayo que
visitaba Europa sólo era ubicado en su especificidad si se evocaba
Maracaná. La copia en chiquito de la Argentina que resultábamos
-en el mejor de los casos- cobraba "identidad" a la luz de la celeste.
¿Cómo no festejar todo lo que señale a aquello, y padecer
por lo que lo aleja?
"Ni tanto ni tan poco", reflexiona la escritora y crítica
Alicia Migdal, para quien en el mundo actual los grandes rituales pasan por
lo político, lo deportivo o la música rock. Deporte y música
son hechos sensitivos y hasta sensuales, y permiten esa evasión transitoria
que mientras dura trae el disfrute, el placer, dice.
"Me acuerdo de mi hijo, cuando sufría, porque a esa generación
le tocó los papelones, le tocó Borrás, y yo pensaba que
no debería ser posible que cada cuatro años, por la celeste,
o por la copa o lo que sea venga esa angustia, ese desgaste. Y él me
contestaba: así es la pasión. He pensado mucho en eso, y me
da rabia la gente que desprecia el fútbol, que lo identifica con las
vidrieras rotas. Creo que la gente tiene derecho a poner pasión en
el fútbol, que es una de las pocas imágenes de representación
de lo colectivo que hay. Los uruguayos también tenemos la política,
pero de alguna manera la representación simbólica de la política
está en remojo, como entre paréntesis."
Caetano coincide en que los uruguayos, por diversas razones, han transferido
un conjunto de expectativas a la política y el fútbol. Las dos
instancias a las que un número significativo de ciudadanos se siente
articulado son el día de las elecciones y cuando Uruguay juega un mundial
o una eliminatoria. "Eso ha llevado a desarrollar una relación
bastante exótica con la política y con el fútbol, ámbitos
identificatorios de los que el uruguayo medio espera mucho más de lo
que se puede esperar, y esto los ha dramatizado en exceso, obteniéndose
picos de euforia, absolutamente desmesurados, y picos de bajón total.
Hay que desdramatizar la política y el fútbol y rescatarlos
de esa idea inmovilista, esclerosada, de identidad nacional, dejar que esas
dos actividades -muy centrales en cualquier sociedad- puedan recuperar su
verdadera dimensión, importante sin duda, pero que no puede ser que
absorban a otras. Al f&u Roberto Cancro, joven artista plástico
que se apronta a viajar a París en usufructo del premio Toulouse Lautrec
de la embajada de Francia, siente la reacción indirecta a ese peso
histórico. En los campeonatos internacionales -dice- "a nosotros
nadie nos quiere, que somos chicos, que somos pobres... Cuando lo de la Sub
20 me pegó que un comentarista que debe tener 50 años haya confesado
en público que el sueño de toda su vida fue gritar un gol en
una final. ¿Te das cuenta? Esperar eso toda la vida...".
Migdal intuye que Maracaná nos mató, que es una gloria atrofiada.
"La gente que juntaba la plata para ir a Rio, los dirigentes que se volvían
antes de la final, para no sufrir no sé qué. Esa cosa tan artesanal,
voluntarista. Y los suicidios de brasileños, todo junto, yo creo que
es demasiado para nosotros."
Para Caetano, el sobredimensionamiento del fútbol ha llevado al uruguayo
a hacerse más observador que participante, a creerse un buen deportista
porque mira todo el tiempo partidos por televisión, con un escaso sentido
lúdico del deporte. Su práctica, que debería ser gozosa,
al estar articulada con otras cosas, cambia, incluso en partidos de barrio.
El músico y poeta Mauricio Ubal señala que en Uruguay la pasión
por el fútbol, origen de una de las emociones sin duda más fuertes,
tiene mucho de artístico, de creador. "Te da la posibilidad de
ser vos dentro de un equipo, poner un sello, y también formar parte
del colectivo. Un jugador solo no gana un partido, pero si el equipo no tiene
jugadores de destaque tampoco pasa nada." Por su fuerza, se genera igualmente
en torno a este deporte "mucha pavada, algo muy pesado, una especie de
ideología de cómo ser".
PONCIO PILATOS, LA COLA TE ATO
Caetano ubica la cuota de esperanza y gratificación que significó
el vicecampeonato mundial de la Sub 20 en momentos en que el fútbol
en general parecía tocar fondo, creando una sensación muy fuerte
de insatisfacción. "En medio de eso uno encuentra una selección
juvenil, con todo lo que significa lo joven en una sociedad envejecida, que
incluso tiene hasta problemas simbólicos para acordar los premios,
y que alcanza un éxito deportivo importante, como es una final del
mundo en tiempos de gran competencia y además con una idea interesante:
buscando ganar desde jugar bien." Eso le dio a la afición una
sensación muy gratificante, cuando la sociedad está como demandando
entusiasmo, alegría, buena onda, cuando se necesita creer, cuando hay
una demanda de mística. "Hace muchos años que esto está
expresándose, que hay una disponibilidad más amplia para los
fenómenos religio Migdal sintió que la selección juvenil
la tocó con una verificación: acá hay tipos que no se
deprimen, que no tienen ese toque melancólico de los grandes. "Una
de las cosas que más me llama la atención es ese patrón
de conducta. Ves a Francescoli, con todo el amor que le tenemos, y ves que
juega y juega y de pronto cae como en una melancolía, que ya no puede
más. Y estos de la Sub 20 tienen otra mentalidad, sin tristeza, con
ganas, sin la idea de repetir Maracaná."
"El logro de estos botijas es que jugaron para adelante, fueron con su
esquema, iban ganando y siguieron, y no calcularon, y perdieron, y bueno,
creo que la gente entendió que ésa era una manera linda y sana
de jugar", dice Ubal. Y cuenta que volvió a jugar al fútbol
y redescubrió el placer de hacerlo, de correr, de disfrutar, se gane
o se pierda, y que eso es una de las cosas más lindas que los uruguayos
estamos perdiendo.
Además del Carnaval, los uruguayos no tienen muchas oportunidades de
fiesta, observa Migdal. Lejanas ya ciertas posibilidades de proyección
colectiva, como de repente fue Gardel, o aquella convocatoria que se alcanzaba
contra la dictadura en sus últimos tramos, no hay ocasión ni
para la fiesta ni para el enfrentamiento. "Una parte de la pasión
por el fútbol es la confrontación, tener tus camaradas y con
quien pelearte, pasa hasta por llegar a la oficina triunfante, o faltar para
no soportar la mirada de los triunfantes. Son sentimientos totalizadores.
Están en el límite de lo que no se puede manejar, porque desata
emociones primarias. Es un juego tan racional, tan sometido a reglas y al
mismo tiempo tiene una gran libertad... Moriré haciendo crítica
de cine, viendo centenares de películas americanas, y nunca entenderé
la dinámica del béisbol, que a ellos parece apasionarlos tanto."
Caetano subraya que en las sociedades contemporáneas hay mucha demanda
de todo lo que sea mágico, y que el fútbol profesional siempre
ha tenido una dimensión de irracionalidad muy fuerte. Las cábalas
de los jugadores, la apelación a rituales, forman parte de una cantidad
interminable de anécdotas. Y eso pese a todo lo que la práctica
del fútbol tiene de trabajo y disciplina, incluso en sus reglas, "que
son una obra maestra de lógica.".
Para Ubal no es casualidad que el fútbol sea lo más popular.
Hay también mucha pasión inducida. "Desde que sos chiquito
y tu papá te pone una camiseta hasta que ves montones de partidos todo
el tiempo, hay una inducción fuerte para provocar esa suerte de locura
colectiva, que al Uruguay le ha servido un poco como catarsis de un montón
de cosas, una especie de guerra y circo romano que se monta alrededor. Eso
tiene poco que ver con hacer una canción o pintar un cuadro, y sin
embargo da placer hacerlo y verlo." Cancro recuerda a los padres que
se pelean en un partido de baby y gritan a su nene. "Mi papá me
decía pegale así y yo le hacía caso a él y no
al técnico."
DESDRAMATIZAR
El fútbol es además un deporte que tiene entre sus características
más fantásticas que el azar cuenta, que siempre hay incertidumbre
en los resultados, y eso forma parte de la emoción, sostiene Caetano.
"Pero si se está jugando la identidad nacional, la soberanía,
el pasado de oro, las glorias, la moral, a algo que tiene tanta incertidumbre,
lo irracional y lo mágico se imponen. Entonces, los uruguayos ganan
porque tienen garra, porque juegan a la uruguaya, una cosa absurda. Hoy también
hay una globalización de los estilos del fútbol, una estandarización
en el fondo muy sensata. Incluso ya no hay tantas novedades tácticas
porque todo se sabe, todo está bastante probado, la preparación
física puede equilibrarse. Por supuesto siempre hay rasgos, los brasileños
con su juego bonito, etcétera, pero esa apelación a "jugar
a la uruguaya", a contramano de como se juega en el r Hay un grave error
en eso de mezclar la moral con el fútbol, señala el historiador.
Algunos periodistas explican un resultado no tanto por cómo jugaron
unos y otros sino por los valores morales que usaron, con una liviandad absoluta.
Hablan de responsabilidad, de equilibrio, de entrega a la camiseta. "No
me gusta generalizar en ningún campo, y hay muy buenos periodistas,
pero ese sobredimensionamiento en los medios, similar a la enorme cantidad
de clubes, absurdo para una ciudad como Montevideo, se acompasa con el número
de programas deportivos (unos 18 en las radios), y claro, como tienen que
hablar tanto, terminan hablando de cualquier cosa. Por otra parte eso tiene
su correlato económico: muchos de esos periodistas ganan muy bien,
y claro, el fracaso deportivo no ayuda. Para una actividad tan importante
para los uruguayos, los relatos que emergen del periodismo, las interpretaciones,
son paupérrimas. Si esto estuviera más acotado, también
ser Con la televisión los relatos cambian, hay un nuevo código
que exige transformaciones. Caetano observa que en estadios con pantallas
gigantes, el error del árbitro puede ser constatado por un espectador
con el replay, con gran ventaja frente al ser humano que, sometido a una tensión
permanente, tiene que fallar al instante. "Obviamente acá hay
un desafío que va a llevar en el corto plazo a una transformación
del arbitraje, ya se habla de un cuarto árbitro que pueda ver la televisión
y recurrir algunos fallos cuando hay dudas. Pero no es fácil, por algo
la fifa todavía no terminó de incorporar esa idea. Esta evolución
también desafía al periodista a cambiar, y no creo que lo desafíe
para mal. En otros países uno ve que complementan muy bien la imagen,
acá no se ha visto eso y, aunque no siempre, uno ve la reiteración
de muchas ideas falsas, la permanente referencia al pasado co Es la vieja
historia, concluye Mauricio Ubal. Con los juveniles se vio cómo sin
un proyecto, sin bases de apoyo, en silencio, se vuelve a recuperar ese sentido
lúdico, el placer de jugar. "Ojalá cambiemos de cabeza,
en el sentido de aprender nuestro lugar. Yo leí hace poco en una revista
que un español no podía entender cómo un país
de tres millones de habitantes tenía tantos laureles, tantos campeonatos.
¿De qué se quejan?, se preguntaba." Tal vez ni los uruguayos
lo puedan entender, y por eso se inventan tantas leyendas.
Publicado en el Semanario Brecha