18-
Setenta años del Mar de Fondo
Joselo González
Olascuaga
joselo@tenfieldigital.com
Uno que se crió ahí,
mirando el mar, sabe que agosto es un mes de espléndidos amaneceres
en la playa Ramírez. Seguramente el 25 de agosto de 1934 no fue una
excepción. Las crónicas hablan de barcos que salieron a pescar
y de botijas aprovechando el feriado nacional, por fecha patria, para jugar
todo el día en las canchas de la recientemente construida rambla. Pero
además, esa madrugada, en un rancho cercano a la costa (Cebollatí
1635), amaneció una espléndida expresión del barrio Sur
y Palermo: Mar de Fondo Fútbol Club.
Setenta años después,
tras veintiséis de ausencia, Mar de Fondo volvió a las canchas
de la AUF.
Aunque este domingo 8 de Agosto
de 2004, el club ya no está en el barrio, a las diez de la mañana
servimos la comida para el plantel de cuarta división, en la sede (diplomática)
que acreditamos en La Unión, lindera al actual domicilio de nuestro
Presidente, Ruben Iguini, en la esquina de Pernas y Morelli. Pastel de verduras,
tallarines con tuco, Coca Cola y frutas; chef: doña Olga.
A mediodía salió
el ómnibus que transportó a los gurises que disputarían
el preliminar en la cancha de Parque del Plata contra el equipo local. Servimos
el mismo menú para el plantel principal y partimos en un segundo ómnibus
hacia Parque del Plata.
La cuarta, dirigida por Robert
Caitano ganó cinco a dos; Adrián Ferro hizo el primer gol del
retorno de Mar de Fondo. La primera, dirigida por José Caravallo, ganó
tres a cero; Jorge Miguélez hizo el primer gol del Marde en primera
división, volviendo a los torneos de la AUF, a la vieja Intermedia,
donde ya no están Canillitas, Cooper, Manzanares, Fraternidad, el Expreso,
el Cabrera, Plus Ultra, Roland Moor, Oriental Pocitos, Universal, Lito, Marconi,
Olivol, Sportivo Nivaria, Fantasma, Misterio, Iriarte, San Borja, El Puente
ni otros recordados equipos desaparecidos de la Asociación, pero enfrenta
a Boston River, Platense, Albion, Parque del Plata, Alto Perú y Oriental
de La Paz. Como en toda su historia, el Marde sigue siendo un cuadro gitano,
sin cancha, aunque está haciendo gestiones para fijar un hermoso field
cuando le toque de locatorio, a partir de la quinta fecha, ya que el próximo
domingo tiene libre y los siguientes se medirá con Albion en el Parque
Huracán y con Platense en la Bombonera, recreando un clásico
de la divisional.
Mar de Fondo retornó con
todo su temperamento y muy buen fútbol. Los colores y la historia de
un referente volvieron para quedarse.
La historia
y los colores
La Gularte de Olivera
El significado de una camiseta.
Palermo era un barrio orgulloso
de ser como era, un barrio de negros y de blancos integrados en las comparsas
(lubolos), en la escuela, en el fútbol y en la casualidad histórica
de haber quedado disfrutando juntos de la hermosa costa montevideana, el barrio
de las llamadas que no quiso abandonar Santiago Luz (el platense) cuando Louis
Amstrong ofreció llevarlo a Nueva York.
Hasta poco más de un siglo
antes, en esa playa, como en la del Cerro, los traficantes de esclavos ponían
a los negros que habían cazado al otro lado del mar, a secarse al sol,
para seleccionar los más sanos y dejar morir a los otros. Conocedor
de la oferta y la demanda, el traficante ya había tirado por la borda
la cantidad de negros necesaria para que el resto, sobreviviendo encadenado
a su especulación, a las ratas y a la humedad de la bodega, al agua
y al viento de la cubierta y, peor aún, a la nostalgia, fuese vendido
en la feria al mejor precio posible. El traficante se llamaba por ejemplo
Maciel, "El Padre de los Pobres", que hoy da nombre a un hospital
de nuestro Ministerio de Salud Pública.
Sin embargo nuestro país
supo ser pionero, desde la epopeya artiguista, en la más fraterna y
amplia integración racial. Es cierto que luego, el llamado Gobierno
de la Defensa, durante la Guerra Grande, devolvía al Imperio del Brasil
los esclavos fugados de las fazendas, pero si llegaban al lado oribista quedaban
liberados. Es decir que durante casi un siglo (porque en Brasil la esclavitud
se abolió recién al filo del 1900) la bandera azul y blanca
y el sol andino fue para los negros fugados de las fazendas brasileñas,
sinónimo de libertad. Eso queda en la memoria colectiva. Quizá
no sea meramente deportivo, el respeto que los futbolistas brasileños
sienten por un equipo donde juegue algún negro con la camiseta celeste.
La integración racial que para Uruguay era ya una tradición
(desde el legado del Prócer con su Reglamento de Tierras a satisfacción
de negros e indios hasta la música, con los blancos pintados de negros
-lubolos-, pasando fundamentalmente por la educación, con la escuela
pública vareliana), al mundo le resultaba sorprendente y escandalosa.
Uruguay fue el primer país en integrar negros y blancos en sus selecciones
deportivas. Por eso en el Sudamericano de Fútbol de Chile 1916, se
pretendió despojar a la celeste del título de Campeón
que había logrado brillantemente en la cancha, aduciendo que en nuestra
selección habían jugado africanos. Uno de esos "africanos",
también representante olímpico uruguayo en atletismo, era Isabelino
Gradín, de Peñarol, padre de fundadores y cracks del Mar de
Fondo, como el campeón del año 61, Tito Gradín. El otro
era Juan Delgado, escobero a la buena, de Central, otro de los grandes del
barrio.
Mar de Fondo no sólo es
un referente deportivo, por los nombres insignes que lucieron su camiseta
(Gambeta, Chirimini, Clavarés, El Tigre Young, Plácido Rodríguez,
Paech, Morelli, Iguini, Sarro, Chagas, Verdi, Pedutto, Roberto Píriz,
Gradín, Riobó, Bagnulo, Cacho Vázquez, entre tantos otros),
sino que por el simbolismo mismo de esa camiseta (negra y blanca, por representar
a un barrio de negros y blancos, como el Yacumenza de esa Liga Palermo que
albergó al Atlanta, El Power, El Okey, Arriba y Abajo, El Fortín,
La Sospecha, Universal Ramírez, El Bicho Feroz, La Cumparsita, entre
otros equipos), es también un referente del Uruguay como nación,
como país republicano y democrático y del fútbol uruguayo
que fue, precisamente, quien en la Olimpíada de París 1924,
paseó por la pasarela más notoria del momento, ese ejemplo de
integración correspondiente a un modelo exitoso de país. José
Leandro Andrade fue "La Maravilla Negra" del máximo evento
ecuménico de aquella época.
Pero hoy en Sur y Palermo ya no
queda ningún cuadro, ya no tiene sede ningún club afiliado a
la AUF. En el caso de Mar de Fondo, el plan Flangini lo llevó a quedar
eliminado en el año 78, en cancha de Wanderers y en todo caso, durante
esa dictadura, el desalojo forzado, dejó a los viejos cuadros de fútbol
y a las entrañables comparsas sin barrio, sin jugadores, sin fogatas
para el temple de las lonjas, sin la playa donde desde muy temprano (comparado
a otros estados del continente) los negros libertos se afincaron junto a otros
inmigrantes con añoranzas del otro lado del mar.
Mar de Fondo caía, mientras
los desalojados se hacinaban en el Corralón Municipal para luego dispersarse
por barrios sin vista al mar. Pero a Mar de Fondo no podía matarlo
una derrota, porque es un sueño que sacó su nombre de hacer
de la derrota primavera.
El nombre y por la vuelta
El logo de Peloduro
En plena crisis del país y de su fútbol, un resurgir empecinado.
El 10 de julio de 1923, Montevideo
se vio azotada por un temporal. Las pocas casas diseminadas por la costa del
barrio Sur de entonces, no pudieron contener los embates furiosos de olas
de hasta quince metros. De la casa de la familia Galli, una de las tantas
dañadas ese 10 de julio, solo quedó una pieza, la cocina, paredes
derrumbadas y montones de escombros. La abandonaron. Pasados algunos días,
el mar se tranquilizó y una barra de muchachos resolvió construir
un rancho sobre aquellos restos y habitarlo. Julio Rasceti le puso nombre,
desafiando a la línea de mar oscura sobre el horizonte donde se originó
la tempestad: Mar de Fondo. De allí tomó el nombre Héctor
Cessio, cuando diez años después esa muchachada fundó
el Mar de Fondo Fútbol Club.
En los años setenta otras
tempestades fueron sacando del barrio al viejo Marde. Su tablado en la bajada
de Yaro (uno de los más importantes de la historia del carnaval) nos
dejó en su agonía funciones memorables de La Soberana, de Barry,
de Capablanca y se cerró, perseguido por la ley de facto, como la famosa
rula clandestina de la sede de la calle Durazno; luego la propia sede se perdió
en un juicio y hasta la identidad del barrio se fue perdiendo. Fueron desapareciendo
las canchas, los malvones, los mostradores de estaño, la gente, la
Coral Estable (única del mundo en su género futbolero) que entonaba
aquel himno, "Mar de Fondo es formidable/Mar de Fondo es colosal...",
mientras los botijas cantábamos con la misma melodía, un tono
más bajo, "Pican, pican los mosquitos/pican con gran disimulo...".
Quedaron las anécdotas de los líos; porque si la camiseta es
blanca y negra, los quilombos que armaba Mar de Fondo eran de todos los colores;
desde el Loco Ramón Vila, que una madrugada le serruchó un arco
a Uruguay Montevideo, en el Tropiano, para que se cayera cuando el árbitro
revisara las redes o cuando el arquero se apoyara y así hacerle perder
los puntos a los celestes, hasta el Oscar Palleiro que una noche siguió
al Turco Marino hasta el Cerrito para pelearlo y pocos meses después,
lo envió como representante del referato uruguayo al Mundial de Maracaná,
a propuesta de Mar de Fondo.
En los '80 y '90 del club quedó
el baby fútbol y la cantina, que luego se perdió. En 1998, hubo
un intento fallido de refundar el cuadro en el barrio, pero era una señal
de que el sueño seguía vivo y finalmente, este 2004, Ruben Iguini,
Walter Telechea y otros mardefondenses que han llevado la nostalgia por el
club a distintos barrios y países donde residieron, se preguntaron:
más allá de Elumbé y las viejas lonjas de Ansina, "¿de
qué aparentemente extraños lugares están saliendo comparsas
haciendo, o tratando de hacer, Ansina o Cuareim?". "¿Acaso
no puede Mar de Fondo salir de La Unión y traer jugadores de La Paz
o Las Piedras, por ejemplo?". Porque Mar de Fondo es Ansina, es un determinado
toque de tambor y puede llamar a repicar desde cualquier sitio, aún
con sus setenta años bien blancos como las canas del negro Luz y bien
negros como los ojos del Mago que vivió en Isla de Flores.
En este tiempo en que el fútbol
está como el país y el país está como está,
Mar de Fondo volvió a la Asociación Uruguaya de Fútbol,
a la vieja Intermedia, hoy Liga Metropolitana Amateur, para cumplir con su
origen y transformar en victoria las derrotas cotidianas, porque sus olas
siempre serán más altas que las de cualquier temporal.
Artículo extraído
de: www.tenfieldigital.com.uy
19-
A 130 años del primer partido jugado en Uruguay
Luis Prats
(Socio del CIHF, desde Uruguay)
Arqueología
en el fútbol: las antiguas canchas de Montevideo
Llegará alguna civilización que excavará en nuestras
ciudades y rescatará los restos de edificios, monumentos y avenidas.
También encontrará extraños templos con gradas alrededor
de un espacio vacío y se preguntará qué ritos se realizaban
allí, así como el significado de las inscripciones en las paredes:
“Aguante bolso”, “Manya capo”, “Vamos que ganamos”.
Los arqueólogos futboleros
del presente conocerán esos signos, pero en cambio les será
difícil hallar trazas de las canchas del período fundacional
de este deporte, donde a fines del siglo XIX y comienzos del XX se disputaron
los primeros partidos. Sobreviven las crónicas y hasta la fama legendaria
de Juan Pena, los hermanos Céspedes, José Piendibene, los primeros
ídolos uruguayos de este deporte, pero los pastos que ellos pisaron
ya desaparecieron bajo el cemento de nuevas construcciones.
En el barrio londinense de Plumstead,
sobre la Hector Street, los jardines de algunas casas todavía muestran
restos de las tribunas del Invicta Ground, estadio del Arsenal hasta 1893.
En Montevideo resulta casi imposible descubrir algún vestigio de los
antiguos escenarios, pues se trataba de instalaciones modestas, con escasas
tribunas de madera y apenas una cuerda o un alambre para separar al público
del campo de juego, aunque también hubo estadios que llegaron a albergar
20 mil y hasta 40 mil espectadores y ya no existen. Hoy, la ciudad tiene casi
tantos estadios como clubes de fútbol, algunos antiguos, otros recientes.
La búsqueda del pasado
debe comenzar necesariamente por el lugar donde se jugó por primera
vez al fútbol en este país, un predio de la avenida 8 de Octubre
casi Mariano Moreno, donde hoy se encuentra el Hospital Militar. Allí
funcionó, entre 1861 y 1889, el campo deportivo del Montevideo Cricket,
conocido como La Blanqueada por una antigua pulpería que extendió
su denominación a toda la zona. En octubre de 1878, un grupo de socios
enfrentó a la tripulación de un barco británico, según
el testimonio de uno de los jugadores del primer equipo, Pedro C. Towers,
publicado por la revista “Mundo Uruguayo” en julio de 1924, en
una edición especial que contaba la historia (por entonces breve) del
fútbol uruguayo.
El Cricket fue uno de los centros
difusores del fútbol y otros deportes. Y cuando debió dejar
su campo para la construcción del Hospital Militar, se trasladó
a poca distancia. Su New Ground, también llamado La Blanqueada, estuvo
entre 1889 y 1945 en la calle Cardal 3232, donde actualmente se ubican depósitos
comerciales y residencias particulares. Allí se jugó con frecuencia
cuando el fútbol comenzó a adquirir popularidad, en especial
los primeros desafíos del Montevideo Team ante el Buenos Aires Team,
seleccionados de las colectividades británicas de ambos lados del Plata.
Sin embargo, el Cricket —fuerza dominante del fútbol local hacia
1895— dejó pronto de competir a nivel oficial y su cancha se
destinó a otros deportes.
Los primeros clubes
A fines del siglo XIX existían
otros dos centros de práctica. Uno era Punta Carretas, por entonces
un enorme descampado en el extremo sur de la ciudad. Allí se organizaban
partidos informales con los marineros británicos y luego comenzaron
a instalarse las canchas oficiales de muchos equipos.
Nacional jugó inicialmente
(1899) donde hoy se encuentra la Iglesia del Sagrado Corazón, en Ellauri
y Solano García, al costado de la anjtigua Cárcel, hoy emplazamiento
del Punta Carretas Shopping. También pasaron por la zona Intrépido,
Dublín, River Plate, Central, Reformers y Defensor, abriendo otras
canchas u ocupando las que otros equipos abandonaban.
Varios quilómetros al norte,
ya fuera de la ciudad, la compañía de ferrocarriles de capitales
ingleses estableció sus talleres en Villa Peñarol. Y cuando
en 1891 se creó el Central Uruguay Railway Cricket Club (CURCC), tuvo
su campo de juego enfrente, en Coronel Raíz y camino Casavalle, donde
hoy se encuentra el complejo de viviendas “José Artigas”.
Sus instalaciones se limitaban a una casa para los vestuarios, de paredes
de ladrillos cubiertas por enredaderas, que aparecen de fondo en las antiguas
fotos del CURCC. Desde 1903, el escenario tuvo además un palco para
damas y un alambrado perimetral. Los aurinegros jugaron allí hasta
1913, cuando las autoridades de la compañía exigieron el alejamiento
del equipo a quienes se hicieron cargo del mismo bajo el nombre Peñarol.
El 1º de abril de 1899, Albion
inauguró su cancha del Paso Molino, por entonces la más importante
de la ciudad, con una tribuna de madera y un palco techado al estilo británico.
Ello determinó que fuera la sede de los dos primeros partidos de la
selección uruguaya: uno no oficial en 1901 (fue el Albion reforzado
por dos jugadores de Nacional) y otro, el primero oficial, un año después.
Ambos perdidos ante Argentina, por 3-2 y 6-0. También el primer encuentro
por el Campeonato Uruguayo (CURCC 2-Albion 1, en junio de 1900. El estadio
estaba ubicado en la hoy residencial zona del Prado, en 19 de Abril esquina
Berro, y duró pocos años, ya que el Albion dejó de competir.
La llegada del ’900 trajo
otro escenario, que por 30 años iba a ser el más importante
del país: el Parque Central. La compañía de tranvías
de La Unión y Maroñas concedió un predio en 8 de Octubre
y Jaime Cibils al Deutscher Fussball Klub, el equipo de la colectividad alemana,
donde se armaron dos canchas: la considerada oficial, con entrada por 8 de
Octubre, y la otra, con ingreso por Cibils, que fue ocupada por el Deutscher.
Pronto, el joven club Nacional empezó a utilizar la primera. Y se quedó
hasta el presente, si bien las instalaciones y hasta la propia orientación
del campo de juego cambiaron con el tiempo.
Una escisión de Albion
creó en 1902 el Montevideo Wanderers, que un año después
se estableció en Millán y Vilardebó. Los bohemios lograron
éxitos rápidamente y buscaron un escenario mayor, que fue Belvedere
(1909). El escenario sobrevive hoy, aunque pertenece a Liverpool.
El River de la época —el
club actual con ese nombre fue fundado en 1932— se hizo fuerte a partir
de 1913 en el Parque Lugano, en Joaquín Suárez y Lucas Obes,
en el Prado. Fue escenario de un clásico oficial en 1913 y duró
algo más de 10 años.
Parque Pereira
La realización de la primera
Copa América impulsó la construcción de un estadio de
madera en el Parque Pereira, luego rebautizado de los Aliados y después
Batlle, a pocos pasos de donde en 1930 se erigiría el Estadio Centenario.
Tenía una tribuna principal techada y en el partido decisivo ante Argentina
albergó 40 mil personas. Poco después se desmontaron las instalaciones
y se creó en el mismo lugar la Pista oficial de atletismo. El mayor
escenario del fútbol hasta entonces duró poco más de
un año, aunque aun hoy quedan vestigios. La tribuna principal estaba
separada de la cancha por una valla sostenida por mojones de cemento, dos
de los cuales se pueden ver tras las gradas de la Pista. Son retazos de historia
que perduran, ajenos al cambio de destino deportivo de su emplazamiento.
Nacional y Peñarol
La década de ’20
encontró al fútbol uruguayo en la cumbre de América,
listo para dar el salto hacia los títulos olímpicos y mundiales,
profundamente arraigado en el gusto popular y avanzando hacia una concepción
más profesional.
Las multitudes que acudían a los encuentros obligaron a ampliar los
escenarios, que se convirtieron en verdaderos estadios, aunque ya por entonces
se reclamaba la construcción de un “gran stadium” que pudiera
otorgar comodidad al público.
El Parque Central de Nacional
seguía siendo el principal escenario, luego de dos reformas en 1911
y 1920. Se ingresaba por la avenida 8 de Octubre, por un camino bordeado de
árboles, donde hoy se levanta la sede del club. Con capacidad para
unos 20 mil espectadores, tenía dos tribunas laterales de madera, una
de ellas techada, que se quemaron en un incendio en 1941. El club reconstruyó
el escenario, pero en cemento, modificando la orientación del campo
de juego (que pasó a ser paralelo a 8 de Octubre) por problemas derivados
de la presencia de fincas linderas.
En 1921, también Peñarol
tuvo su estadio en Pocitos, de similar capacidad. Al alejarse de Villa Peñarol,
los aurinegros alquilaron Belvedere —entonces campo de Wanderers—
durante algunas temporadas, hasta que inauguró Las Acacias en 1916.
Pero era un escenario demasiado pequeño y alejado, por lo cual el club
obtuvo la concesión de un terreno a los fondos de la Estación
Pocitos, en Rivera y Gabriel Pereyra. El arquitecto Juan Scasso —quien
años más tarde diseñaría el Estadio Centenario—
hizo los planos y en noviembre de 1921 se inauguró el estadio. También
era de madera, con dos tribunas y un palco techado, curiosamente ubicado cerca
de uno de los corners y no en el centro.
El estadio duró hasta 1933, aunque hasta los ’40 quedó
el predio baldío. Entonces el Municipio abrió la avenida Soca,
que pasa justo frente a una de las áreas de la vieja cancha. Hasta
hace algunos años, sobre Pereyra permanecían en pie las boleterías
del estadio.
El Cisma
En 1922, el fútbol uruguayo
sufrió un profundo cisma, que dividió a los clubes en dos bandos:
la Asociación, liderada por Nacional, y la Federación, encabezada
por Peñarol, ambas con su propio Campeonato Uruguayo. La primera división
se abrió entonces para decenas de equipos y pequeñas canchas
albergaron encuentros oficiales. Algunos siguen actuando en las competencias
profesionales del presente, otros desaparecieron. Entre ellos, Charley que
actuaba en Piedras Blancas, Lito con su campo en La Teja, Belgrano en la avenida
Larrañaga, Universal en el Parque Salvo del barrio Capurro, un club
Capurro que a su vez jugaba en el Parque Narancio de Las Acacias, Misiones
en el Parque Chaná de Maroñas, Uruguayo en Gral. Flores y Consulado,
Olimpia en el Parque Higiene y Salud de Gral. Flores y Larrañaga.
Entre los clubes que se consolidaron
figuran Defensor, que después de contar con varios campos en Punta
Carretas y Pocitos se estableció en 1926 en el Parque Rodó.
Central, de Punta Carretas se fue al Parque Ricci, frente al actual Parque
Batlle, y luego al Parque Fraternidad, de Garibaldi casi 8 de Octubre.
Bella Vista, después de
alternar en terrenos improvisados en su barrio, conoció algunos de
sus mejores momentos en el Parque Olivos, ubicado en Agraciada y Olivos, una
calle que fue rebautizada con el nombre de su mayor figura, José Nasazzi.
El campo estaba ubicado a los fondos del actual Colegio San Francisco de Sales
(Maturana) y el garage policial, hasta que a comienzos de los ’30 el
club se mudó al Prado.
Justamente junto al hoy Parque
Nasazzi se encontraba una de las primeras canchas de Liverpool, que había
iniciado su historia en la Cuchilla de completar
Hacia 1924, Racing se instaló en Enrique Martínez y Burgues,
donde jugó hasta que a fines de los ’30 se trasladó a
Sayago. No lejos de allí estaba el campo de Colón, en Enrique
Martínez y García Peña.
Cerro jugó durante años
en el Parque Santa Rosa, legendario por lo bravo que era para los visitantes.
Estaba ubicado en camino Pernambuco (Cerro Norte), no lejos de su Monumental
Luis Troccoli, inaugurado en 1964. Su rival de barrio Rampla Juniors jugó
en canchas improvisadas de la zona hasta que ya en los ’20 ocupó
el Parque Nelson, hoy estadio Olímpico.
Hasta los años ’50,
Miramar actuó en el Parque Campomar, ubicado en Comercio entre Azara
y Vitrubio, y recuperó la condición de dueño de casa
al fusionarse en los ’80 con Misiones, que aportó su Parque Méndez
Piana.
La ubicación de muchos
de estos campos de juego revela la forma en que creció la ciudad. La
mayoría de las actuales avenidas son antiguas e incluso se formaron
a partir de senderos que conducían a Montevideo cuando ésta
salió de sus murallas coloniales. Sobre estas avenidas —Agraciada,
Millán, 8 de Octubre, Avenida Italia— se extendieron las construcciones,
pero a pocos pasos se mantuvieron, por años, enormes descampados o
zonas de quintas. Progresivamente, los terrenos se lotearon y se abrieron
nuevas calles, por lo cual desaparecieron las huellas de aquellos futbolistas
pioneros.
Artículo extraído
de: http://blogcihf.blogspot.com/
20-
La primera Copa del Mundo, se jugó en Montevideo
Al inaugurarse el Estadio, un diario pronosticó
su derrumbe porque el cemento estaba fresco
Por César Di Candia
Durante la década del veinte la ciudad de Montevideo vivía en
pleno ataque de colosalismo edilicio. Por esos años se habían
erigido el Hotel Carrasco en febrero de 1921, el Monumento a Artigas en 1923,
el Palacio Legislativo en 1925, el puente sobre el Santa Lucía en 1929.
Faltaba un estadio de fútbol gigante, acorde con las glorias acumuladas
por los futbolistas amateurs que habían logrado los campeonatos olímpicos
en 1924 y 1928. Pero además, un Campeonato Mundial que sirviera de
marco a su inauguración. Ambas cosas se lograron en un tiempo asombrosamente
breve. En febrero de 1929, la delegación del club Nacional de Fútbol
integrada por José G. Usera Bermúdez y Roberto Espil presentó
en la Asociación Uruguaya de Fútbol un proyecto reclamando para
Uruguay la sede del primer Mundial profesional. La AUF hizo suya la idea,
la presentó al Congreso de la Confederación Americana y allí
fue aprobada por unanimidad. En mayo del mismo año, la FIFA eligió
a Montevideo como sede de un evento internacional jamás disputado al
que habría que hacer coincidir con los festejos del centenario de la
Constitución de 1830. Quedaban catorce meses y todo por hacer. Sin
embargo por una vez, la burocracia vernácula dejó de lado sus
aludes de informes y expedientes y encargó de inmediato el proyecto
a los arquitectos Scasso y Domato, quienes terminaron los planos en pocas
semanas. Seis meses después, en los primeros días del mes de
julio de 1930, el Estadio Centenario estaba pronto. Las obras se iniciaron
en febrero y los obreros trabajaron incansablemente en tres turnos, incluido
uno que se efectuaba por las noches, empleándose grandes reflectores
para suplir la ausencia de luz natural. Fueron empleados catorce mil metros
cúbicos de cemento y su costo ascendió a un millón de
pesos. Con el dólar a la par, un millón en la moneda norteamericana.
Para atrás y por razones de tiempo, solamente quedó un gran
pórtico que iba a ser revestido de mármol y otras piedras nacionales
"como exponente de la riqueza de la industria del país."
La obra resultó tan inmensa que según el "Album del Centenario"
obra de don Arturo Carbonell Debali "en su parte interior podía
caber el Coliseo Romano".
¿Qué ocurría
en Montevideo en esos días previos a las fiestas del primer siglo de
la Constitución y de la inauguración de su máximo centro
deportivo? Los diarios de julio de 1930, se alborotaban por una asonada producida
en la Universidad de la República. Los estudiantes de varias ramas
de la Enseñanza habían ocupado la Facultad de Derecho reclamando
por una Reforma Universitaria, una aspiración de larga data que ya
había provocado una huelga general de un año entero en 1928
y que se seguiría planteando a través de las siguientes décadas
del siglo. Esta vez los hechos tenían otra gravedad porque se habían
roto vidrios, moblaje y estanterías y se había resistido el
desalojo de la policía. El cabecilla visible de la resistencia estudiantil
era según el diario El País, el Secretario general de los estudiantes
de Derecho, bachiller Arturo J. Dubra. Años después, ya recibido
de abogado, el doctor Dubra sería diputado por el Partido Socialista
y una de sus más importantes figuras representativas. El escandalete
de la Universidad había roto la tranquilidad de una sociedad de vacas
gordas y vivir plácido, apenas preocupada por los cambios políticos
que comenzaban a producirse en el Partido Colorado tras la muerte de don José
Batlle y Ordóñez, acaecida en octubre del año anterior.
Para los anunciantes de la prensa en cambio la atención estaba puesta
en los aparatos de radio que empezaban a llegar al país y a calentar
la cabeza de la gente. Todos los que se ofrecían eran enormes, con
mueble incluido. El aviso de uno de ellos que traía el parlante aparte,
aconsejaba: "sorprenda a su familia con un hermoso y práctico
obsequio conmemorando las próximas fiestas. El receptor Philips resolverá
su arduo problema y con este obsequio se acreditará usted como una
persona de buen gusto."
Encofrado: La construcción del Estadio Centenario bajo la dirección del
arquitecto Scasso se llevó a cabo en un tiempo record: apenas seis
meses de trabajo.
Preinauguración: Habilitación parcial de un sector del Estadio para los curiosos que
iban a mirar como se trabajaba. La cartelera de espectáculos de El País por su parte, anunciaba
sin demasiado entusiasmo y con una pequeña foto, la presencia del cantor
Carlos Gardel en el teatro Artigas, refiriéndose al hecho con esta
breve gacetilla, redactada como por compromiso: "El Mago, como le llama
su público a Carlos Gardel, reaparecerá esta noche en el Artigas.
Esta nueva etapa del excelente intérprete de la canción popular
servirá para que una vez más pueda palparse cuán grande
es su prestigio y las inmensas simpatías de que goza entre nosotros".
Con mayor destaque se anunciaba para la semana inmediata la presencia del
Coro de los Cosacos del Don en el Solís, y de la compañía
de Blanca Podestá interpretando la célebre obra de Florencio
Sánchez "M' hijo el dotor" en la misma sala. En otra página
y debajo de una foto, se anunciaba la renuncia del doctor Carlos Vaz Ferreira
a la Rectoría de la Universidad y su sustitución por el doctor
Alfredo Navarro. El día 5 de julio, a apenas ocho del comienzo del
campeonato y a cinco de la terminación del nuevo estadio, El País
dedicaba mucho más espacio a uno de los problemas cotidianos que afectaba
a la ciudad. Bajo el título a ocho columnas "El Jardín
Zoológico es un ejemplo de abandono" dedicaba una página
entera al deterioro de este paseo municipal y a la responsabilidad de su administrador,
cuya moral no vacilaba en atacar.
En más de un sentido, aquella
nota adolecía de un disfrutable pintoresquismo "Lo que fue un
hermoso paseo está ahora convertido en un desquicio: escombro, piedras,
pilas de maderas inservibles, latas viejas abarcan caminos y constituyen trincheras.
Al administrador se le ha ocurrido obtener crías de un perro con una
chiva y los ha puesto en un especial alojamiento. El zoológico está
abierto de tres a siete, pero él realiza visitas nocturnas con varias
mujeres. El señor Oscar Fernández ha sido puesto allí
por razones politiqueras." Tanto en el caso de los reclamos estudiantiles,
como en el deterioro mencionado, los hechos parecen haberse deslizado por
los últimos dos tercios del siglo XX y un año del siguiente
sin haber variado mucho.
Trece equipos designados por invitación
participaron en el Mundial del año treinta en Montevideo. Menos de
la mitad de los que disputan los certámenes actuales en los que, teniendo
en cuenta las eliminatorias, se enfrentan docenas de países. La FIFA
sorteó (o más bien digitó) cuatro series: una integrada
por Argentina, Francia, Chile y México, otra donde jugaban Brasil,
Yugoslavia y Bolivia, una tercera en la participaban Uruguay, Rumania y Perú
y una cuarta con Estados Unidos, Paraguay y Bélgica. Se clasificaba
uno por serie y los cuatro disputarían las semifinales. Los primeros
partidos del Mundial se jugarían en el Parque Central, propiedad del
Club Nacional y en la cancha de Pocitos, exactamente en la esquina de Rivera,
Pereyra y Soca, donde se hallaba la cancha de Peñarol. La selección
uruguaya debutaría el 18 de julio, aniversario de la primera Constitución,
inaugurando el Estado Centenario contra el representativo peruano. Según
lo han escrito los cronistas, pese a que se estaba a apenas dos años
del último triunfo olímpico, el público no le tenía
mucha fe a los celestes. Se decía que la base del equipo estaba conformada
por veteranos de treinta o más años como José Nasazzi,
Pedro Cea, Urdinarán, Andrade, Héctor Scarone, Alvaro Gestido,
Lorenzo Fernández y El Manco Castro, todos ellos sobrevivientes de
los campeonatos olímpicos de Colombes y Amsterdam y que no se había
producido una saludable renovación de valores. Ni siquiera se tenía
un Director Técnico ( todavía llamado "entrenador"
) como ya se estilaba en todos los países del mundo.
El designado Alberto
Supicci, era un profesor de educación física de larga trayectoria
pero no un conocedor de estrategias ni de las infinitas variantes del fútbol.
Mucha gente pensaba que esta carencia debía ser suplida con alguien
de gran poder de mando dentro de la cancha y las esperanzas estaban puestas
en el capitán José Nasazzi. Los primeros partidos (Estados Unidos
3 Bélgica 0, Francia 4 México 1 Yugeslavia 2 Brasil 1 y Rumania
3 Perú 1) ) no interesaron demasiado. Entre los cuatro, fueron recaudados
veintiséis mil pesos y en el último de los mencionados, poco
más de seiscientos. En cambio se aguardaba con espectativa el debut
de Argentina, viejo rival rioplatense, frente a Francia. Este partido se disputó
el 16 de julio y marcó las primeras irregularidades del campeonato.
No solamente porque los de la otra banda, pese a un resultado favorable jugaron
muy mal ( "El equipo argentino debutó desastrosamente" se
solazó en un titular a toda página el diario El País
) sino porque el público uruguayo lo recibió con una gran silbatina,
abucheó a sus jugadores durante todo el partido y todavía inconformes,
muchos de los hinchas esperaron la salida hacia el ómnibus que llevaría
a los albicelestes a la concentración de Santiago Vásquez para
arrojarles piedras y agraviarlos soezmente. El mismo diario detalló
los incidentes que pudieron haber sido muy graves. "Quinientas personas
se reunieron a la salida de los jugadores argentinos del Parque Central profiriendo
insultos contra ellos y su país y además contra la policía
que debió intervenir para desalojarlos." Por tercera vez en esta
nota, es preciso mencionar un comportamiento social deplorable, acaecido hace
setenta y un años, que suena como terriblemente actual. Interrogado
al respecto por un periodista deportivo, el arquero Bossio declaró
enigmáticamente: "creo injusta la silbatina de que nos hizo objeto
el público uruguayo, pero hay cosas que se explican solas." No
aclaró la causa, pero ésta era obvia. En realidad, esa reacción
desmedida y poco agradecida, que olvidaba que Montevideo había sido
sede del Mundial gracias al apoyo argentino, se originaba en un partido jugado
en Buenos Aires en 1924, por la selección nacional y la vecina, al
regreso triunfal de la nuestra como campeona olímpica en Colombes.
Muchos aficionados recordaban aún que luego de ese partido, ganado
por Argentina (que no había participado en aquel certamen) y al empuje
de otros delirantes manijazos de la prensa porteña, no menos pasionales
y penosos, se pretendió imponer a los seleccionados de aquel país,
el título de "campeones morales" y hasta hubo un diario que
exhibió un gran titular burlón que decía "Olímpicos,
ja ja ja". De cualquier manera, las agresiones contra el plantel argentino
despertaron una reacción inmediata y la agrupación que regía
el fútbol argentino estuvo a un paso de retirar al equipo del campeonato.
El diario La Prensa de Buenos Aires llegó a escribir: "En las
condiciones y ambiente en que se ha producido el encuentro con el selecto
conjunto francés, creemos sinceramente que se han resentido la cultura
y las garantías de orden dentro de las cuales es indispensable que
deban desarrollarse las pruebas sucesivas. Consideramos que debe deliberarse
si es del caso proseguir con el empeño iniciado. La Asociación
Argentina de Football debe meditar serenamente si es llegado el caso de llamar
a los muchachos e impedir de esta manera que los encuentros de esa naturaleza
preparados bajo los mejores auspicios se conviertan en una cuestión
grave que afecte los sentimientos fraternales." Las disculpas elevadas
por las autoridades y la prensa uruguayas, diluyeron el problema, que no fue
el único. Otros de tipo organizativo, comenzaron a enturbiar el ambiente
a medida que se acercaba el debut de la selección celeste. Uno de ellas,
como es habitual, tuvo que ver con las entradas. "La falta de acierto
que ha caracterizado a la gestión de la Asociación Uruguaya
de Football"- editorializaba un diario- "no tiene calificativo,
esta vez por la falta de consideración hacia la prensa que es el factor
más importante y decisivo en la divulgación de su obra. Esta
desconsideración, si es hasta cierto punto tolerable tratándose
de la prensa local, no lo es en absoluto cuando se trata de periodistas extranjeros
que nos honran con su visita. A ellos se les somete a un verdadero peregrinaje
para la procura de las entradas a cada match haciéndoseles concurrir
más de una vez a las oficinas de aquel instituto obligándoseles
a larga antesala cuando lo regular y acertado sería darles toda clase
de preferencias para el cometido de su importante misión. Y preguntamos
¿por qué no se les mune de un carnet o talonario de una vez
por todas? ¿No sería más sencillo y cómodo para
todos abreviando tiempo y trabajo?" La Cámara de Diputados también
se sensibilizó al respecto sintiéndose burlada en lo que consideraba
sus más claras prerrogativas. Se discutió el tema en sala y
se emitió una declaración que en su parte más substanciosa
decía: "Mientras tienen derecho a concurrir al Palco Oficial especialmente
invitados una verdadera legión de funcionarios públicos acompañados
por sus señoras, a los señores legisladores no se les ha pasado
la invitación a que tienen derecho. Desconsideración y descortesía
para quienes no se tuvo inconvenientes en ir a solicitar su concurso para
la realización de los festejos. ¡Seguramente no ocurrió
lo mismo con las amistades de los dirigentes!" Al día siguiente,
en ocasión de la primera intervención de Uruguay, la AUF también
sería severamente criticada por vender por docenas entradas a quienes
luego las revendían a precios altísimos. Pero es más
que sabido que desde su creación, la falta de congruencia de la Asociación
Uruguaya de Fútbol ha sido una permanente fuente de observaciones y
discrepancias del periodismo deportivo y ese es el cuarto punto en común
que puede marcarse dentro de esta crónica, entre sucesos acaecidos
en 1930 y los tiempos actuales.
Bajo el título "la fiesta más
grandiosa en la vida deportiva del Uruguay será la de mañana",
el diario El País escribía en su edición del 17 de julio
de aquel año: "Mañana, en el amplio escenario que nos ofrece
el estadio levantado en el Parque de los Aliados la vida deportiva de nuestro
pequeño Uruguay vivirá uno de los días más gloriosos
de su larga y proficua existencia". Otros diarios como La Tribuna Popular
eran mucho menos optimistas: desde sus páginas se insistía que
aquello iba a ser una locura porque el cemento estaba todavía fresco
y con el peso de la gente las tribunas se hundirían irremediablemente.
Todas las entradas eran numeradas y para tener un valor de referencia, las
de la Olímpica costaban cincuenta centésimos. Los actos previstos
para la inauguración el Estadio Centenario integrándolo dentro
de un Campeonato del Mundo que había empezado en otras canchas cinco
días atrás, no tuvieron la espectacularidad que se estila para
estas ocasiones. Si por algo se distinguieron, fue por su discreción.
A las catorce horas en punto comenzó el desfile de las delegaciones.
Luego se ejecutó el Himno Nacional y de inmediato el doctor Raúl
Jude, dirigente de la AUF y poseedor de un gran prestigio como abogado, un
hombre quien el año anterior había brindado su apoyo jurídico
al estanciero y político colorado José Saravia en ocasión
del famoso crimen de la estancia La Ternera (Ver suplementos coleccionables
de 27 de enero y 3 de febrero de 2001) pronunció un discurso en el
tono pomposo y grandilocuente que era costumbre en aquellos años, explicando
que "el estadio era la síntesis armoniosa del ideal creador y
patriótico de un pueblo que marcha con la frente al sol por el recto
camino de su destino histórico". A las catorce y veinticinco se
ejecutó el Himno del Perú y cinco minutos después el
Presidente de la República doctor Juan Campisteguy que no había
asistido por enfermedad a los actos oficiales de la mañana, aplicó
el puntapié inicial a la pelota, un hecho al que los diarios que todavía
utilizaban palabras inglesas para designar todo lo relativo al fútbol,
denominaron kick off. Gran parte de los menos de dos millones de habitantes
que habitaban entonces el país, estaban pendientes del partido. Alguna
radio efectuó una transmisión experimental para los escasos
propietarios de aparatos receptores y miles de personas quedaron sin adquirir
entradas o sin poder presenciar el encuentro pese a tener en sus manos los
boletos que los habilitaban. Nadie se acordaba ya que en el cine Rex Theatre
se estaba dando una película llamada "Las vampiras de Broadway"
anunciada como "un super espectáculo en colores con estrellas
del Follies y de Ziegfield" que prometía escenas vagamente excitantes.
Tampoco importaba la presencia del cantor Carlos Gardel, que fue de visita
a la concentración argentina y a la uruguaya, ratificando una vez más
la oscuridad con que siempre intentó ocultar su lugar de nacimiento,
ni el intenso frío de la época que hacía que la sastrería
Ovalle, de acuerdo a los avisos de prensa, liquidara sobretodos a ocho pesos
(cuatro entradas a la Tribuna América) ni que la rambla de Pocitos
a la altura de Barreiro terminara bruscamente en un precipicio de dos metros
sin iluminación, lo que hacía, decían las crónicas
policiales, que dos por tres se despeñara algún automovilista
desprevenido.
El día en que se
inauguró el Estadio se sometió a la gente a toda clase de vejámenes
El 18 de julio de 1930, el Uruguay se disponía a celebrar los primeros
cien años de su Constitución con una serie de actos: el más
importante, la inauguración de su mayor estadio de fútbol, uno
de los más grandes del mundo, denominado Centenario precisamente en
homenaje a la conmemoración. Probablemente ningún otro hecho
del siglo XX haya despertado entre los compatriotas más espectativa.
Pero ciertamente muy pocos conocían entonces y tal vez tampoco hoy,
la excepcional conmoción con la que la Jura de su Primera Constitución
había sacudido a los orientales cien años antes. La disculpa
para la desinformación es explicable: el único diario que salía
en aquella fecha que era El Universal, un órgano de cuatro páginas
que se autodefinía como político, literario y mercantil, dirigido
por el entonces coronel y memorialista Antonio Díaz, no apareció
entre los días 17 y 21 inclusive, tal vez contagiado por el espíritu
festivo que reinaba en el país. Recién el 22 al retomar contacto
con su público, El Universal dio cuenta en su página tres habitualmente
destinada a informaciones teatrales, de los hechos acaecidos en ocasión
de la jura de la primera Constitución de la República. "El
domingo 18 del corriente se ha celebrado el Juramento de la Constitución
política del Estado con todas las formalidades prevenidas al efecto
y desde el 19 siguiente tuvieron lugar las fiestas cívicas destinadas
a solemnizar este acto augusto y para siempre memorable. Las funciones de
la ley terminaron el miércoles y han excedido a todas las esperanzas;
pero el público, excitado por el entusiasmo que es capaz de inspirar
la posesión de un objeto tan anhelado, tomó a su cargo prorrogarlas
indefinidamente. (...) Cada día se aumenta el número de comparsas
de personas de las clases más decentes, que durante la noche discurren
por las casas de la capital en donde se hallan reuniones, las más brillantes
del bello sexo, realzando con los encantos del baile el espectáculo
solemne de un pueblo magnánimo y guerrero que se abandona a gozar dentro
de los límites de la moral y la civilización los primeros frutos
de veinte años de guerra y sacrificio."
Control: Al ingreso de la Tribuna Colombes, al igual que en el resto de las instalaciones,
el público fue rigurosamente palpado de armas.
Espera: Lentamente el público va llenado las gradas aguardando el encuentro
que el 18 de julio de 1930 inauguraría el Estadio Centenario.
Pese a las escasas referencias
al pasado, por muy grande que fuera la atención despertada por el Primer
Campeonato Mundial de Fútbol y el debut de la selección celeste
ante Perú, que iba a tener lugar precisamente ese día 18 de
julio de 1930 a las tres y media de la tarde, los actos de celebración
patriótica programados por la Comisión Nacional del Centenario
contaron con una concurrencia masiva de unos montevideanos que en aquella
ocasión, hace ya más de setenta años, no llegaban al
millón de habitantes. "No exageramos sin duda en afirmar"
-decía la crónica del diario El País del día siguiente-
"que jamás nuestra ciudad había alcanzado animación
tan extraordinaria en horas de la mañana, favorecida esa gran concurrencia
por un tiempo felizmente propicio. La salida del sol fue saludada por la Fortaleza
General Artigas y con las naves de nuestra escuadrilla con una salva de ciento
un cañonazos. (...) Ya mucho antes de las diez de la mañana
era prácticamente imposible avanzar entre el público que cubría
todo sitio aparente en la Ciudad Vieja. A las diez y treinta dio principio
la brillante ceremonia conmemorativa. Inició el acto la Banda Municipal
con la ejecución del Himno Nacional que fue cantado por las agrupaciones
corales que exprofeso habían reservado ubicación especial frente
al gran Palco Oficial. En el palco levantado en el costado Este de la Plaza
tomaron ubicación representantes de los Poderes Públicos, representantes
diplomáticos, planas mayores de las naves de guerra que nos visitan,
periodistas y gran número de invitados especiales. Debido a la dolencia
que lo aqueja, el Presidente de la República doctor Juan Campisteguy
se vio imposibilitado de concurrir." Luego hubo un gran desfile militar
que fue acompañado por circunvoluciones de aviones uruguayos, argentinos
y brasileños. Los actos finalizaron pasado el mediodía. Quienes
tenían entradas o esperanzas de poder sacarlas, se fueron derecho al
nuevo estadio. Los demás quedaron pendientes del partido que marcaría
la primera presentación del seleccionado celeste.
A la hora en punto y luego del
desfile de las delegaciones, se dio por comenzado oficialmente el Campeonato
Mundial de Fútbol, que en realidad ya se había puesto en marcha
el domingo 13 de julio simultáneamente en las canchas de Pocitos y
el Parque Central. El presidente Juan Campisteguy, súbitamente mejorado
de la dolencia que le había impedido asistir por la mañana a
los actos patrióticos dio el puntapié inicial ante un público
que los diarios calcularon en ochenta y cinco mil personas. La apreciación
suena como alegremente exagerada por una prensa que buscaba enmarcar con cifras
tremendistas el evento internacional, si se tiene en cuenta que todavía
le faltaban al estadio tres anillos que fueron construidos veinticinco años
después, uno en la América otro en la Amsterdam y otro en la
Colombes. Hoy con esas ampliaciones, no caben más de setenta mil aficionados.
Inauguración: El público desborda la tribuna Olímpica. Hay gente incluso en
unos armazones de hierro sobre la parte superior.
Desfile inaugural: Encabezada por la de Estados Unidos, las delegaciones comienzan el desfile
protocolar. Más allá de los sentimentalismos y del placer que
trae consigo la nostalgia, la inauguración del Estadio Centenario no
fue feliz. Los celestes jugaron muy mal, de acuerdo a lo previsto por la cátedra
y recién en el segundo tiempo mediante un solitario gol de Héctor
Castro luego de un pase de Cea logró doblegar a un débil equipo
peruano. Uruguay se integró de acuerdo a las líneas de formación
de la época, con Ballestrero, Nasazzi y Tejera; Andrade, Fernández
y Gestido; Urdinarán, Castro, Petrone, Cea e Iriarte. El mayor crédito
de la selección, Héctor Scarone apodado El Mago, no había
sido tenido en cuenta. La crónica del diario El País que no
tiene firma pero puede ser atribuida al Jefe de su Página Deportiva
Carlos Reyes Lerena, no ahorró críticas. "Aún cuando
hace tiempo que venimos observando con firmeza y seguros de la verdad que
nuestro football atraviesa un momento difícil, declinante, creímos
que ciertas preocupaciones por el "training" de nuestros jugadores
(...) podía restituirnos la fuerza olímpica. (...) Hemos vivido
engañados en un mes de concentración. El interés de unos
cuantos dirigentes contemplado por algunos diarios al precio de una insincera
información periodística, ha conseguido desviar a la opinión
pública de las realidades que se sucedían en el campamento de
nuestros jugadores. Y de esas realidades que nosotros no callamos nunca porque
entendemos que denunciarlas es servir a la causa del football, resulta el
apenante rendimiento del team nacional. Este careció de una vibración
comunicativa que da movimiento y vida al espectáculo. Accionó
con desesperante lentitud dando a entender que sus integrantes no estaban
preparados para una lucha sostenida y a base de juego veloz."
Si duras eran las críticas
al cuadro en su conjunto, incluyendo veladas observaciones a la conducta que
regía en la concentración, no menos lo eran a la hora de juzgar
las actuaciones individuales de los jugadores, en las que salvo el triángulo
final no se salvaba nadie. Sigamos la crónica especializada del diario.
"Andrade: actuó pesadamente y sin elasticidad. Lorenzo Fernández:
pesado, reincidió en el error de adelantarse, cada vez que los peruanos
avanzaron hallaron el centro libre. Gestido: pesado también, flaqueó
en el apoyo a los delanteros. Urdinarán: sus movimientos no son aún
suficientemente rápidos. Héctor Castro: abusó del juego
individual. Pedro Petrone: en los pases no estuvo acertado. Fracasó
lamentablemente en el shot. Su estado físico es deficiente. Cea: la
dureza de los movimientos le restó chance. Iriarte: acusó torpeza
en infinidad de situaciones. Le falta clase." En un recuadro aparte titulado
"La sombra negra de Gestido" se destacaba la habilidad del puntero
izquierdo peruano de apellido Lavalle, "de color más negro que
el betún" que había sido el mejor jugador de la cancha
sometiendo a Alvaro Gestido, una verdadera gloria del fútbol nacional,
a una verdadera tortura porque no había tenido forma de controlarlo.
Es más que probable que diez días después, ya clasificado
Uruguay Campeón del Mundo, el periodista autor de esos juicios tan
severos contra los jugadores celestes y de aquella afirmación "seguro
de la verdad" que hacía referencia al "declinante fútbol
uruguayo", se haya arrepentido de sus conceptos, pero también
es cierto que todos los aficionados coincidieron en aquel momento que el debut
de la selección había sido decepcionante. No menos reprobables
habían resultado también muchos de los detalles de la organización
del espectáculo que el diario El País se encargaba de pormenorizar.
Son tantos que para una mejor sistematización, es imprescindible separar
en sus diferentes orígenes.
Desmanes: "Se
produjeron desde temprano invasiones en todas las tribunas"- escribió
el mencionado diario- "Llegó un momento en el que temimos por
la vida de muchas personas. Fueron atropelladas por los coraceros que desenvainaron
sus sables y algunos exaltados arrojaron piedras de regulares dimensiones.
Hubo choques y mientras algunos asaltaban los portones, otros huían
atropelladamente sembrando el pánico. Felizmente las cosas no asumieron
proporciones trágicas por verdadera casualidad."
Desmanes (2): De acuerdo a lo denunciado en la prensa el 19 de julio, en la Tribuna Amsterdam
el agente 1118 de la 15a. sección amenazó al público
con su revólver.
Desorganización. Más de quince mil personas, tres mil de ellas
provenientes del interior, quedaron afuera del estadio por falta de entradas.
Estas habían sido vendidas por docenas a revendedores con el fin de
ser comercializadas a mayor precio (ver más adelante).
Desorganización
(2): Todas las entradas eran numeradas pero los
acomodadores por falta de experiencia no tenía idea de dónde
quedaban los asientos provocando de esa manera un caos dentro y fuera de las
tribunas. "Los empleados aunque poseídos de muy buena voluntad,
no cumplieron a satisfacción su cometido. Algunos hacían recorrer
tres cuartas partes de las afueras del estadio a la gente en procura de la
Tribuna Olímpica cuando ésta se hallaba al lado. Otros no sabían
dónde se hallaba la Platea América."
Desorganización
(3): Cuando
en el acto inaugural desfilaron las delegaciones, encabezadas por la de Argentina,
todas llevaban desplegadas sus banderas excepto el conjunto uruguayo. "Los
aficionados se sorprenden por el hecho de que nuestra representanción
no llevara la bandera oriental pues sólo era portadora de un pequeño
banderín llevado por el masajista Fígoli."
Desorganización
(4): Antes de comenzar el partido un avión
que pertenecía a la Aviación Militar Argentina, evolucionó
muy bajo sobre el estadio haciendo acrobacias que más que entretener,
alarmaron a la gente. "El público que ayer asistió al Estadio
ha sufrido momentos de angustia y miedo explicables. El aviador quiso que
así fuese con una desconsideración que merece ser sancionada.
No a otro objetivo podía responder la acrobacia realizada sobre millares
de seres, olvidando que una panne, un contratiempo cualquiera en la máquina,
hubiera provocado una catástrofe desgarradora".
Desórdenes: Los asientos del nuevo estadio estaban provistos de almohadillas, pero buena
parte del público no estaba hecho a estas exquisiteces. Cuando terminó
el partido se convirtieron en objetos arrojadizos para diversión de
muchos. "Un espectáculo raro y antipático dio ayer nuestro
público cuando al finalizar la brega lanzó por el aire las almohadillas
de los asientos de tribunas que en su gran mayoría después de
ciertas evoluciones, iban a dar sobre las cabezas de pacíficos aficionados
a quienes con justa razón molestaban aquellas expresiones de alegría
por un triunfo que tanto había costado conquistar. En muchísimos
casos las almohadillas caídas en las plateas daban en el cuerpo de
señoras, lo que hacía más censurable aquella nota."
Público
en la cancha: La tolerancia de las autoridades o
la propia imposición de los hechos, hizo que muchas personas ajenas
a quienes desempeñaban funciones deportivas o periodísticas,
se ubicaran alrededor del campo de juego, obstaculizando la visión
ya de por sí bastante pobre de quienes estaban ubicados en las plateas.
"Los dirigentes asociacionistas y la propia policía debieron tener
la participación que le imponían sus obligaciones y no tener
el placer de constituirse en meros espectadores importándoseles un
comino de la situación de apremio en que más de una vez se encontró
el público".
Invasiones: La gran afluencia de gente y las aglomeraciones derivadas de una organización
todavía no afinada por falta de experiencia, hizo que las personas
que tenían sus entradas se mezclaran con aquellas que buscaban sacarlas.
En ese tumulto compacto en medio del cual la que la gente se empujaba y atropellaba,
varios de los aficionados tuvieron que ser retirados semiasfixiados. "La
policía era impotente para restablecer el orden, por lo cual se recurrió
a un medio en cuya eficacia creyóse ampliamente: se estableció
una subpuerta de acceso para evitar la aglomeración en la principal
y la amplitud de ésta fue reducida a objeto de que no se entrara violentamente
por ella impidiendo de ese modo la debida fiscalización. Pero llegó
un momento en que aquellos millares de personas, hombres, mujeres y niños
sofocadas hastiadas de la larga espera pues iban pasando de dos o tres, avanzó
en forma amenazante. Al principio la fuerza pública pudo contenerla,
pero segundos después debió rendirse ante el número y
la violencia. Cayeron muchísimos que fueron pisoteados por los que
venían atrás. La invasión fue impresionante. Entró
un número de personas considerable que no tenía localidades,
otro número respetable que debía estar en otra tribuna y quedaron
fuera millares de aficionados que previamente habían pasado por las
boleterías. Y una vez dentro del recinto, fue imposible determinar
la ubicación de cada uno." La página 8 del diario El País
del 19 de julio de 1930, de donde se recoge esta crónica está
encabezada por un titular a todo lo ancho de la página que dice "Se
sometió a los espectadores a toda clase de vejámenes".
Agresiones. Los desórdenes fueron de tal magnitud que la policía
se vio desbordada y en más de una ocasión debió reaccionar
con violencia. "Ya no sabemos cómo calificar los desagradables
sucesos ocurridos ayer en el Estadio". -se queja en otra breve nota el
diario antedicho- "Millares de espectadores, entre ellos una considerable
cantidad de damas, que tenían sus respectivas localidades hubieron
de quedarse fuera por haber sido cerrados los portones respectivos y lo peor
de todo esto fue que la policía con toda crudeza y salvajismo atropelló
descaradamente a esas mujeres sable en mano como a cualquier grupo de asaltantes.
La reacción muy humana del público frente a ese atropello impidió
que se llegara a la consumación de hechos arbitrarios y reñidos
con la más elemental cultura".
Revendedores: De acuerdo a los testimonios escritos que han quedado de aquel 18 de julio
de 1930, esta fecha parece la más indicada para que sea conmemorado
el Día Nacional del Revendedor. En las horas previas a la inauguración
del Estadio Centenario, al amparo de la permisividad, la corrupción
o la ingenuidad de algunos funcionarios de la AUF, aquellos comerciantes ocasionales
en quienes se había despertado bruscamente la vocación revendedora,
adquirieron docenas de entradas cada uno, en la esperanza de hacer buen negocio
cuando éstas se agotaran, una posibilidad que todos los uruguayos sabían
que iba a ocurrir, excepto las autoridades de la Asociación. Por cierto
que la jugada les salió bien y las entradas fueron revendidas en las
inmediaciones de las tribunas a tres y cuatro veces su valor. Estos hechos
provocaron un editorial del diario El País que bajo el título
"Los sucesos bochornosos de ayer" y el subtítulo ¿"Estamos
en un país de cafres"? condenó severamente lo ocurrido.
"Las dificultades con que tropezó ayer nuestro público
para entrar al gran estadium (sic) ofreció un espectáculo chocante
y vergonzoso. Podría decirse que colmó todos los límites
de lo imaginable. El agotamiento de las localidades que pudo constatarse desde
el día anterior hacía presumir que algo anormal había
ocurrido con su colocación. Pero lo confesamos, repugnaba a nuestro
espíritu admitir como posibles los hechos que veinticuatro horas más
tarde nos sería dado presenciar. Centenares y centenares de personas
fueron víctimas del abuso y voracidad incontenida de los revendedores
a cuyas manos fueron a parar, se puede afirmar sin caer en exageraciones,
el 50% de las localidades más codiciadas por su magnífica ubicación.
Y otras tantas se resistieron con justa indignación a ser explotadas
por los inescrupulosos aprovechados. (...) Las autoridades del deporte han
demostrado en forma que no deja lugar a dudas su más absoluta ineptitud.
No vamos a señalarlas como complicadas en el hecho bochornoso, pero
sí afirmamos que son ellas las verdaderas y únicas responsables
desde que no es posible admitir que esa enorme cantidad de localidades pasara
a las manos de los revendedores sin una complicidad culpable de los funcionarios.
(...) ¡Y esto pasa, señores dirigentes, sólo en un país
de cafres! ". La palabra "cafre", utilizada como adjetivo con
inusual dureza, identificaba a los miembros de una tribu sudafricana no islámica,
sindicados en aquel momento por su ignorancia y su crueldad.
De todas las vicisitudes sufridas
por el público el día de la inauguración del Estadio
Centenario la mayoría fueron atribuidas a errores cometidos por las
autoridades de la Asociación Uruguaya de Fútbol, una recurrencia
en las deficiencias de dirección que con razón o sin ella, se
continuó señalando en los inmediatos setenta y un años.
Pese a todo, el Primer Campeonato Mundial de Fútbol realizado en Montevideo
y para el cual fue erigido el Estadio Centenario, continuó con un éxito
de público que superó todas las previsiones y que curiosamente
llegó a su pico más alto en ocasión del partido entre
Uruguay y Yugoslavia y no en la final contra Argentina. Este encuentro definitorio
tuvo lugar el 30 de julio, ganaron los celestes cuatro a dos con goles de
Pablo Dorado, Pedro Cea, Héctor Castro y Santos Iriarte. Los argentinos
siempre dijeron que los uruguayos protegidos por el árbitro habían
ganado utilizando la violencia y que el muñón del Manco Castro
había ablandado a su arquero Botasso. Hay otra versión que hace
hincapié en las diferencias anímicas de ambos equipos. De cualquier
manera, esa es otra historia que algún día valdría la
pena analizar a fondo.
(Suplemento Quepasa
/ historias coleccionables, El País, 5 y 12 de mayo de 2001)
Artículo extraído
de: http://www.gratisweb.com/mundomatero/estadio.html
21-
100 años de Defensor
Nota periodística escrita por Maximiliano Borges el Viernes 15 de marzo del 2013.
Defensor Football Club, así se llamaba el equipo que fue fundado el 15 de marzo de 1913 en las cercanías del Parque Urbano, en el corazón de Punta Carretas. Alfredo Ghierra lo nombró Defensor por el equipo de la fábrica de vidrio de Punta Carretas fundando en 1904 que se llamaba Defensores de la Huelga. Este equipo jugaba con una camiseta negra con una franja celeste. La idea original era que jugara de verde, pero en la liga ya estaba Belgrano con esos colores y no podía haber dos equipos iguales.
Nicolás Podestá fue su primer presidente cuando el equipo se inscribió en la Liga Uruguaya de Football, ya en ese entonces con la clásica camiseta violeta. Compitió en tercera división y consiguió el ascenso a segunda para luego, en 1914, ascender a Primera División. El debut en primera fue ante Wanderers en Belvedere y finalizó 0:0.
La primera cancha fue en la calle Zamayú, hoy Julio Herrera y Reissig, junto a la Facultad de Ingeniería y en 1915 pasó a José Ellauri esq. Joaquín Núñez. Ese mismo año hizo su debut internacional ante el Club Atlético Atlanta de la Primera División del fútbol argentino y ganó 2:1. En 1917 muda su cancha al Parque Ricci en Capitán Videla entre Alarcón y Diego Lamas.
En 1918 se desafilió de la Liga y volvió en 1922 como Club Atlético Defensor con José Capozzoli como Presidente. En 1924 compite en la Primera División de la Federación Uruguaya de Football. En 1925 asume Luis Franzini como Presidente y en 1926 consigue el pasaje a la Primera División de la Asociación Uruguaya de Fútbol. El 21 de setiembre estrena su nueva cancha en el predio del Parque Rodó venciendo a Cerro 4:1. El primer gol en esa cancha lo anotó Santiago Celsi. En 1963 el estadio fue nombrado Luis Franzini.
Participa de la Primera División de la Asociación Uruguaya de Fútbol desde 1927 hasta el final de la Era Amateur en 1931. El 22 de mayo de 1932 Defensor vence 2:1 a Bella Vista en donde hoy es el Estadio Nasazzi, en su primer partido en la Liga Uruguaya de Football Profesional.
En 1941 comenzó el segundo ciclo de Luis Franzini como Presidente del club. Cargo que ocupó hasta su fallecimiento en 1962.
En 1947 Defensor se consagra campeón del Torneo de Honor, lo que fue su primer título en la Era Profesional. El violeta formaba con Juan Bianchini, Julio Barrios, José Vázquez, Alfredo Young, José Riobo, Carlos Chagas, Alcides Mañay, Juan Emilio Píriz, y Ramón Castro, José “Loncha” García, Walter Clavares, Raúl Sarro y Ramón Ferrés.
En 1960 se queda con el Torneo Nacional Copa Artigas ganando once partidos y empatando dos. Este fue el primer torneo que tuvo participación de equipos de todo el país.
El profesor José Ricardo De León, cambió la historia del fútbol uruguayo. Un auténtico icono del centenario Defensor. Por siempre admirado, idolatrado y en el recuerdo de los parciales violetas.
El profesor José Ricardo De León, cambió la historia del fútbol uruguayo. Un auténtico icono del centenario Defensor. Por siempre admirado, idolatrado y en el recuerdo de los parciales violetas.
El nacimiento de un nuevo campeón uruguayo
“La historia se derrumba y se conmueve”, esas fueron las palabras de Víctor Hugo Morales en su relato cuando Defensor venció 2:1 a Rentistas en el Franzini y se consagró Campeón Uruguayo de Primera División por primera vez, quebrando la hegemonía de Nacional y Peñarol. El plantel estaba conformado por Gregorio Pérez, Francisco Salomón, Baudilio Jauregui, Fredy Clavijo, Beethoven Javier, Liber Arispe, Luis Cubilla, José G. Gómez, Pedro Graffigna, Pedro Álvarez, Rudy Rodríguez, Ricardo Conde, Ricardo Meroni, Ricardo Ortíz, Rodolfo Rodríguez, Alberto Santelli, Guillermo Flores, Jacinto Calleros, Fernando Álvez, Daniel Mayol, Julio Fillipini, Omar Mondada, Alfredo Cáceres y Julio Leiva, entre otros. Por su parte, el Cuerpo Técnico lo formaban el profesor José Ricardo De León como Director Técnico, el profesor Julio Santos como Preparador Físico y Alberto Silva como Utilero. La vuelta olímpica de ese equipo es recordada por haberse corrido al revés. Tradición que mantiene el club hasta la actualidad.
Además, Defensor gana la Liguilla ese mismo año y clasifica por primera vez a la Copa Libertadores. El equipo siguió ganando Liguillas y en 1987 se volvió a consagrar Campeón Uruguayo bajo la dirección técnica de Raúl Moller.
El 15 de marzo de 1989 el Club Atlético Defensor se fusionó con Sporting Club de basquetbol y pasó a llamarse Defensor Sporting Club. En 1991 consigue tercer título de Campeón Uruguayo con Juan Ahuntchaín como entrenador. En 2008, el violeta obtuvo el cuarto título de Campeón Uruguayo bajo la dirección técnica de Jorge Da Silva.
Defensor jugó once veces la Copa Libertadores y dos la Copa Sudamericana. En 2007 finalizó quinto en ambas competiciones y fue el equipo que más puntos obtuvo sumando las dos copas, por encima de Boca y Santos. Además, ese año, fue condecorado por la IFFHS (Federación Internacional de Historia y Estadística dl Fútbol) como el mejor Club Mundial de setiembre.
En 2009 jugó una de sus mejores Copa Libertadores al llegar a Cuartos de Final. Pasó a Octavos de Final luego de vencer a Deportivo Independiente Medellín 4:3 en un infartante partido en el Estadio Centenario. En Octavos, dio el batacazo y eliminó a Boca en la Bombonera tras empatar 2:2 en uruguay y ganar 1:0 en Argentina. En Cuartos de Final quedó eliminado con Estudiantes, quien luego se consagró Campeón.
La historia del violeta sigue creciendo. Ha sido protagonista de las definiciones de los últimos campeonatos uruguayos y siempre está entre los equipos de arriba. Es clásico representante del fútbol uruguayo en las copas internacionales y un semillero de figuras para el medio local e internacional. Apuesta a sus inferiores, donde también siempre está peleando los títulos y hasta a logrado ser vice campeón de la Copa Libertadores Sub 20.
Hoy cumple un siglo de gloria, por eso el Torneo Clausura lleva el nombre “100 Años Club Atlético Defensor”. ¡Feliz aniversario violeta “Tuerto” del Parque Rodó!
Fuente I Tenfieldigital